El Parque Natural de Puez-Geisler

1 de agosto de 2019  

El día de descanso me ha venido de maravilla para retomar fuerzas. Ayer estuvo lloviendo a ratos y pude hacer algo de turisteo para soltar las piernas, con unos buenos paseos por la localidad italiana, pequeña y coqueta. He dormido junto a la estación de tren, en un aparcamiento tranquilo, junto a otro en el que había varias autocaravanas. Los baños públicos junto a la estación de autobuses han sido muy útiles y estoy preparado para una ruta circular interesante, ya en plena zona de Dolomitas.

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El Parque Natural de Puez-Geisler Chiusa 180 km 5010 m+ IR




Hoy toca salir temprano, ya que la ruta va a ser dura, de 180km y 5000 metros de desnivel positivo acumulado. Hace tiempo que no me meto una etapa así entre pecho y espalda y más vale llevar tiempo de sobra.


Salgo de Chiusa y empiezo a subir al passo delle Erbe. Como todo en esta zona está también en alemán y en este idioma se llama Würzjoch. En un puerto largo, de 25km al 6%, un buen pepino para empezar la circular.


La primera parte es la más dura de toda la ascensión, con kilómetros muy variables que van desde un 6% a un 9% de pendiente media. Incluso llega a haber uno al 10% al paso por San Pietro, el más duro de toda la subida.


A medida que gano altitud, el paisaje se vuelve dolomítico, con esas grandes paredes de piedra que asoman con el sol de frente deslumbrando.


La parte alta del puerto es más tendida, con grandes praderas a los lados y un entorno de alta montaña precioso. Solo me cruzo con un par de coches en una mañana la mar de tranquila.


Los diez últimos kilómetros son muy suaves por una carretera estrecha, para disfrutar. Tan solo los tres kilómetros finales, tras tomar a la derecha en una bifurcación, se mueven entre un 6-7% nada exigente.


A diferencia de la soledad que había en la carretera, la cima del puerto está abarrotada de coches, quedando el cartel de puerto escondido entre todos ellos.


La bajada me lleva por verdes praderas hasta el valle de Badia. Es un descenso largo, de casi veinte kilómetros, muy placenteros. La verdad es que voy disfrutando mucho de lo que llevo de ruta.


Toca remontar el río Gran Ega hasta llegar a la localidad de Corvara. Estos tramos son los que peor llevo en este tipo de rutas enlazando puertos, ya que resultan los más aburridos. Aún así, el paisaje es agradable y lo llevo bastante bien.


Llego a Corvara en el km.60, justo después de haber parado a comer un poco antes de enfilar la subida al passo Gardena. La estampa inicial del puerto es impresionante.


Me detengo antes de empezar a subir para prepararme bien, para poner el casco en el manillar y esas cosas, con otro ciclista haciendo lo mismo unos cincuenta metros delante de mí. Arrancamos los dos al mismo tiempo y en nada me encuentro a su altura.


Resulta que casi llevamos el mismo ritmo y nos ponemos a hablar. El ciclista se llama David, es francés, de París, y está participando en la prueba Transcontinental de ultradistancia que recorre Europa desde la costa de Bulgaria en el mar Negro hasta Brest, en el océano Atlántico francés. Como estoy estudiando francés, le entiendo perfectamente al carecer de ese acento que tienen los franceses de Pirineos, que no hay quien cojones sepa lo que dicen, y por lo que me dice, yo me empiezo a expresar con bastante soltura, por lo menos en estas conversaciones que giran en torno a un tema que domino.


Vamos hablando de todo un poco en el tiempo que tardamos en ascender los casi diez kilómetros al 6% que tiene el passo Gardena por esta vertiente. Resulta curioso cómo contemplamos nuestras bicis, ambas preparadas para hacer largas distancias, ya que hoy también llevo el equipo de iluminación por si tuviera algún percance que me retrasara la llegada.


Me comenta el recorrido que está siguiendo desde el mar Negro, llano y aburrido hasta que ha llegado a los Dolomitas. En este tipo de pruebas hay unos tramos de paso obligado pero luego cada cual se busca la vida y suelen ir por lo más llano que encuentran. Tenía un primer paso por Bulgaria y un segundo por el sur de Serbia, pero hasta Corvara, donde empieza el tercer tramo obligado, ha estado más de mil kilómetros bordeando los Alpes, acumulando ya casi dos mil kilómetros desde la salida.


Sin darnos cuenta, nos plantamos en la cima. Nos abrochamos los cortavientos para descender. Yo solo lo voy a hacer hasta el cruce del Sella, pero él bajará hasta Chiusa para seguir el tramo obligado que le llevará hasta el passo Rombo (Timmelsjoch), en la frontera austriaca.


En el descenso le sigo la rueda hasta el cruce del Sella, donde se para para despedirnos. Me da las gracias por haberle entretenido una hora y le deseo toda la suerte del mundo, que en estas historias viene a resumirse en no tener ninguna avería. Por lo que se ve en el histórico de la prueba (TRANSCONTINENTAL 2019) no le fue mal, ya que terminó en cuarta posición. 


El caso es que a mí también me ha entretenido mucho, ya que si bien mi plan es diferente en el concepto, es parecido en el fondo. Se trata de descubrir nuevos lugares pasando en bicicleta por ellos. Yo ya he pasado por lo suyo y creo que, cuando escuchaba lo mío, disfrutando de las montañas ajeno a la competición en vez de tragar tanto soporífero llano, algo le pasaba por la cabeza. 


De nuevo en solitario, tomo el desvío del passo Sella para acometer los últimos kilómetros de esta vertiente de Chiusa, de la que me libraré de los treinta primeros.


El paisaje es primoroso. Me quedan solo cinco kilómetros al 7-8-9%, yendo poco a poco a más, hasta arribar a una cima en la que me encuentro a un montón de ciclistas y moteros.


Las vistas son una pasada y no puedo evitar recordar viajes anteriores por esta zona, con el Pordoi, la Marmolada, ... Los Alpes se me están terminando y empiezo a sentir pena por ello. Han sido muchos lugares muy bellos.


El descenso me lleva hasta una rotondilla, donde empieza la subida a Gardeccia, un refugio de montaña en la base de las Torres del Vajolet. Hay cartel de puerto con perfil y datos, lo que indica que es una subida del Giro y que va a ser dura sí o sí.


Esta subida son 6´5km al 9%, pero un tramo de bajada tras pasar por Monzon esconde que siempre se va a estar por encima de la doble cifra. La parte final es ciertamente dura.


La carretera es muy estrecha pero con un piso perfecto, dirigiéndose al fondo de un valle presidido por las agujas denominadas Torres del Vajolet, unas formaciones rocosas espectaculares.


Los pequeños carteles con los datos de la subida van avisando de la dureza que está por llegar. La carretera se estrecha tanto que hay una rotondilla para que se puedan cruzar los vehículos que suben y baja.


Un kilómetro al 12% con puntas cercanas a la doble decena endurece la llegada al refugio. En ese tramo adelanto a un ciclista que sube en btt y le saco una barbaridad en poco tiempo. El chico tiene muchísimo sobrepeso y va sufriendo horrores, lo que me lleva a darle muchos ánimos para que pueda llegar.


Estoy un buen rato esperando en el final de la carretera para ver si llega el chico y acabo descendiendo, cruzándome con él cuando todavía está subiendo con la cara roja y medio muerto. Le doy más ánimos y sigo mi camino, esta vez con el passo Costalunga, una pequeña tachuela de 9 kilómetros al 4% que me pilla de vuelta a Chiusa, en la que solamente se sube algo en los cinco primeros al 7-8%, ya que la segunda mitad es prácticamente llana.


Tras coronar Costalunga en un llano urbano, un largo descenso me deja en Blumau, desde donde me quedan veinte kilómetros más en ligera subida hasta Chiusa, muchos de ellos circulando por una pista asfaltada ciclable, totalmente segregada, que viaja paralela a la carretera.


Para haber hecho cinco mil metros de desnivel, me encuentro de maravilla. Sin duda alguna, la jornada de descanso de ayer fue una grandísima idea que me ha permitido retomar fuerzas para esta segunda parte del viaje y, sobre todo, para los duros puertos que están por llegar.

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