La sierra de Collserola

  3 de enero de 2019  

Ya de vuelta en Barcelona, como tengo coche y no hay necesidad de regresar en bicicleta como era la idea del plan original, decido quedarme por unos días para amortizar el viaje con puertos barceloneses. Conozco bien la ciudad porque ya llevo muchas visitas, máxime después de haber corrido el maratón de Barcelona hace menos de cuatro años, pero nunca me ha dado por subir al Tibidabo y me apetece sumar esta cima.

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La sierra de Collserola Barcelona 45 km 900 m+ IR



El ferry llega a Barcelona a las ocho de la mañana, justo cuando amanece. Hace mucho más frío que en Mallorca y, al llegar al aparcamiento de la zona universitaria donde he dejado el coche, me meto en el maletero y me preparo un café, un batido de chocolate calentito con cereales y, poco después, me como un platazo de alubias que me sienta de maravilla.


Tengo planeada una etapa corta para hoy, solo para rodar un poco, ya que la idea es la de tomarme un descanso y comer bien caliente después de varios días sin hacerlo. Cuando la temperatura sube un poquito y, por fin, me atrevo a salir, me pongo en marcha por la zona de Pedralbes.


El tráfico por la ciudad es intenso pero se rueda con muchísima más comodidad que en otras parecidas. Barcelona tiene mucha más costumbre de ver ciclistas que otras grandes en las que me he metido. La comparación con Madrid es inevitable por su tamaño parecido y da gusto ver cómo aquí hay bidegorris utilizables y multitud de semáforos con prioridad ciclista y con señalización propia.


Siguiendo el track que había preparado en el GPS, empiezo a subir desde una rotonda que hay esquivando la autovía de la Ronda de Dalt.


La ciudad queda debajo y no puedo evitar las comparaciones con la subida a Artxanda en Bilbao. Pensaba que el Tibidabo tendría una altitud parecida pero me sorprende que se vaya al doble. 


Tras cuatro kilómetros de ascensión por una hermosa carretera, se llega a Vallvidrera, faltando un par de kilómetros más para llegar a la zona del parque de atracciones en el punto más alto.


Los últimos metros los comparto con varios ciclistas que van en BTT a los que voy dando caza porque me he quitado los lastres de las alforjas. Quitarse ese peso es como hacer en el chiste de los leones en la sabana.


Arriba hay bastante gentío. Hay una buena cola en el parque de atracciones y unos cuantos ciclistas junto a la barandilla repleta de candados.


Me como un plátano que llevo en el bolsillo y tiro para abajo, pero esta vez para la otra vertiente: la del Vallès. La ladera norte de Collserola es sombría y hace bastante fresco en toda la bajada.


En Sant Cugat del Vallès me topo de bruces con el bidegorri que va hacia Cerdanyola y me meto por él. Tampoco es que haya mucho tráfico por la vía paralela pero siempre se agradece rodar por una vía de uso exclusivo que no se mezcle con aceras de peatones ni que se corte continuamente en cada cruce de calles.


En Cerdanyola del Vallès entro casi por el inicio de la subida al Forat del Vent que ya tengo hecha con anterioridad. No puedo evitar acordarme de Mertxe y María y de lo bien que me acogieron cuando subí este puerto hace muchos años.


Nada más empezar a subir me alcanzan dos ciclistas que se ponen a rueda y, justo en ese momento, se me sale la cadena y uno alucina con mi técnica para volver a colocarla en su sitio sin tener que parar y bajar de la bici. Me dice que buena técnica y veo cómo se escapan.


El Forat del Vent es una subida suave al 4% de media y llego arriba sin mucha historia, esperando no quedarme tan frío en el descenso de la ladera sur como me quedé en el de la norte hace un rato.


Corono y hago una foto del cartel de Mertxe. El puerto hace honor a su nombre y corre aire en esta curva, un aire frío que me deja destemplado en una parada de apenas unos segundos.


Desciendo de nuevo hacia Barcelona y ni me paro en el mirador de la vertiente sur. A medida que desciendo voy penetrando en el tráfico y acabo tirando directo hacia el coche en vez de dar la vuelta turística que tenía registrada en el track porque es un poco coñazo andar parando en tantos semáforos y, total, Barcelona es una ciudad que tengo bastante controlada.


La etapa ha sido corta pero me he quitado una espinita que tenía clavada con el Tibidabo. Me cambio de ropa por primera vez en varios días, me aseo un poco y me desplazo hasta Manresa para hacer mañana una etapa con el coll d'Estenalles y la subida a Montserrat de camino a un stage de varios días en el Berguedá. Es inútil, la noche en Manresa es gélida y amanece con -5ºC, una niebla cerrada y una capa de hielo en el coche que hace que me marche para casa de la misma. ¡Con lo bien que se estaba en Mallorca!

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2 Comentarios

  1. ¡¡¡ Regresaste a la península, regresaste a la nevera !!!
    Conozco Monserrat de subir en coche y bus. Y le tengo muchas ganas en bici. Pero recuerdo que había mucho tráfico.
    No recordaba el cartel de Merche. También tengo buenos recuerdos de ella y María. No olvido la jornada de Béjar. Entrañable.

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    1. Montserrat es un sitio interesantísimo y sí, con demasiado tráfico. Ya que tuve que llevar el coche, quería aprovechar para volver a hacer ese y Rasos de Peguera, Pradell, Pal, ..., pero es mejor dormir al raso que en un coche con una capa de hielo de un centímetro cubriéndolo. Esos días hizo muchísimo frío y yo venía de los 18-20ºC de Mallorca.

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