Al norte de Brescia

15 de agosto de 2019  

Sigo avanzando hacia el oeste en el viaje de regreso y ya me encuentro en Lombardía para acometer un tríptico de subidas que nacen al norte del lago de Idro, en apenas seis kilómetros de distancia entre sí. La primera es la subida a Tremalzo por la vertiente de Storo, un puerto largo de veinte kilómetros al 6´5%




Los primeros kilómetros discurren por la carretera que une este lago de Idrio con el lago di Garda. Son como ocho kilómetros hasta tomar un desvío. El puerto es íntegramente trentino, siendo su cima la frontera con Lombardía.


El valle es tan profundo que apenas tengo luz en toda la subida, ya que estoy haciendo la vertiente oeste del puerto y a estas horas el sol todavía está muy bajo. El entorno es muy boscoso y no tengo buenas vistas hasta llegar al último tercio de la ascensión.


Me ha pillado un tanto frío este primer plato del día y se me atragantan bastante los kilómetros finales a un 7-8-9%. Apenas hay rampas duras pero resulta machacón.


El avance de la jornada lleva consigo un empeoramiento del tiempo y se va nublando a medida que llego arriba. Hay unos planos con casas y grandes praderas en altura.


La subida finaliza junto a una especie de hotel o restaurante. Hay bastante neblina y no se divisa mucho en la distancia, lo justo para ver el cortado del valle.


La siguiente subida del día comienza en el mismo lago d´Idro. Se trata de llegar al Rifugio Alpo desde Baitoni. Sus diez kilómetros al 11% ya predicen el tipo de ascensión que me voy a encontrar.


Los dos primeros kilómetros rondan el 10% de media pero hay un tercero más asequible que sirve de descanso para lo que viene después. Las vistas de la cabecera del lago son perfectas desde este punto elevado.


Tras este tercer kilómetro al 6% viene lo más duro, con una sucesión de kilómetros por encima del 10% de media, llegando varios al 14% en un tramo tremendo.


Es a partir de la localidad de Bondone cuando se pone serio. El sol aparece al tiempo que las pendientes de doble cifra, que ya no cesarán hasta coronar la subida.


Mientras unos abuelos disfrutan de las hermosas vistas que ofrece un mirador, yo sigo negociando rampas con la idea de parar en él a la bajada.


La carretera se convierte en una pista de montaña y se adentra en el bosque. Los porcentajes son duros pero resultan llevaderos hasta llegar a un estrecho desfiladero.


El desfiladero es una gran trampa a modo de rampón cercano al 30% con el piso de hormigón. Se hace un zigzag perfecto para hacer la foto en la bajada.


Menudo calentón inesperado el que me pego en esa sucesión de curvas. Poco a poco va suavizando la pista y lo poco que queda para coronar me da los ánimos necesarios para continuar.


El nombre de la subida no dejaba lugar a dudas y sé que tengo que acabar junto a un refugio. Solo queda saber cómo será el lugar en el que se encuentra.


Aunque la subida termina en un collado, donde hay un par de coches aparcados con el refugio en un alto, con los riscos sobre él. Ya solo me queda bajar hacia el lago y disfrutar de las vistas del mirador por unos minutos.


Termina el plan de hoy con un tercer puerto larguísimo, de treinta kilómetros al 5,5% de media, otros mil quinientos metros de desnivel en una sola subida: el Giogo di Bala.


De nuevo dejo abajo el lago de Idro pero esta vez me dirijo hacia el oeste, comenzando a subir en la localidad de Lodrone. Es un inicio suave, de unos cinco kilómetros al 4%.


Tras ese inicio de calentamiento hay una bajada y un tramo suave por el valle para prepararse para ascender al passo del Maniva, un prepuerto duro que no baja del 8% en casi diez kilómetros.


Como suele suceder casi siempre, la carretera inicial da paso a una más estrecha una vez abandonada la última localidad. Me tomo la ascensión con mucha paciencia, subiendo tranquilo, disfrutando del último puerto del día.


Pasan los kilómetros y el desnivel empieza a notarse en las piernas. La vegetación se abre mucho y diviso ese primer collado al que tengo que llegar: Maniva.


Al mismo tiempo, las nubes empiezan a aparecer cuando avanza la tarde, con clara amenaza de tormenta. Todavía me quedan unos diez kilómetros y ya empiezo a pensar que me voy a mojar.


Corono el passo del Maniva y hay un tramo suave de recuperación, sin apenas bajada, antes de volver a encontrarme con pendientes del 6-7-8%, más suaves que en la parte central del puerto.


El cielo se encapota mucho y diviso a lo lejos el final de la ascensión, en una montaña coronada por una estación de radar. Noto una gran bajada de temperatura y el viento empieza a arreciar.


Los dos últimos kilómetros los hago metido en la niebla, por encima de los dos mil metros de altitud. Algo me dice que esta niebla me está robando las mejores vistas del día.


En este tramo final hay un par de rellanos. Desde uno de ellos se ven dos pequeñas lagunas y se intuye el valle a lo lejos pero no lo puedo disfrutar del todo por la niebla.


Hasta que llego arriba, junto a una valla que impide acceder a las antenas. El lugar es un paso de aire y es imposible parar ahí, así que me tengo que dar media vuelta en cuanto termino. De todas formas, la amenaza de tormenta no invita a quedarse mucho.


Finalizo el descenso tras un buen rato, dada la distancia a recorrer, y me preparo para un largo traslado. Tengo que cruzar media Italia hasta llegar a los alrededores de Cuneo, donde me esperan las tres últimas subidas de este viaje.

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