Rodeo al lago de Serre-Ponçon

22 de julio de 2019  

Hoy va a ser el segundo día completo de pedaleo en este superviaje y hace un calor soporífero. En esta zona prealpina del sureste francés las temperaturas suben muchísimo en verano. Como de costumbre, mi falta de preparación inicial hace que la segunda jornada sea la peor de todas, ya que se unen el cansancio del largo viaje inicial y el de la primera etapa, cuando todavía no duermo muy bien por no estar acostumbrado del todo al espacio, al colchón o a la alimentación.

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Rodeo al lago de Serre-Ponçon Savines-le-Lac 100 km 2650 m+ IR




Estamos en pleno período vacacional y hay mucha gente en Savines-le-Lac. Consigo un sitio para dormir a medio kilómetro del pueblo, en la carretera por la que llegaré cuando finalice la ruta circular.


Salgo tan pronto que todavía no hay nadie por las calles, con la idea de aprovechar al máximo las horas más frescas del día. Tengo como unos treinta kilómetros de rodaje antes de empezar con la primera subida. Debe ser un trazado cicloturista alrededor del lago porque hay señalizaciones kilométricas indicando algo así como una circular pasando por los pueblos del llano.


En Remollon, a donde llego con una tostada increíble tras solo treinta kilómetros llanos, empieza la subida al Mont Colombis, un pepino de más de once kilómetros al 9% de media que va a ser el primero con rampas verdaderamente duras que me voy a encontrar. Antes de empezar ya sé que lo voy a psaar mal subiendo.


Abandono la carretera principal y me adentro en esta que lleva a la pequeña localidad de Théus. Una torrentera árida y seca es una perfecta metáfora de mi garganta. Si a esta hora temprana de la mañana ya hace este calor, lo que me espera hoy no tiene nombre.


Tras un inicio de tres kilómetros al 7-8% llego a Théus. Lo primero que hago es buscar una fuente porque llevaba mucho tiempo sin poder mojar los labios. Encuentro un caño fabuloso pero lleno de avispas, con lo que tengo que entablar una batalla para aniquilar a la mayoría antes de que acaben ellas conmigo. Creo que me cargo a más de cincuenta a bidonazos de agua.


Salgo del pozo encharcado, ya que se puede decir que me he duchado en la fuente, con los calcetines chapoteando en las zapatillas intentando mitigar un poco el recocido que llevo en las plantas de los pies. Pero de poco va a servir, puesto que dos kilómetros al 10% al salir del pueblo hacen que se sequen hasta las venas.


La parte central del puerto suaviza un poquito, pero la solana va a más y compensa. Hay carteles con los datos y voy calculando, con lo que la parte final sé que va a ser durísima.


Apenas un pequeño tramo con sombra y los cuatro kilómetros finales se mantienen por encima del 11%. Con mi poca preparación y este calor, se me hacen terribles y no veo el momento de llegar arriba.


La subida al Mont Colombis se corona en una planicie con unas antenas. Pensaba que habría unas vistas espectaculares del lago de Serre-Ponçon pero nada, es un final bastante ciego, de esos de llegar y dar la vuelta. Y con lo fresca que estaba la fuente de Théus, pues como que tampoco me apetece quedarme.


En Théus me paro a comer y me vuelvo a duchar tras matar a otro par de decenas de avispas. Creo que hoy me llevo la medalla al exterminador de una especie, ya que es posible que las haya dejado en peligro de extinción. Ha sido un genocidio en toda regla.


Tras pasar Espinasses llego a la cabecera del lago, donde se inicia una subida con la que no contaba, de esas que suele haber en medio para putear cuando trazas en el GPS una circular entre dos puertos.


Es una carretera perfecta que va picando para arriba. El único tráfico que hay es pesado y me pasan como media docena de camiones largos. Cuando se cruzan dos en un túnel y te pilla justo en medio es un poco acojono.


El track que sigo me lleva por una carretera que baja a un camping a orillas del lago pero que parece no tener salida en el mapa y que luego tendría que reandar, así que no arriesgo y sigo ascendiendo hasta la localidad de Saint Vicent.


Poco a poco voy ganando altitud y las vistas del lago de Serre-Ponçon empiezan a ser espectaculares. Por un momento se me olvida la tostada que llevo encima.


Esta subida de Vauban es suave, sin superar nunca el 5% y consigo superarla gracias a la fuente que encuentro en Saint Vicent, a poco de coronar. Desde allí bajo rápidamente por una carretera que parece una autopista, hasta que me tengo que desviar y coger la que serpentea a orillas del lago.


Llego muy cocido a la base de mi última subida de la etapa de hoy: el col du Pontis. La carretera bordea el lago hasta llegar a Savines-le-Lac pero hay un pequeño paso de montaña que nace en una playita. Como es pronto todavía, los días son muy largos, no llevo ya agua y voy cocido, decido meterme en el lago y pegarme un buen baño.


El baño me sienta estupendamente pero no es más que una ilusión porque por dentro estoy fundido. Tengo que afrontar el puerto sin agua, con una temperatura que supera los 35ºC y con rampas de doble cifra que van a hacer el resto. La subida es corta, de poco más de cinco kilómetros, pero me conozco y sé que voy a petar.


Se inician las hostilidades con el mojón anunciador de la pendiente media y con mis labios que no son capaces de despegarse. La garganta es un estropajo y siento como que tengo algo pegado que no me deja respirar. Buen comienzo.


Las vistas del lago empiezan a ser colosales pero a mi ya no me dan las piernas. No puedo respirar y siento que me voy ahogando cuando empiezo a escuchar que viene otro ciclista por detrás.


Al paso por unas casas, en la parte central de la subida, me ahogo y tengo que parar. El ciclista que venía detrás de mí continúa tras saludarme y ver que voy medio muerto. Espero a retomar el aire y consigo arrancar cuando ya lo he perdido de vista. La pendiente se mantiene en un 10% pero no puedo con ella.


Consigo arrancar de nuevo. Solo me quedan dos kilómetros pero se me van a hacer durísimos. Intento mojarme los labios con el agua del bidón pero es caldo de garbanzos, no hay quien se lo trague.


Tardo una barbaridad en hacer el último kilómetro, a pesar de que suaviza un poquito. Cuando llego a la cima del puerto me encuentro al ciclista con la rueda pinchada. Es alemán y no habla bien ni inglés ni francés. Le ofrezco ayuda porque tengo cámaras de recambio en el bolsillo y un alargador de válvula que necesita para hinchar sus ruedas de perfil, pero a duras penas consigue decirme que ha llamado a su mujer que está en Savines-le-Lac con el coche y que sube a buscarlo.


Allí le dejo y me tiro para abajo totalmente deshidratado, con un dolor de cabeza propio de un golpe de calor. Me cruzo con un coche que supongo sería el de la mujer del ciclista y me detengo por un instante para disfrutar de las vistas del puente del lago.


Al llegar abajo, me aseo un poco y me cambio de ropa para buscar un lugar donde comprar bebida fría. Comer bien y refrescarme me sienta genial y recupero pronto, lo suficiente como para darme un paseo y pasar un rato con el wifi gratis de la oficina de turismo. Por la experiencia que ya tengo, sabía que hoy iba a ser el día más duro del viaje y así ha sido. No falla.


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