El norte de Tramuntana

  31 de diciembre de 2018  

Hoy es el último día del año y la primera vez que lo voy a pasar dando pedales lejos de casa, con lo que podré disfrutar de una Nochevieja diferente. La etapa de hoy es la de mayor desnivel acumulado de este stage mallorquín, y eso que ayer quité la primera subida porque me sobraba tiempo. Me espera la mitad norte de la sierra de Tramuntana con los puertos más famosos de la isla.

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El norte de Tramuntana Bunyola 115 km 2890 m+ IR



He dormido razonablemente bien debajo de una mesa de una terraza cerrada de un restaurante en apariencia cerrado en invierno por tiempo indefinido. El espacio, al estar cerrado completamente por una especie de cenador de plástico transparente, me protegía del aire y resultaba 'acogedor'. Lástima que al despertarme por la mañana se me olvidara que estaba debajo de una mesa de forja y, al levantarme, me doy un golpe tremendo en la cabeza contra un barrote que va de pata a pata.

El caso es que me hago una pequeña brecha y de ahí empieza a manar sangre y me mareo un poco. Por suerte, he dormido con el buff puesto en modo gorro y ha amortiguado mucho el ostión porque me podría haber abierto la cocorota de lado a lado. A base de toallitas húmedas, consigo parar la hemorragia y, mientras desayuno, pienso que lo mejor será buscar un centro médico o, por lo menos, una farmacia para que me cierren bien la herida.

El caso es que recorro Bunyola y, como es lógico, no encuentro nada ni buscando con el GPS, y menos a las ocho de la mañana, así que empiezo a enfilar el coll de Sóller con un poco de dolor de cabeza y con una gotita de sangre cayendo de vez en cuando por la frente.


Como dicta el cartel de inicio de puerto, esta vertiente consta de cinco kilómetros al 5%, muy constantes todos ellos. La temperatura es mucho más agradable que la de la mañana de ayer y disfruto de cada pedalada aprovechando este clima invernal privilegiado que tienen en la isla.


La herida tiende a subsanarse sola y parece seca cuando me toco. El casco me roza un poco y me lo aflojo mucho para que no me moleste. Como me sigue doliendo la cabeza, me tomo un ibuprofeno de los dos que siempre llevo en el bote de herramientas justo cuando aparece una grupeta que voy viendo acercarse a mi gracias al precioso trazado zigzagueante del puerto.


Poco a poco me van adelantando todos los integrantes del grupo, los cuales me saludan muy amablemente y me van deseando buena ruta. Una chica del grupo me da conversación y descubrimos que tenemos conocidos comunes en esto de las bicis gracias a su afición a las brevets. El mundo es un pañuelo.


Corono el coll de Sóller y, gracias a mi lastre y a que van haciendo reagrupamiento esperando a las unidades descolgadas, les paso en el descenso y me acerco al Port de Sóller para hacer un poco de turisteo.


Mi prioridad es coger agua pero me quedo con las ganas porque no hay fuentes por ninguna parte. Compré seis batidos de chocolate para los cuatro desayunos y me sobran dos, así que tiro de uno para hidratarme y azucararme para la siguiente subida: el Puig Major.


Nada más empezar a subir, aparece el cartel de inicio y señala Túnel de Monnàber como nombre de la subida, ya que al Puig Major no se sube salvo que tengas permiso especial otorgado por el EVA, como sucede en muchas subidas de este tipo coronadas por centros militares.


Por tanto, no veo lógico llamar Puig Major a este puerto. Sería como llamar Bola del Mundo a Navacerrada, Picón del Fraile a Lunada, Aitana a Tudons, ... Ejemplos hay muchos.


La subida al Túnel de Monnàber son catorce kilómetros al 6% y voy haciendo a un ritmo tranquilo, disfrutando del puerto más largo de la isla.


Llega un momento en el que me vuelve a dar caza la grupeta mallorquina de antes. Al haberme desviado y parado yo en Port de Sóller, no esperaba volver a verles.


El grupo se va despedazando y hago toda la subida con un chico y una chica que llevan un ritmo semejante al mío. Es la subida más larga y esto hace que sea muy entretenida y que los kilómetros vayan cayendo sin darme cuenta.


En la parte final sopla bastante aire de cara. Uno de los que antes llegaron arriba regresa y puedo aprovechar su rueda durante un buen rato, con lo que me ahorra bastantes energías que habría malgastado contra el viento.


Tras cruzar el túnel, llegamos al embalse de Cúber, donde hay una nueva reunificación del pelotón y me invitan a participar en la foto de grupo. Luego hago yo una en la que están todos ellos y que es la que yo tengo.


Tras un buen rato de charla, les agradezco enormemente la amabilidad, la compañía y su buen rollo, echando un ojo al Puig Major con cierto pesar por no haber solicitado permiso para subirlo, ya que no me costaba nada haber hecho la petición.


El grupo sigue su ruta y yo voy haciendo fotos de este lugar tan sorprendente, más propio de una cordillera continental que de una isla. La etapa de hoy está siendo muy chula.


No sé cómo lo hago pero consigo enganchar rueda en este tramo con aire contrario donde se van dando relevos, hasta que los pierdo definitivamente porque me paro en el pantano de Gorg Blau.


Tras saludar a dos turistas que también están haciendo fotos y aprovechando los rayos de sol, inicio el descenso pero me desvío hacia Sa Calobra, con el primer paso por el coll dels Reis.


Por esta vertiente interior, apenas son dos kilómetros y medio por encima del 6%, pero ya va dando síntomas de lo que me voy a encontrar por el otro lado, con un paisaje de alta montaña sorprendente a orillas del mar.


Hay momentos que la subida me traslada al Sistema Central y tengo la impresión de estar rodando por Gredos, hasta que corono y veo el mar al otro lado.


La vertiente costera me recibe con su famosa 'Corbata', una curva helicoidal muy plástica que aparece en todas partes cuando buscas referencias de este puerto.


Las fechas no son las mejores para hacer fotografías. Hay excesivos contrastes, con zonas soleadas y amplias zonas sombrías que impiden una toma global, ya que si enfocas una parte, te quedas sin la otra. Es una pena porque el trazado del puerto es bellísimo.


Desciendo hasta Sa Calobra consciente de que esta subida va a ser la más dura de este periplo balear, pero disfrutando cada curva. Es el mejor puerto mallorquín de laaaaaaargo.


Gracias a las indicaciones de Isabel, me acerco a conocer el Torrent de Pareis después de preguntar cómo se accede a una alemana que ni me devuelve respuesta.


Hay un par de operarios reparando un tema eléctrico y me indican la entrada al torrente por medio de unos túneles excavados en la toca y curiosamente iluminados con láminas azules en el suelo.


En uno de esos túneles no se ve una mierda pero llevo luces en la bici y lo solvento bien, saliendo en una bahía oculta muy chula por la que discurre un arroyuelo que cae de las montañas, chocando contra las olas en una paraje precioso. Es una pena que no pueda hacer ni una sola foto decente.


Tras un buen rato de turisteo, decido ponerme en marcha porque el tiempo pasa rápido y los días son muy cortos como para quedarse 'empanao'.


El coll dels Reis por esta vertiente de Sa Calobra consta de diez kilómetros al 7%, con lo que va a ser la subida más dura de todas las que tengo en la agenda en este viaje.


Llevo tres o cuatro kilómetros hechos cuando me adelanta una furgoneta con los operarios que me indicaron la entrada al torrente. Se paran justo a mi lado y me preguntan por la ventanilla si la encontré y si me gustó, al tiempo que me dan ánimos, me desean buen viaje y me felicitan el año. La verdad es que todos los lugareños con los que voy teniendo trato están resultando ser muy amables y hospitalarios.


La subida nunca llega a ser muy dura, sin apenas rampas de doble cifra, salvo alguna puntual. Hay algún descansillo al 4-5% que permite tomar respiro y todo ello hace que se pueda disfrutar mucho del paisaje.


Llego a la parte más plástica de toda la subida y me da pena marcharme, sabedor de que esto es lo más guapo que me queda por ver en la isla. Es entonces cuando decido hacer la pausa para la merienda sentado al sol en uno de los quitamiedos.


Son cinco o diez minutos de parada, ya que tampoco me puedo entretener demasiado. Los dos últimos kilómetros son al 8-9% y resultan ser los más duros, con el descanso de la curva helicoidal, donde me encuentro a varias personas haciendo fotos y aprovechando mi paso para dotarlas de contenido.


Es una pena que el sol esté tan bajo. Me imagino este lugar en primavera y con mejor luz y tiene que ser muy muy guapo. Aunque luego me pasan dos motos rozando y ya no me parece tan mala idea esto de venir en invierno.


El siguiente punto de destino es Pollença, en la esquina norte de la isla de Mallorca. La carretera es muy tranquila y disfruto de un trazado suave hasta el coll de Femenía, con continuas subidas y bajadas donde tiro de inercias para ahorrar esfuerzos.


Tras unos cuantos kilómetros de rodar por el litoral, a cierta altitud y sin apenas ver el mar, intuyo la bahía de Pollença. Isabel también me había invitado a hacer otra subida de costa pero veo que me va a ser imposible si quiero llegar a mi destino de la etapa siendo aún de día, porque me he entretenido demasiado en Sa Calobra.


Ya es muy tarde. Me queda una última subida por hacer, ya que quiero dormir en las ruinas de la Talaia d'Albercutx. Espero poder disfrutar del último atardecer del año por todo lo alto, con unas vistas espectaculares.


Llego al Port de Pollença e inicio la subida al coll de Sa Creueta, donde nace la pista asfaltada que va a las ruinas, siguiendo la carretera de Formentor.


En total van a ser más de cinco kilómetros al 6% de media, yendo siempre de menos a más. El sol cae con rapidez e intento darme prisa por primera vez en la etapa.


Llego al coll de Sa Creueta y tomo la pista que se dirige a lo alto de la montaña con el trazado a la vista en gran parte. El piso se estropea un poco pero está en unas condiciones más que aceptables.


Según voy subiendo, soy consciente de que me había hecho una idea equivocada, ya que el sol se oculta tierra adentro en lugar de hacerlo en el mar. Está quedando un atardecer que me va a defraudar mucho por las expectativas que traía.


Llego arriba y mi prioridad es buscar un buen lugar para tirar la colchoneta, lo que hago en la ruina que está más alta porque es la que tiene el suelo más aseado. A pesar de tener una pared caída, compruebo que el viento viene del otro lado y que no será excesivo problema


Me pongo a cenar mientras aún hay luz. Llegan tres o cuatro coches y se van al verme. Tal vez haya arruinado los planes de alguno para esta Nochevieja. Por la noche, un poco antes del Año Nuevo, llegan otros dos más y se van también al ver que enciendo los focos.


El atardecer no ha sido como esperaba pero la noche resulta espectacular, con un cielo claro, limpio y estrellado como hacía tiempo que no disfrutaba. Es una Nochevieja especial, diferente, que me recuerda a alguna otra en el Gorbea cuando era más joven. Sin duda alguna, la recordaré por mucho tiempo.

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2 Comentarios

  1. ¡¡Vaya comienzo de jornada !! Deberás incorporar vendas a tu botiquín particular.
    Es novedoso ver en tu blog una foto de grupo, jaja. Se ve que es buena gente.
    Una pena estar allí, ante el Puig Major, y no poder subirlo. ¿Y si te hubieras aventurado? ¿Hay algo más que una vaya?
    Impresionante Sa Calobra, una gran obra de ingeniería. Cierto que a tus fotos les falta la nitidez de las que haces en tu tierra. Demasiados contrastes de luz. Fotaza la de la merienda.
    Buen hotel te echaste al final, con suit mirando al mar. Sigo pensando que vaya OO tienes para pasar ahí la noche. Alguno de los coches que llegaron podría haber tenido malas intenciones. Me parece que te expones mucho, Joseba. En fin, me alegra que todo fuera bien.
    ¿Comiste las doce uvas?

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    1. Pues no, creo que no he comido las uvas en mi vida. Es una de mis frutas favoritas y las compro regularmente menos en Nochevieja porque las suben de precio. No sigo mucho las tradiciones.

      Pues el Puig Major tiene valla cerrada con vigilancia, como Aitana. Es imposible pasar si no tienes permiso que, por lo que he leído, debe ser difícil que te lo concedan. Además, después de que nos cogieran el DNI la última vez que fui al Picón del Fraile, yo ya no me meto más por sitios prohibidos. Aún así, me arrepiento de no haber intentado que me lo dieran antes de hacer el viaje. El no ya lo tenía.

      El miedo es un sentimiento bastante irracional, Gorgonio. Siempre pongo el mismo ejemplo. Si vas a un pueblo de 1000 habitantes y te pones a dormir en la pérgola del centro de la plaza mayor del pueblo, sois 1001. Pues bien, hay 1000 que se conocen y un extraño: tú. Esos mil se van a la cama con la esperanza de que el extraño no siga ahí la mañana siguiente.

      Y en la naturaleza no hay quinquis. Quien quiere hacer mal está en el metro, en los hipermercados, en los campos de fútbol, donde hay aglomeraciones, .... Ningún cenutrio se va a las tres de la madrugada al monte a ver si encuentra a alguien a quien putear.

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