El parque Ela

26 de julio de 2019  

Hoy va a ser un día histórico, el día en el que termine con todos los puertos de Suiza. Me quedan solo cuatro, en el entorno del Parque Ela, al noroeste de Sankt Moritz. Me pego un buen madrugón para que la jornada de mucho de sí y empiezo a subir a Juf, desde Andeer.




El primer tramo de carretera me suena de ir hacia Splugen en mi primer viaje alpino, allá por 2009. Echo la vista atrás y han sido más de diez años para completar este país.


Me desvío por un valle y la subida no ofrece ningún aliciente. Los porcentajes son muy suaves en más de veinte kilómetros de ascensión. Tan solo algún punto se sitúa al 8% o así, pero no mucho más.


Se trata de un valle de suaves praderas, regadas por un río. A mí estas subidas me aburren un montón, qué le vamos a hacer.


Voy pasando por distintos poblados de cuatro o cinco cabañas de madera, de las típicas de la zona. Tan solo la llegada a Cresta tiene dos kilómetros enteros al 7% de pendiente porque lo demás es de porcentajes suaves del 2% al 4% como mucho.


La subida finaliza en otro poblado de cuatro cabañas y la carretera se acaba. Se convierte en una pista de tierra por la que veo a un grupo de senderistas, de los muchos turistas que hay en la zona durante estas fechas.


Justo al final de la carretera hay una especie de alojamiento con unas mesas, donde hay gente desayunando. El sitio se ve la mar de tranquilo, pero como subida es un coñazo.


De nuevo en el coche realizo un pequeño desplazamiento a Chur, o Cuera, que por esta zona lo mismo te encuentras el nombre de las localidades en alemán o en romanche, una mezcla de latín e italiano que es la cuarta lengua de Suiza.


En Cuera tengo dos puertos juntos, Arosa y Lenzerheidepass, y empiezo con la subida a la población del lago porque son casi treinta kilómetros.


Y el caso es que es otro truño tremendo. Tras un escalón de unos ocho kilómetros para llegar a Castiel, hay unos quince kilómetros de auténtico coñazo, con pendientes del 1% al 4%.


Los cuatro últimos kilómetros son una pequeña pared al 10% para terminar llaneando a la entrada de la población. Llevas tanto rato rodando para arriba que se hacen interminables.


Arosa es una mierda, una especie de centro comercial gigante. Es de esas localidades alpinas que en invierno tendrán mucha vida, pero que en verano resultan muy tristes.


Desciendo de nuevo hasta Chur y tomo la carretera del Lenzerheidepass. Es un puerto de trece kilómetros al 6,5%, con un peldaño al principio y otro al final, con la parte central más suave para descansar entre ambas zonas.


La verdad es que el último día suizo está resultando muy soso. Está siendo tan gris que hasta el cielo empieza a encapotarse y amenaza lluvia.


Antes de llegar a Churwalden me caen un par de gotas. Apenas me quedan los tres kilómetros finales del puerto, los más duros de toda la ascensión.


Pero al pasar Churwalden empieza a llover y me quedo sin hacer más fotos en lo que queda de jornada. Los doce kilómetros del Flüelapass desde Davos los hago lloviendo. Aunque llueve, la temperatura es muy agradable y no tengo mayores problemas con el Goretex.

Triste despedida para un bello país pero al que no creo que vuelva por sus gentes. De hecho, aún me queda una última anécdota desagradable. Al finalizar el Flüelapass, decido entrar en Italia por el Splugenpass, para así recordar tiempos pasados y porque es lo que mejor me enlaza con el primer puerto de mañana. 

Camino de Splügen, al paso por el desfiladero de Rofflaschlucht, saco la cámara por la ventanilla con el coche en marcha para hacer una foto y un coche que viene detrás se pone a pitar como si le pasara algo. Me detengo por si necesita ayuda y resulta que baja una mujer para echarme la bronca por hacer una foto en marcha, diciendo que va a llamar a la policía.

No sé cómo consigo calmarla, diciéndole que no lo volveré a hacer, pidiendo disculpas, y prosigo el viaje para pasar a Italia por el Splügenpass, todo esto lloviendo a mares. Al comenzar el puerto veo aparcada a una furgoneta de la policía y empiezan a perseguirme hasta hacerme parar en la cuarta o quinta curva, tirado hacia el arcén.

Me piden la documentación y empiezo a sospechar que ha sido la puta vieja, hasta que después de un buen rato me dejan seguir por tratarse de un control fronterizo rutinario. Lo de este puto país no tiene nombre. Es muy bonito, tiene grandes puertos, pero yo no creo que vuelva.

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