Cantabria costera de oeste a este

Hoy me habría gustado regresar a casa por la meseta, haciendo dos etapas en vez de una, con una visita a La Camperona que no tengo hecha, pero parece que viene un cambio de tiempo fuerte y no es plan de pasar frío otra noche. Aún así, hoy he dormido muy bien en la ermita del Cristo del Camino, con una temperatura nocturna mucho más suave que la de ayer. El plan se queda en volver por la misma ruta del miércoles, algo que tampoco es que me apetezca demasiado.

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Cantabria de oeste a este Llanes 200 km 2975 m+ IR

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Salgo de Llanes a eso de las nueve de la mañana y, sorprendentemente, de nuevo con el viento favorable. El cambio de tiempo trae viento del oeste y eso me viene de perlas para regresar silbando.


El caso es que el cambio se espera para la tarde porque hoy hace un día estupendo. De hecho, hace más calor que ayer. Llego a San Vicente de la Barquera y ya voy bastante achicharrado.


Los nuevos platos van de cine y ya no tengo que andar con cuidado en las arrancadas, donde últimamente se me saltaba la cadena constantemente. A diferencia del plato Stronglight que tenía antes, este Rotor no tiene agujeros internos y le da a la bici un aspecto mucho más bruto que me gusta mucho.


Después de picotear algo de lo que llevo, me pongo en marcha y no paro hasta llegar a Solares en el kilómetro cien de ruta. Voy tan aburrido que me como un bocadillo y, al levantarme, me da tanta pereza que decido acercarme a la estación de tren para cogerlo, pues no me apetece nada hacer cien kilómetros que me conozco de memoria.


No sé si por fortuna o no, pero el tren de Santander a Bilbao ha pasado hace un cuarto de hora y no saldrá otro hasta las siete de la tarde, con lo que me toca seguir dando pedales hasta casa.


El calor aprieta cada vez más y subo la cuesta de Jesús del Monte con muy pocas ganas, a pesar de que el ritmo es bueno gracias al aire de cola, aunque tampoco es que sea muy intenso que digamos.


El aburrimiento me atrapa. Al llegar a Laredo, entro en un Lidl y me compro una tarta helada de esas de chocolate con láminas que venden por un euro, compartiendo la mitad con el chaval que está pidiendo limosna en la puerta porque yo solo no voy a poder con ella. El caso es que tampoco tengo cuchara ni nada y ahí nos apañamos a bocados por no pringarnos las manos, dando un espectáculo bastante lamentable.


Supero Islares, llegando a Castro Urdiales con ganas de beber algo frío. Entro en el Día que hay a la salida de Castro para coger una botella de agua fresca y un tipo se me acerca para estrecharme la mano. No le conozco, se la estrecho y me quedo mirando para ver si me dice algo, hasta que el hombre me suelta que es el ciclista con bici eléctrica con el que hace dos días subí Saltacaballo en sentido contrario de lo que me toca hacer ahora. Yo visto igual y me ha reconocido, algo totalmente imposible para mí con su atuendo de calle.


Sigo aburrido con la ruta pero voy haciendo camino, llegando a Bizkaia más tarde de lo que cabría esperar viajando con aire a favor, debido a las largas paradas que he ido haciendo en esta jornada.


A casa llego con luces. Acaba de anochecer poco después de cruzar la ría de Bilbao, en un regreso que me he tomado con mucha patxorra. Han sido otros 200km pero que no me han costado mucho en las piernas, sino en la moral por lo aburridos que han sido.

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3 Comentarios

  1. Bonito gesto con el chico de la puerta. Me hubiera gustado ver vuestros los morros, jajaja.

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    1. Comprar un helado en un super te obliga a comprar una caja y tirar varios. Era la mejor forma de refrescarse sin derrochar.

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  2. A veces me encuentro con compañeros de Valdemoro en supermercados o en la calle y me cuesta ponerles nombre. Cambiamos totalmente.

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