La frontera del Tirol

12 de julio de 2021

Aunque se ha pasado buena parte de la noche lloviendo, amanece despejado y todo apunta a que no tendré mayor problema que la dureza de la subida para hacer el Kitzbühler Horn, uno de esos lugares que estoy acostumbrado a ver en vídeos de Red Bull, gracias a carreras de montaña muy bestias que hacen en esta zona, donde incluyen el parapente como disciplina una vez que llegan al alto.



En estos sitios ya sabes lo que hay. Se trata de una de esas subidas extremas en donde la pendiente no baja nunca del 12% y vienes ya concienciado de casa o no vienes.


El primer kilómetro por las callejuelas es de calentamiento, poco por encima del 7%, pero una señal de advertencia deja claro que empieza la subida de verdad al abandonar esta zona.


Paso junto a uno de los carteles anunciadores de la prueba de ayer y ya no habrá descanso. La pendiente de doble cifra seráuna constante a partir de aquí.


Aunque para tenerlo aún más claro hay una línea de inicio bien marcada en el suelo y un cartel con los datos de la subida. Por suerte, me encuentro bien de forma en estos momentos y no me da miedo.


Es prontito por la mañana,no hace frío, el sol empieza a asomar y las vistas van ganando belleza a cada pedalada. ¡Qué más se puede pedir!


Como en casi todas las subidas de Austria, hay peaje para vehículos motorizados, lo que hace que puedas disfrutar más todavía por la ausencia de gente.


Voy haciendo camino sin risa pero sin pausa. De vez en cuando aparece algún letrero con puntos kilométicos o incluso con la pendiente del tramo que viene a continuación.


En la segunda mitad se empieza a tener constancia de estar subiendo un buen pepino, gracias al teleférico que acompaña en la ladera. Las vistas son espectaculares.


En la parte final, en una zona de praderas preciosa, los picos nevados del horizonte me hacen añorar las subidas alpinas, que empiezo a echar mucho de menos en estos viajes.


Alcanzo los dos últimos kilómetros con la cima a la vista y la compañía de algunos montañeros que suben por los senderos y que no saludan. Sin duda, no son austríacos, sino alemanes, dada la cercanía con la frontera bávara.


El último kilómetro es un lujo, ya que subo con las fuerzas suficientes como para ir disfrutándolo, tanto de la pista perfectamente asfaltada, como de la dureza de la subida, como del maravilloso paisaje.


La pendiente por encima del 20% de las rampas finales supone un pequeño esfuerzo extra para terminar junto a las antenas. Apoyo la bici y solo queda andar unos metros para hacer cima de la montaña.


Unos pocos peldaños me llevan a una especie de poste que hace las veces de geodésico, desde donde las vistas 360º son increíbles. Este iba a ser el plato fuerte de este viaje y no ha defraudado lo más mínimo. ¡Subidón!


Con la faena del día medio hecha, me quedo un buen rato disfrutando, echando un buen ojo a la mesa de interpretación, viendo los nombres de los picos que tengo en frente, lugares que ya conozco bien.


La bajada es rápida y no paso excesivo fresco, gracias al solete que empieza a pegar de lleno. Ahora me toca traslado a Alemania para ir regresando poco a poco. Me quedan apenas tres días en la planificación.

Pero el paso a Alemania conlleva una sorpresa. Las antenas de telefonía detectan mi móvil y me llega un SMS de las autoridades de Baviera diciendo que tengo dos días para presentarme ante ellas para mostrar mi permiso covid para estar en Alemania. El SMS se acompaña de un enlace a la norma, donde se explican claramente los pasos que debo seguir. También pone que los ciudadanos europeos en tránsito no deben hacer nada, así que decido acogerme a esta parte y dejar mi plan en hoy y mañana, para salir antes de las 48 horas que se supone que tengo. Ni estoy vacunado, ni pienso estarlo nunca, así que es lo que hay mientras dure esta patochada.


En Auerbach empieza la subida a Sudelfeld, un puerto de carretera de los de toda la vida pero cuya primera parte va por una carretera poco frecuentada. Hace bastante calor para lo que estaba siendo la mañana en Kitzbühel.


El inicio consta de un kilómetro al 10% pero luego resulta bastante más suave. La zona es muy boscosa y el valle cerrado.


Es a falta de media docena de kilómetros cuando se enlaza con la carretera principal, con muchísimo tráfico de motos y bastantes ciclistas también. Me llaman la atención los carteles para los moteros, con cruces como símbolos para pedirles precaución.


Hay un repecho pero la verdad es que la subida no es nada dura, todo lo contrario. Según voy avanzando, entiendo las señales con cruces, ya que los moteros juegan en otra liga. Se creen que esto es un circuito y me adelantan de manera bastante peligrosa.


Sobre todo al llegar a una larga recta en ligero descenso, donde aprovechan para meter gas a tope, con el peligro que tiene para los ciclistas que vienen de frente. No me gustan nada este tipo de puertos.


Terminado ese ligero descenso, quedan tres kilómetros suaves para llegar al paso del puerto. Poco antes de culminar, hay una zona con terrazas, donde se pueden ver motos por todas partes.


Y como no podía ser de otra manera, en la cima del puerto hay línea de meta, como corresponde a semejante circuito.


Para terminar con la zona, ya solo me resta subir a Spitzingsattel, que solo son cuatro kilómetros al 9% de media. El traslado corto me deja en Neuhaus, lugar de comienzo de la ascensión.


Se trata de una carretera amplia que lleva al lago Spitzing, en la que apenas meencuentro tráfico rodado. Como mucho, me adelantan algunos ciclistas con bicis eléctricas.


La subida va yendo de menos a más, poco a poco, sin grandes sobresaltos ni rampas exigentes, hasta que suaviza algo en el kilómetro final.


Y no tiene mucha historia. Se termina en un collado de paso con las vistas del lago al fondo. Aunque me doy rápidamente la vuelta porque tengo un largo traslado al oeste alemán, buscando ya la frontera francesa y pensando cómo actuar por el tema del aviso covid que he recibido.

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