Una QH independiente

Este año todavía no he tocado Pirineos en bicicleta y eso no puede ser. Pensaba que el gusanillo me lo iba a quitar con los días de puertos a la carrera pero ha ocurrido todo lo contrario y, a la primera oportunidad, decido hacerme unas rutas. Coincide que el Tour de Francia anda por la zona y eso me condiciona un poco, con lo que me declino por una espinita que tengo clavada desde hace ya demasiado tiempo: una QH independiente. Es una circular que siempre se me tuerce, habiéndola suspendido tres veces, una vez iniciada, por meteorología, avería y enfermedad. En esta ocasión, espero que sea la definitiva.

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Una QH independiente Sabiñánigo 200 km 3400 m+ IR

altimetria
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He dormido en el aparcamiento que hay junto a la Biblioteca Municipal de Sabiñánigo porque hay wifi gratis. La noche ha sido tan calurosa que lo he tenido que hacer con la puerta del coche abierta, algo que nunca me había sucedido. Ni siquiera la lluvia que ha caído durante varias horas ha podido bajar el termómetro.


Salgo temprano rumbo a Jaca con una ligera brisa favorable y un cielo muy encapotado. El suelo permanece mojado pero se seca rápidamente según voy avanzando porque las nubes desaparecen hacia el oeste.


A diferencia de Sabiñánigo, en Jaca luce el sol. Serán las ocho de la mañana y ya estamos por encima de los 20ºC. Esta región es un horno.


Enfilo la carretera de Francia que me lleva al puerto de Somport remontando el río Aragón. Apenas hay tráfico en este sentido mientras que, al contrario, vienen muchísimos camiones.


Hay perfiles de Somport que inician la subida en Jaca pero los catorce kilómetros que hay hasta llegar a Villanúa apenas suponen dificultad, ascendiendo poco más de cien metros de desnivel y por una autopista.


Tampoco es que la cosa se ponga muy tensa después, con ocho kilómetros hasta Canfranc-Estación para superar otros doscientos metros de desnivel. Hasta este punto, la similitud con un puerto es prácticamente inexistente. Los camiones van por el túnel y me quedo mucho más tranquilo con una carretera para mí solo tras pasar un control de la Policía Nacional en el que van parando a los coches que pasan.


Llevo cuarenta kilómetros y toca reponer un poco, así que me detengo a la salida de la localidad para comer una barrita antes de iniciar la parte más interesante de esta vertiente española del puerto de Somport.


Aunque la carretera de Astún y Candanchú siga pareciendo una autopista, la cercanía con los picos montañosos convierte a estos kilómetros en un bonito paseo.


A falta de cuatro kilómetros para coronar, me adelanta un ciclista a toda pastilla que se pierde a lo lejos antes de que me de cuenta. Tan solo pasan dos o tres moteros más en toda esta parte del recorrido.


El kilómetro más duro llega a la altura de Candanchú, con un 8% de pendiente media al que no me había acercado en los treinta kilómetros que llevo desde que empecé a subir en Jaca.


La cosa vuelve a suavizarse en un último kilómetro en el que se pasa bajo una visera y se toma una gran curva de vaguada dejando el río Aragón y la carretera de Astún para enfilar hacia el collado final.


El puerto de Somport ya está en las piernas y sin más historia. Arriba coincido con un grupo de esquiadores de fondo que andan subiendo puertos con esos patines en línea que usan tirando de brazos con los bastones. Van a hacer la misma ruta circular, así que me los toparé más tarde en el inicio del Marie Blanque.


La vertiente francesa no tiene nada que ver con la española. Aunque sigue siendo amplia, ya no es una autopista. Al empalmar con la carretera que viene del túnel me vuelvo a encontrar con muchos camiones que se dirigen a España.


El valle de Aspe se va encajonando y el verde no tiene nada que ver con el de la vertiente sur de los Pirineos, mucho más fresco y frondoso.


El rápido descenso me hace perder altitud y me acerco a los densos bancos de niebla de esta zona. En la vertiente española no había ni una nube porque estaban todas escondidas aquí abajo.


Hasta llegar a Escot, son cuarenta kilómetros de bajada que se hacen fácilmente. Sigue haciendo mucho calor y la humedad reinante genera una sensación de bochorno muy fuerte.


Tomo el desvío del Marie Blanque y me encuentro con los cuatro patinadores bajando de la furgoneta que llevan de apoyo y que les evita tener que hacer los descensos. Por lo que me cuentan, los patines para subir y bajar son distintos y con estos bajarían demasiado deprisa y sin mucha seguridad.


Me paro en el comienzo oficial del puerto para volver a comer algo mientras veo cómo se alejan los patinadores. Ahora que también hago puertos corriendo me parece una forma muy interesante de hacerlos trabajando el tren superior pero no me veo en más deportes de los que ya hago.


El Marie Blanque consta de nueve kilómetros por esta vertiente del oeste, divididos en dos partes muy diferentes. Los cinco primeros kilómetros son muy tendidos, yendo de menos a más hasta alcanzar un 6%. En esta primera parte doy alcance a los patinadores que se toman un ligero descanso antes de afrontar la dura parte final.


La segunda mitad del puerto no tiene nada que ver con la primera y siempre se va en doble cifra, con un kilómetro al 13% de máxima como tope flanqueado por otros dos al 12% que no dan tregua hasta la cima. Como pasa con la carrera a pie, cuando la pendiente se dispara se va más rápido con los patines y es un espectáculo verlos pasar con los torsos empapados en sudor.


Corono el Marie Blanque muy justito. Ya he subido este puerto en varias ocasiones y la niebla ha estado presente en la gran mayoría.


El descenso hacia Bielle está muy cubierto y no se ve mucho. Hay varias familias comiendo por las campas con sus mesas de acampada y unas cuantas autocaravanas. Es una pena que esté todo tan cubierto porque no se disfruta nada. Me adelantan los chicos de los patines con su furgoneta y, aunque también van a subir el Portalet desde Laruns, ya no les volveré a ver.


Llego a Laruns con una cita con los baños públicos que hay a la salida del pueblo. Siempre tengo toallitas higiénicas en el coche pero no sé qué ha pasado esta vez que no las he encontrado y me he quedado sin evacuar esta mañana esperando este momento.


Aprovecho para comer otro poco antes de enfilar el Portalet. Está todo tan cubierto que tengo un poco de bajón y me cuesta ponerme en marcha.


Paso el cruce del Aubisque con un torrente de recuerdos de hace unos días, subiendo a la carrera con Amaia. Me lo paso tan bien cuando llevamos ese plan que se echa mucho de menos.


El Portalet se inicia encajonado, remontando la Gave d'Ossau. Son 28km de interminable subida que se pueden hacer muy largos si no vas con las baterías bien cargadas.


Los primeros kilómetros, pasando por Eaux-Chaudes, no pasan de un suave 3%, con varios tramos llanos que ayudan a ir haciendo camino. Tengo la esperanza de que las nubes vayan desapareciendo a medida que tomo altitud.


Supero el primer tercio de la subida y los claros hacen acto de presencia. El calor se acentúa y empiezo a chorrear por los brazos, algo que doy por bueno a cambio de tener paisaje.


Con tanto calor y con una subida de tantos kilómetros por delante, el bidón de los baños de Laruns no va a ser suficiente y lo relleno en uno de los torrentes. Ya he subido este puerto varias veces y hubo una ocasión en la que lo pasé muy mal por la falta de líquido.


A media subida, acercándome ya a la presa, escucho un trueno muy amenazante, al tiempo que se empiezan a ver los nubarrones que cubren los picos. Hay amenaza de tormentas y, por ese motivo, llevo el chubasquero impermeable en un bolsillo del maillot.


Los dos kilómetros previos al Lac de Fabrègues son los de mayor porcentaje de todo el puerto, con una ligera aparición de doble cifra en el marcador del altímetro. Tras este breve apretón, más de dos kilómetros llanos permiten coger fuerzas para la parte final.


Los ocho últimos kilómetros del Portalet, por esta vertiente francesa, son de lo más chulo que hay en Pirineos. La pendiente se maneja siempre en torno a un 5-7% y permite disfrutar de la belleza del lugar.


La cima se mantiene cubierta pero, salvo aquel único trueno que escuché hace unos kilómetros, no he vuelto a tener sospecha de tormenta. Sigue haciendo mucho calor y, mientras no se levante aire, voy bastante tranquilo.


Llego a los últimos cuatro kilómetros y ya noto la longitud del puerto. Se termina haciendo demasiado largo. Las viseras ofrecen una sombra refrescante que se agradece enormemente.


El sol termina por cubrirse y, aunque desluzca un poco las fotos, me viene muy bien para no quemar las naves antes de coronar. El ritmo ha bajado mucho y ya no me queda bebida.


Entro en los dos kilómetros finales y se abre uno de los paisajes más brutales que hay en un final de puerto, con la pradera verde a los pies del Midi d'Ossau. El sol no quiere faltar a la cita y aparece para la foto.


Corono el Portalet bastante fresco de piernas pero muy sofocado, con unas ganas tremendas de tomar algo frío en uno de los bares de la cima. En uno de ellos, sentado en una terracita bajo una sombrilla, me tomo un Pirulo de hielo que me sienta de maravilla.


Ya solo me queda descender y afrontar la pequeña tachuela de la Hoz de Jaca. Cada vez está más nuboso y se puede preparar una buena, así que no me entretengo mucho.


La vertiente española del Portalet no tiene nada que ver con la francesa pero también ofrece estampas preciosas con los picos que se encuentran por encima de los 3000 metros de altitud.


Rápidamente, llego al embalse de Búbal. Ya tengo bien localizados los puntos estratégicos desde los que sacar la cámara y no necesito parar porque ya voy con ella en la mano.


Sin darme cuenta, me salto el desvío de Panticosa, lo que me viene bien para redondear la etapa en los doscientos kilómetros. Es un tramo llano y no me cuesta regresar sobre mis pasos para ir hacia El Pueyo de Jaca.


Hace tanto calor que me he vuelto a quedar sin agua. En el inicio de la subida a la Hoz de Jaca hay un cartel con una gráfico que no concuerda mucho con los porcentajes que anuncia, dando mayor inclinación al kilómetro con menor pendiente media.


El desvío por este paraje bien merece la pena. La carretera va bordeando el embalse de Búbal hasta llegar al barranco de San Lorenzo.


Solo son dos kilómetros de subida hasta la Hoz de Jaca pero la doble cifra de la pendiente y el bochorno hacen que se endurezcan bastante. Llevo los labios tan secos y la boca tan pegajosa que me tiraría de cabeza al embalse.


Las numerosas sombras de la primera parte de la subida son una bendición. Llego a la parte más escénica de la subida, cuando el piso se vuelve de hormigón, al tiempo que baja una pequeña autocaravana que no sé cómo tiene permitido pasar por ahí. Me tengo que bajar de la bici y echarme a un lado porque no cabemos.


Al llegar al mirador colgante, me tiro a la fuente de cabeza. Hay bastante gente y no consigo hacer una foto sin nadie. No estará mal eso de tirarse por la tirolina.


Corono la Hoz de Jaca bebido y refrescado, con el bidón lleno para los 25km que me quedan hasta Sabiñánigo. El valle del río Gállego va aumentando la temperatura a medida que abandono las montañas.


Sin ninguna dificultad más, desciendo lo poco que me queda hasta llegar a Sabiñánigo, con el bidón caldoso y los labios quebrados de nuevo. El termómetro ya pasa de los 30ºC y me resulta insoportable.


Por fin me quito la espinita de este recorrido. Tengo idea de hacer más etapas durante este fin de semana pero no sé muy bien por qué plan decantarme. Como tengo wifi y no me apetece conducir, voy a dormir en el mismo sitio y ya veré mañana al despertarme qué es lo que me apetece. Con el calor que viene, no mucho.

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2 Comentarios

  1. Genial, Joseba. Magníficas fotos. Los que suben con patines son supermanes. En el Tourmalet me costó más de 6 kms alcanzarles desde que les vi delante.
    Saludos.

    Ah, el viernes vamos para Bilbao.

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    Respuestas
    1. Siempre he pensado que el esquí de fondo sería un buen complemento para la bici pero cada deporte tiene sus gastos de material y ya no da para más. Aún así, algún día me gustaría probar lo de los puertos en Roller Ski.

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