Paredones del lago di Garda

14 de agosto de 2019  

A pesar de haber madrugado mucho, haber tenido que dormir lejos del inicio de hoy me obliga a un desplazamiento de unos ochenta kilómetros por una zona muy turística, bordeando el lago di Garda, lo que hace que el traslado me lleve casi tres horas por culpa de los atascos, llegando a estar parado en varios momentos a causa del enorme tráfico por una carretera tan pequeña y que tiene que cruzar localidades costeras con un sinfín de personas caminando con chanclas por los pasos de peatones, las rotondas, los semáforos, ....




Llego a Assenza y no encuentro aparcamiento, por lo que tengo que dejarlo en una zona azul con parquímetro. La subida a Punta Veleno consta de nueve kilómetros, así que calculo menos de hora y media entre subir y bajar, por lo que pago dos horas pensando que estoy bien cubierto. Iluso de mí, no tengo ni idea de a qué me voy a enfrentar.


La subida a Punta Veleno por esta vertiente de Assenza son nueve kilómetros al 12% de pendiente media. Dicho así ya parece una subida más que respetable pero el dato tiene mucha más miga.


Empiezo a subir y pienso que algo no debe ser correcto, ya que los dos primeros kilómetros son bastante suaves, con una bajada y un llano incluidos hasta llegar a Castello. Es ahí donde me desayuno con la auténtica burrada que significa esta subida extrema, empezando un tramo de seis kilómetros al 15´5% de pendiente media por una estrecha carretera asfaltada en la que hay un cartel con el perfil del puerto nada más empezar. ¡Acojona solo verlo!


Empiezo a ser consciente de lo que significa este paredón y de que el ticket de aparcamiento de dos horas va a andar muy justito. Por suerte subo muy ligero, gracias a que la subida es en plan picaflor y hace un día fabuloso que me permite ir sin cortavientos en el bolsillo ni nada. Miro el bidón y espero que el medio litro de agua que llevo sea más que suficiente. No me lo esperaba y estoy acojonado perdido, esa es la puta realidad.


Empiezo a subir esta parte todo lo suave que se puede ir en estas pendientes, manteniendo una velocidad cómoda pero guardando hasta la última gota de fuerza. Me he tomado el puerto como un reto, como hay que tomarse estas paredes, y trato de subir sin echar pieatierra. Me vienen a la cabeza las subidas a Oscheniksee y Zoncolan que tengo tan recientes y eso me da muchos ánimos. Además, el momento de forma en el que me encuentro ahora mismo es excepcional.


La pendiente se mantiene siempre en números cercanos al 20%, pero sin llegar a ser tan extremos. La dureza radica en que no hay un mísero descanso en más de seis kilómetros. Logro sacar alguna foto manteniendo el equilibrio gracias a que no me veo mal, lo suficientemente cómodo para pedalear de pie y para sentarme a ratos y sacar la cámara del bolso de cuadro.


Me cruzo con dos coches que bajan y casi no cabemos pero son muy respetuosos y se apartan al máximo deteniéndose para que pueda trazar con algo de comodidad sin llegar a caerme. Los ánimos que me dan los conductores y todos los pasajeros no tienen nada que envidiar a los que se reciben en el Tourmalet. No me lo puedo creer pero voy disfrutando de una subida tan extrema.


Las diferentes herraduras están numeradas como 'tornantes', algo tan típico en los puertos italianos. Decido hacer alguna foto de estos carteles en la bajada, para aprovechar que tendré que ir deteniéndome con frecuencia para enfriar frenos.


Supero el tramo extremo y llego al kilómetro final, que discurre por una cornisa pétrea con una pendiente del 7% que parece llana después de lo que he tenido que solventar delante. La cima no es gran cosa, sin vistas del lago di Garda ni nada parecido, pero la satisfacción de haber logrado llegar arriba con tanta suficiencia es enorme.


Bajo poco a poco descansando los frenos todo lo que puedo, algo que me va a llevar tanto tiempo que casi me paso una hora del tiempo que tengo metido en el parquímetro. Por suerte no tengo ninguna multa y puedo seguir.


De nuevo en Assenza, me meto por unas calles estrechas para subir al Prati di Nago. Son otros quince kilómetros al 10%, así que me espero otro paredón parecido al de antes.


Tras un kilómetro y medio por encima siempre de la doble cifra, la carretera termina y pasa a convertirse en una pista de piedras impracticable. Pienso que otra vez me la han vuelto a jugar con el track y me dejo caer hasta el lago bastante enfadado.


Junto al lago di Garda tengo wifi gratis de varios hoteles y entro en la web del juego para comprobar los datos del Prati di Nago, pudiendo comprobar que el track está equivocado porque la subida va por la localidad de Nago, saliendo de Torbole, en la cabecera del lago.


Aprovecho para comer algo junto al lago y muevo el coche hasta la localidad de Nago, ya que en Torbole es imposible aparcar, empezando el puerto bajando esos dos kilómetros para hacer la subida completa. Son dos kilómetros al 8% tranquilos por la pendiente pero complicados por el enorme tráfico. Una vez en Nago, un kilómetros suave me deja al inicio de otro pepino.


Los doce kilómetros siguientes no bajan nunca del 10%, sin grandes pendientes máximas son machacones de cojones, el típico puerto de carreras ciclistas.


Llevo como un par de kilómetros de este tramo cuando me adelanta una pareja de ciclistas. Él va como una moto y ella le sigue la rueda pero me da a mí que va muy justa a esa velocidad. En cuanto me pasan, ella empieza a quedarse.


La llevo a diez metros de distancia durante un montón de tiempo, ya que se ha acoplado a mi ritmo, mucho más saludable. Hay un momento en el que creo que la voy a dejar atrás pero me parece algo cruel y procuro adaptarme a esa velocidad de crucero que lleva, hasta que llegamos a un mirador a mitad de camino donde la espera el chico y dan por finalizada la ascensión porque ya no les volveré a ver ni en la bajada.


El caso es que había llegado a la mitad muy entretenido y al quedarme solo vuelvo a enfrentarme a este coco que no da cuartelillo. El 12% es permanente, un martillo pilón que te va machacando las piernas, ..., si no fuera porque Punta Veleno me las ha dejado bien preparadas. Esto es pan comido después de lo otro.


Las vistas del lago di Garda desaparecen y empiezo a pensar dónde acabará esto y, sobre todo, cómo lo hará. La carretera se estrecha cada vez más y se adentra en un bosque muy tupido.


Aparecen algunas casas y varias bifurcaciones. El track que tenía estaba mal en su inicio pero es correcto en su segunda mitad, por lo que no tengo ningún problema para seguir por el camino correcto.


Es impresionante observar el lago allí abajo y comprobar el desnivel que estoy superando con una referencia tan clara. Al final, todo concluye de manera muy frustrante, en un pequeño aparcamiento cuando la carretera finaliza en un collado.


Tremendas las dos subidas de esta jornada. Por suerte, el día solo tenía estos dos pepinos en la agenda, con lo que me queda mucha tarde para disfrutar del entorno, un lugar maravilloso.


El passo di Tremalzo será el primero de mañana, anteúltima jornada de este viaje increíble. Hoy ha sido un día sorprendente, de esos que nunca se olvidan, con un paisaje de ensueño y dos pepinos tremendos que no me esperaba, que no conocía. Es por estas subidas por las que adoro esta afición y no cesaré en este juego hasta que lo finalice.

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