Montée du Géant

  01 de junio de 2019  

Hoy se celebra 'la subida del Gigante', un evento por medio del cual se sitúa en la cima del Tourmalet la estatua que homenajea a Octave Lapize (primer ciclista en pasar por el alto en el Tour de 1.910) después de su descanso invernal en el valle. La cita tiene lugar siempre el primer sábado del mes de junio, sea cual sea el estado de la carretera para estas fechas, dando apertura oficial con ello al puerto más emblemático del ciclismo. Para dar más empaque al acto, se acompaña al camión que sube la figura con una marcha cicloturista totalmente gratuita a la que llevo diez años queriendo asistir y que, por uno u otro motivo, no me había sido posible. Hoy sí, hoy soy de la partida en el acompañamiento al Gigante.

XTREM CAT 1 CAT 2 CAT 3 CAT 4


Montée du Géant Bag. de Bigorre 98 km 2920 m+ IR




He dormido a orillas del río Adour, que baja con fuerza del macizo de Néouvielle en su camino hasta Baiona. No sabía cuál era el lugar exacto de comienzo de la marcha en Bagnères de Bigorre y me llevo la grata sorpresa de que es a escasos cincuenta metros de donde tengo el coche, con lo que soy testigo del montaje de la salida mientras desayuno tranquilamente.


Van apareciendo ciclistas y más ciclistas salidos de autocaravanas y campers que buscan aparcamiento por la zona. La hora de inicio de los eventos es las nueve de la mañana y decido salir antes para ir saboreando el ambientillo.


La estatua de Octave Lapize está junto a la salida y la gente se va turnando para hacerse una foto junto a ella. Las más animadas son un grupo de chicas vestidas de rosa y que se hacen llamar 'Les Roses'. El grupo es tan numeroso que destaca sobremanera.


También se fotografía mucha gente junto al busto de Jacques Goddet, quien fuera director del Tour de Francia durante cincuenta años, desde 1.936 hasta el año 1.987.


Llega el camión que subirá a la figura y se están cerca de media hora en cangarla en él, junto con la charanga de 'Los muchachos de Pierrafite-Nestalas' que van a ir amenizando la marcha con su música.


Casi a las diez de la mañana, con un calor que anticipa lo dura que va a ser la jornada, tiene lugar la salida. No sé cuánta gente hay exactamente pero la caravana de ciclistas es larguísima.


Voy viendo gente de todo tipo, incluyendo niños y niñas con sus bicicletas de carretera que van rodando con una soltura que me alucina bastante. Al llegar a Campan, hay un avituallamiento en el que se ofrece café caliente con croisants recién hechos. Me detengo ante el aviso de un voluntario y disfruto viendo pasar a gran parte del pelotón.


De nuevo en el grupo, empezamos a subir el Tourmalet por esta vertiente de Sainte Marie de Campan. Son 17km al 7,5% y, desde el comienzo, ya hay gente que se ve que lo va a pasar muy mal.


Los primeros kilómetros de subida son los peores, ya que me llevo la desagradable sorpresa de que el tráfico está abierto y eso hace que suban tantos o más coches y motos que ciclistas. Pensaba que esta era la apertura oficial del puerto y que los ciclistas eran los únicos que podían seguir la caravana, pero no, soy testigo de más de una maniobra peligrosa por parte de los conductores que adelantan sin mirar si vienen coches de frente. Cuando se da la coincidencia, alguno volantea a la derecha y se lleva un montón de reproches totalmente justificados.


Poco a poco, la subida va estirando al pelotón y eso hace que el peligro vaya desapareciendo. El calor va a más y me encuentro con alguna furgonetilla de la organización en la que se ofrece agua fresca.


Antes de llegar a la zona de viseras, me encuentro con una chica tirada en el suelo y atendida por varios ciclistas. Hay una amplia sombra que invita a parar para quitarme todo lo que me molesta por el calor y echarlo a la mochila, justo cuando llega la ambulancia para socorrerla. No sé si se habrá caído o habrá sido un golpe de calor porque la temperatura ya empieza a ser insoportable.


Sigo con la ascensión y voy encontrándome auténticos cadáveres en la carretera, gente con muy poca preparación que ya sube caminando, empujando la bici, o que se encuentra sentada en cualquier sombra de la cuneta. Cada vez que se acerca un ciclista por detrás oigo un 'chiiiiiiiiiiiiiiii....' característico de las e-bikes. Hay un montón de bicicletas eléctricas que se están poniendo de moda pero que me parecen un auténtico fraude. Decir que has subido el Tourmalet con una e-bike es como decir que lo has hecho con una motocicleta. La única diferencia es que una va con un motor de gasolina y la otra con un motor eléctrico, pero ambas poseen tracción mecánica. Solo hay que ver cómo me pasan silbando personas con un sobrepeso tal que dudo que sean capaces de andar en llano durante diez minutos sin ahogarse.


Superada la primera mitad de esta vertiente, llega la parte más dura al alcanzar la recta de las viseras, llegando a La Mongie. aparece una doble cifra mantenida y disfruto mucho de la compañía de tantos otros ciclistas.


En La Mongie hay atasco gordo por culpa del avituallamiento, donde nos ofrecen una manzana y una gominola para tener un buen chute de azúcar para la parte final. Me como la manzana y un croisant relleno que llevaba en el maillot y me guardo la gominola para cuando vea la necesidad.


La salida hacia la cima es un goteo de participantes. Subo bien, con ganas, con fuerzas, muy animado y entretenido. Voy haciendo fotos sin parar mientras pedaleo disfrutando de la marcha y de las vistas de la alta montaña pirenaica.


Toca la llegada a la cima y hay mucha gente en ella. La charanga del camión dejé de oirla al principio de la subida y pensaba que la figura del Gigante ya estaría colocada pero tengo la fortuna de llegar justo en el momento en el que están procediendo a su colocación.


Termina el acto para el cual hemos venido hasta aquí y me acerco al avituallamiento final, donde me ponen un sello en el brazo para que la gente no repita el plato de jamón, queso y tarta de frambuesas que nos ofrecen.


El avituallamiento es todo un lujo, siendo todo totalmente gratuito. Van llegando ciclistas sin parar mientras la charanga toca la música amenizando el cotarro.


Casi todos los ciclistas vuelven sobre sus pasos pero yo tengo idea de hacer una circular por Lourdes, así que bajo por la vertiente de Luz Saint-Sauveur muy animado.


Para mí no hay comparación posible, siendo esta ladera mucho más bella que la de Campan. Bajar junto al torrente de la Gave de Pau, con las vistas del gran macizo enfrente, es una pasada.


Llego al fondo del valle y se me enciende la lucecita en la cabeza, cambiando de planes de repente. Me encuentro de maravilla y la subida al Tourmalet por Campan me ha sabido a poco, con lo que decido hacer mi propio homenaje al Gigante ascendiendo de nuevo por la vía Fignon, dando paso de esta manera a las tres carreteras del coloso. Como no tengo nada de comida, me meto en el Carrefour para comprar unos pastelitos y me refresco todo lo que puedo en los baños públicos porque el calor es bestial a estas horas del mediodía.


He disfrutado muchísimo la subida compartida con cientos de ciclistas pero ni comparación con lo que disfruto esta ascensión en solitario. Para mí esta afición de subir puertos de esta entidad tiene mucho que ver con los momentos de esfuerzo, relajación, meditación y soledad que le acompañan.


Hace ya bastante tiempo que no me adentro en la vía Fignon. La última vez fue con Javi, hace ya unos cuantos años, en un intento de Everest que realizamos por esta zona. El calor de aquel día y el de este son muy parecidos.


La vía Fignon recorta un kilómetro el trazado actual del puerto y, además, es mucho más espectacular, sobre todo en la curva del Parque Botánico. Yo no sé por qué no subo más por aquí y siempre acabo sucumbiendo a la comodidad de la nueva carretera, como hace todo el mundo. Recorrer de nuevo este tramo me está haciendo ver el error que cometo cuando sigo por inercia el camino de otros.


El calor es soporífero y tengo que parar varias veces para refrescarme. Aprovecho el agua fresca que baja por algún torrente para mojarme la cabeza. Mi melena está alcanzando tal nivel de cabellera que en estos días me asfixia bastante.


Me sorprende lo limpia y cuidada que está la vía Fignon para llevar tantos años cortada al tráfico. Apenas hay tres o cuatro piedras pequeñas de los desprendimientos que se producen en una ladera más expuesta.


Conecto con la nueva carretera a falta de cuatro kilómetros para la cima. He ido observando por ella a una chica y a otro chico y enlazo pocos metros detrás de ellos.


Alcanzo la cima del Tourmalet en completa soledad, que es como más me gusta. No hay nadie haciéndose fotos junto al cartel y puedo disfrutar del encuadre sin tener que hacer malabares.


Llevaba muchos años queriendo participar en este evento y, por fin, me he desquitado. Ha sido un día maravilloso que guardaré para siempre en el recuerdo. El Tourmalet tiene algo especial para mí, hay un vínculo emocional muy fuerte que me une con este puerto. Siempre digo que el Tourmalet no es el puerto más alto, no es el más largo, no es el más duro y ni siquiera es el más bello.... ¡pero es el Tourmalet! He perdido ya la cuenta de las veces que lo he subido, posiblemente sean más de treinta, y para mí es el mejor puerto del mundo.

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5 Comentarios

  1. Felicidades. Bonitas reflexiones a cuenta de este puerto sin igual. Yo solo lo he subido una vez, por Luz. Desconocía la vertiente Fignón.
    Me alegra mucho que tus molestias hayan desaparecido. Enhorabuena.

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    1. Pues dependiendo de cuánto tiempo haga que lo subiste, igual lo hiciste por la vía Fignon, ya que hasta el año 2011 no había otra. Para mí es un puerto muuuuuyyyy especial.

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    2. Ya lo veo en el mapa. La Fignón es la de abajo, el el tramo desdoblado, la de la curva de vaguada. Pues en lo nuevo hay algunas herraduras chulas. Tengo que volver.

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    1. Pues entonces hiciste la de toda la vida, la vía Fignon de ahora. Hicieron una variante a la curva de vaguada que pasaba por el botánico, ensanchando mucho la carretera por la otra ladera de Superbarèges. Ahora casi toda la gente sube por ahí (los vehículos a motor están obligados) porque hay un descanso enorme en la zona de la estación. Por este tramo nuevo son cinco kilómetros en lugar de los cuatro de la vía Fignon. Las herraduras que dices están chulas pero mucho menos que el tramo tradicional.

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