Sur de Mallorca

  2 de enero de 2019  

Hoy es la última etapa de este periplo balear y todo lo condiciona tener una reserva de ferry, ya que no puedo permitirme llegar tarde por culpa de cualquier imprevisto. Por eso, aunque el barco salga a las once de la noche, la etapa es la más corta de todas y también la de menor dificultad, de modo que me permita rodar tranquilo y con mucho margen.

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Sur de Mallorca Felanitx 100 km 650 m+ IR



Sale el sol en el santuario de Sant Salvador y puedo disfrutar del alba de un nuevo día. Lo que son las cosas, en directo es un amanecer más soso que el de ayer, sin nubes en el horizonte que generen contrastes y, sin embargo, las fotos salen bastante mejor.


Esta noche ha hecho fresco. Las previsiones meteorológicas dan bajada de temperaturas para los próximos días y yo ya la he notado demasiado.


Mientras estoy recogiendo todo, un hombre barre la zona y va cambiando las bolsas de basura de la papelera. Es el encargado de cuidar el santuario y me estoy un buen rato hablando con él.


Charlamos largo y tendido. Es un tipo muy agradable, amante de su tierra, y me indica que hay una vía de servicio para ciclistas que discurre paralela a la autovía de Palma para que la pueda coger en la parte final de mi etapa.


Arranco cuesta abajo después de un buen rato. Ayer hizo un día espectacular y hoy parece que también vaya a serlo, puesto que el sol calienta rápidamente el ambiente.


Me esperan treinta kilómetros descendentes hasta la costa que, además, los hago con una suave brisa favorable, lo que hace que los recorra enseguida.


Al llegar al mar, un nuevo bidegorri me recibe y lo voy siguiendo por todo el litoral de Sa Rápita. Es una zona que no me gusta mucho, aunque me resultan curiosos las balconadas y los porches de las casas de primera línea de playa.


Toca volver al interior para hacer el último BIG de este viaje: el santuario de Cura. Giro rumbo norte por la carretera de Llucmajor, rodando en solitario, sin nada de tráfico.


Al salir de Llucmajor, empiezo a coincidir con muchos ciclistas, la mayoría extranjeros, y todos parece que vamos en la misma dirección, hacia la única área de montaña que se divisa en la zona.


Como algo antes de empezar a subir y me adentro en las callejuelas de Randa. Van a ser otros cinco kilómetros al 5% para acceder hasta el santuario de Cura.


Nada más salir de Randa me encuentro con el típico cartel de puerto con los datos básicos y para arriba que voy, detrás de un par de ciclistas que han salido poco tiempo antes.


La subida me resulta bastante más sosota que la del otro santuario, a pesar de ser más abierta en casi todo el trazado. Hay gente que sube andando por los senderos y nada de tráfico.


Lo más destacable de esta subida es el lugar que ocupa en Mallorca. Al encontrarse en una posición más centrada, las vistas que va ofreciendo según se gana altitud son muy generales, y se aprecia, prácticamente, toda la isla. 


Hay una precima en unas antenas y luego apenas hay desnivel, ya que la subida va perdiendo fuelle a cada kilómetro. Enfrente aparece toda la sierra de Tramuntana.


Corono el alto y sigo hasta las edificaciones del santuario, siguiendo la carretera llana. Me meto por el pórtico de entrada y dentro hay bastante gente en un restaurante o sentada en alguno de los bancos de una especie de área recreativa.


Como tengo muchísimo tiempo de margen, me siento en una especie de mirador para comer algo y para disfrutar de estos últimos rayos de sol antes de regresar a la península.


Las vistas son de una amplitud bestial. Destaca la isla de Cabrera hacia el sur y creo intuir la de Menorca hacia el norte, o así me parece algo que se vislumbra entre la bruma del horizonte.


En eso llegan dos currelas en su furgonetilla, paran para echar una foto y nos echamos unas risas cuando uno le avisa al otro para que tenga cuidado porque en Nochevieja se debió caer una guiri borracha encima del terreno en el que pastan unos corderos.


Una vez abajo, ya solo me queda regresar a Palma, lo cual hago siguiendo la carretera de Algaida primero y el trazado de la autovía después.


Hay un momento en el que entro en la autovía porque no encuentro esa vía de servicio para ciclistas, hasta que me doy cuenta de que se toma unos metros más adelante.


Se trata de una carretera perfecta, con un asfalto impecable y de una anchura más que aceptable. El único pero es que pensaba que iba a ser de uso exclusivo y me encuentro con un coche de frente en un punto en el que no lo esperaba y casi la liamos.


Estando cerca de Palma, decido dejar la carretera para tirar hacia el mar, por la zona del aeropuerto, para seguir el paseo marítimo.


En el bidegorri del paseo coincido con mucha gente rodando en patines y con algún que otro ciclista urbano. La temperatura es tan agradable que hay gente pegándose un baño en la playa.


Recorrer el paseo hasta el centro de Palma me lleva como cinco kilómetros que disfruto muchísimo, ya que es aún muy temprano y me lo tomo con mucha tranquilidad, parando en un banco, haciendo fotos, ...


Lo primero que hago nada más llegar a la ciudad es irme directo al puerto, para ver de dónde sale el ferry y para confirmar la hora de salida a las 23:30 de la noche. Después, con media tarde todavía por delante, hago un montón de kilómetros recorriendo las calles de Palma.


La catedral de Santa María de Palma es espectacular. Me quedo un buen rato disfrutando de la zona mezclado con la ingente cantidad de turistas que hay, algo increíble siendo hoy como es un dos de enero.


Cae el sol antes de las seis de la tarde y la temperatura lo hace más rápido aún, quedando una noche gélida ante la que doy gracias por no tener que soportarla al raso. Intento meterme en un café para mantenerme caliente pero no hay forma de que te dejen entrar en ninguno con la bici, de manera que, como no la puedo dejar fuera entre tanto gentío, no me queda otra que dar vueltas y vueltas por la zona comercial, donde las calefacciones de las tiendas hacen que se pueda estar más o menos bien.


Hasta las 22:30 no abren el puerto y paso un frío del copón. Un operario me ve encabezando la fila de coches que espera a que sea la hora y, en cuanto abren la puerta, se apiada de mi, dejándome pasar al centro de venta de billetes para que pueda esperar hasta la hora del embarque sentado en un espacio con calefacción. Media hora después, toca entrar en el barco y me quedo dormido enseguida. Las ocho horas hasta Barcelona se me pasan volando.

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