Venosta y noreste de Merano

30 de julio de 2019  

Continúo en el Alto Adigio italiano. He dormido junto al campo de fútbol de Coldrano, tras haber pasado la tarde paseando por la pequeña localidad, haciendo algunas compras en los pequeños supermercados. En la localidad apenas se habla italiano y cuesta entenderse. El ladino y, sobre todo, el alemán dificulta hacer las compras. 




Madrugo bastante junto a las enormes plantaciones de manzanos para hacer la subida a Val Martello, de más de veinte kilómetros. Se trata de una subida inconstante, con pendientes muy irregulares.


Me voy adentrando en un profundo valle. Sale el sol. La primera media docena de kilómetros va incrementando la dificultad hasta completar tres kilómetros seguidos al 9%.


Este primer escalón es seguido por otro par de kilómetros más suaves, hasta llegar a la localidad de Thal. Una vez superado este tramo, comienza un nuevo escalón.


Esta parte central se realiza por una carretera estrecha que está en perfecto estado. La pendiente sigue siendo muy irregular, con muchas pequeñas rampas,hasta llegar a un lago donde se llanea por dos kilómetros.


Tras pasar el lago, aparecen unos rápidos interesantes y hay que superar un último escalón, con un kilómetro entero al 11%, algo que se hace muy bien gracias a unas revueltas muy entretenidas.


Poco después, la subida concluye junto a un puente de madera, donde el piso se vuelve de tierra. De nuevo me encuentro con una ascensión con triste final, aunque la zona del lago, los rápidos y las revueltas han merecido la pena.

Regreso al coche y realizo un pequeño traslado hasta Naturno, donde se inicia la subida a Val Senales. Hay manzanas por todas partes en el comienzo de esta ascensión de otros más de veinte kilómetros.


La subida parece una fotocopia de la anterior. Avanzo por un valle con pendientes muy irregulares, donde se entremezclan los kilómetros suaves con otros al 10%.


Llego a Unser Frau en el kilómetro catorce y, tras un nuevo escalón con pendiente de doble cifra, accedo al lago de Vernago, donde me esperan tres kilómetros llanos hasta llegar al fondo del mismo.


Los torrentes que alimentan el lago caen por las laderas. Quedan solo tres kilómetros más de ascensión, esta vez constantes, al 7-8%, hasta llegar a la pequeña población de Maso Corto.


Apenas me quedan quinientos metros para finalizar cuando me encuentro con unos operarios arreglando la carretera y tengo que detenerme por un par de minutos. La subida finaliza poco después en otra especie de estación invernal, muy desangelada en verano aunque, esta vez, con muchos coches y mucha gente caminando.


Toca un nuevo traslado hasta Vipiteno, donde se inician dos subidas de quince kilómetros y números bastante parejos: el passo di Monte Giovo y el passo di Pennes, ambos por encima de los dos mil metros de altitud.


Comienzo por el puerto de Giovo, que en alemán se denomina Jaufenpass. Es curioso la duplicidad de nombres en toda esta zona del Alto Adigio (Tirol del Sur). El puerto es todo constancia, manteniéndose siempre en el 7-8%.


Desde el principio tengo la impresión de estar subiendo un gran puerto, algo que echaba de menos desde hace muchos días. La gran presencia de moteros también es un presagio de ello.


Las vistas empiezan a ser grandiosas, gracias a que se trata de un puerto que remonta un collado por una ladera de montaña, totalmente despejado hacia el valle. La carretera, la pendiente, la longitud y la altitud alcanzada lo hacen perfecto.


La cima del puerto se realiza en un collado de paso, con una caseta a modo de bar en la que hay un montón de mesas. Corre bastante viento de cara y me doy media vuelta muy satisfecho con este puerto.


Desciendo hasta Vipiteno para dar carpetazo a la última subida del día, el passo di Pennes. Son otros quince kilómetros al 8%, algo más serio todavía.


Va avanzando la tarde de una dura jornada y el cielo comienza a oscurecerse. Ha bajado bastante la temperatura y parece que pueda llover en cualquier momento.


Los dos primeros kilómetros han sido muy suaves, lo que endurece la media de lo que resta. Kilómetros al 9-10% se van sucediendo uno tras otro.


Llego a media subida y empieza a chispear, lo que me va a obligar a darme prisa si no quiero chupar agua. Pero la pendiente es dura y no puedo quemarme porque todavía queda bastante.


Se pone a llover con fuerza cuando quedan seis o siete kilómetros para coronar, con lo que me tengo que proteger. Menos mal que esta vez llevaba la chaqueta de goretex. La subida al passo di Pennes termina en otro puerto de paso muy chulo, por encima de los dos mil metros, con un montón de moteros protegidos en un refugio. Yo me trago una buena mientras bajo. En el coche me cambio y me traslado hasta Chiusa, donde llego con un fortísimo aguacero. Tenía decidido hacer una jornada de descanso en medio del viaje y mañana será el día, ya que hay previsión de agua a mares.

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