La península Istria

9 de agosto de 2019  

La península Istria es un trozo de tierra que se extiende al sur de la línea que forman Rijeka en Croacia y Trieste en Italia, con un pequeño acceso al mar que le ha quedado a Eslovenia, de manera que voy a pasar el día haciendo las subidas de esta parte norte del mar Adriático. Tras dormir en el puerto de montaña, desciendo hasta Ičići para hacer la subida completa. Hay un campeonato de voley playa patrocinado por Red Bull, el Ičići Masters Croatia Open 2019, y como está muy entretenido me quedo viendo un par de partidos que se disputan de forma simultánea.




El partido masculino es un poco rollo, ya que todo termina con saque y volea, así que me quedo viendo el femenino hasta que termina, mucho más disputado con tantos que se alargan bastante ante la endeblez de los remates, más sencillos de defender. Hay deportes en los que ver a las chicas es más entretenido y este es un claro ejemplo.


En cuanto termina el partido que me he quedado viendo, inicio la larga subida a Ucka Vojak. Son 22km al 6% saliendo del mar, lo que presagia unas vistas maravillosas desde la cima.


La primera parte es muy constante, con unos diez kilómetros al 5-6% en los que se va pasando por diferentes núcleos urbanos que se apelotonan en la ladera, con unas vistas magníficas de la bahía de Kvarner.


Luego vienen unos kilómetros más inconstantes por zona boscosa, con las vistas del Adriático algo más cerradas, buscando la parte final de acceso a unas antenas.


A falta de seis kilómetros sale una pista. Es el lugar en el que he dormido y donde he dejado el coche. Hay una señal que indica que el acceso para vehículos está prohibido pero son varios los que veo pasar.


La pista tiene unos socavones enormes pero se pueden evitar con facilidad y no suponen ningún contratiempo. Salvo alguna pequeñísima rampa, los porcentajes son muy manejables, en torno al 7%.


Llegando al final se empiezan a abrir algo las vistas y coincido con toda esa gente que ha subido en coche y con varios que lo han hecho caminando.


La carretera termina en una pequeña explanada y dejo la bicicleta apoyada para seguir subiendo unos pocos metros más por un camino de piedras hasta llegar a un torreón que es el símbolo del Parque Natural de Učka.


Las vistas desde ahí abarcan una inmensidad, aunque el día está brumoso en el mar y las islas croatas quedan muy desdibujadas.


Tras el pequeño descenso hasta el coche, prosigo con esta jornada más turística que otra cosa, ya que solo tengo dos subidas más, de tan solo tres kilómetros cada una, para completar el día.


En un cruce de carretera junto a Livade, con un calor horroroso, dejo el coche junto a un pequeño río. Tengo un montículo delante y se trata de subir a él: Motovun.


Sabedor de que va a ser un paseo de media hora, cojo la bici y me pongo a pedalear. La pendiente se mantiene constante al 7% y solo el tráfico me distrae de la ascensión, ya que hay mucho turista accediendo a este pintoresco pueblo. 


A un kilómetro de llegar hay un peaje para disuadir a los visitantes de subir el coche. Yo paso tranquilamente y me tengo que parar a pocos metros por un pinchazo con un cristal.


Obviamente, me convierto en la improvisada atracción del personal. Mientras reparo el pinchazo tengo que saludar a decenas de personas, ahí achicharrado en la cuneta de la carretera, con la solana pegando de lleno.


La parte final de la subida la hago andando por las callejuelas empedradas del pueblo. Solo hay restaurantes y tiendas de souvenirs. La subida solo es interesante por el pueblo, muy parecido a Monsanto en Portugal.


Me marcho de ahí rumbo al norte, camino de nuevo de Eslovenia, por la carretera de Trieste. Me espera otra corta subida a Korte, otro pueblo perdido del mundo. Me despido de Croacia hasta una nueva ocasión.


Junto a un pequeño puente, dejo el coche para empezar a subir poco más de dos kilómetros, con algún tramo de doble cifra pero tan poca cosa que no entiendes muy bien la razón de estar aquí.


La estrecha carretera remonta una ladera plena de vegetación. Hace tanto calor y el lugar es tan cerrado que me resulta muy sofocante.


Al llegar al alto descubro que no sé qué descubro. Hay una especie de museo, una pequeña iglesia o abadía y cuatro casas. Me pregunto qué habrá motivado la inclusión de esta subida en la lista porque no me lo explico.


Tras dar un par de vueltas para comprobar si me estoy perdiendo algo, bajo al coche y continúo con mi camino hacia el norte. Aún es pronto y me queda mucha tarde para dar una vueltilla por Liubliana, de la que no tengo fotos. Me olvidé la cámara en la bolsita del cuadro de la bici y me fui a dar un paseo por esa bella ciudad, nada que ver con su vecina Zagreb. Croacia y Eslovenia son dos mundos diferentes.

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