TRANSPIRENAICA
10: Boltaña - Pamplona

  11 de agosto de 2018  

La Transpirenaica en bicicleta de carretera entra en su recta final. La distancia que me queda hasta Plentzia es asequible para hacerse en dos etapas, máxime cuando ya estoy en plan descenso, con apenas un par de cotas entre mi posición y el mar Cantábrico por donde voy a tirar la línea de regreso, sin adentrarme en los puertos de Navarra y Gipuzkoa que ya los tengo demasiado vistos. Tanto si voy más al norte, como si lo hago más al sur, son recorridos ya hechos anteriormente, sin ningún interés, con lo que la nacional de Pamplona es el camino más directo.

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TRANSPIRENAICA 10 Boltaña 180 km 2335 m+ IR



Salgo de Boltaña bastante temprano, con las alforjas muy descargadas después de desayunar, lo que me va a permitir subir muy ligero el túnel de Petralba, la única dificultad considerable del día, o eso creo antes de iniciar la jornada.


Los suaves kilómetros hasta Fiscal los hago pensado en comida, en la compra que voy a hacer en el Mercadona de Jaca. Como voy a comer allí mismo, puedo comprar algo fresco para consumir al instante y me relamo solo de pensarlo.


Hay que reconocer que esta carretera nacional N-260 es muy chula en este tramo del río Ara, con unos bonitos desfiladeros y rodeados por la montaña oscense del Sobrarbe, la más abrupta del Pirineo español. Cuando vas en coche resulta un suplicio, deseando regresar a la autovía del Pirineo que no sé si verán mis ojos acabada alguna vez.


El valle se abre llegando a Fiscal y empiezo a ver el trazado de la subida al túnel de Petralba, subida que voy a hacer porque no la tengo por esta vertiente y porque ataja bastante, aunque Cotefablo sea mucho más interesante para una Transpirenaica pura.


Me planto en el inicio del puerto y ya hace un calor insoportable, y eso que aún estamos a primera hora de la mañana. La jornada pinta que va a ser tremenda en cuanto a la temperatura. Ya me conozco los rigores del verano en esta zona y tengo claro que lo voy a acabar pasando mal.


La subida al túnel de Petralba son ocho kilómetros y medio, aunque solo los cinco de acceso a la entrada al túnel tienen entidad, ya que los tres siguientes poseen una pendiente del 2,5% como corresponde a un túnel, que suelen ser bastante tendidos. El puerto va incrementando su pendiente paulatinamente del 7% a un 8-9-10%, hasta llegar al viaducto, donde baja bastante y permite relajarse mucho.


Se pasa un pequeño primer túnel y se sigue al 7% hasta la entrada en el mayor, un pepinaco de 2.625m. de longitud en el que te estás un buen rato en el sentido de subida.


Entro en el túnel y llevo las luces encendidas, como es pertinente y obligatorio por la DGT. No me había fijado en las dos ocasiones que lo he subido en sentido contrario, pero el cuentakilómetros deja de funcionar. Es inalámbrico y desconozco si habrá algún sistema de inhibición de frecuencias en el interior. El caso es que también me llama la atención que se detecte la presencia de una bicicleta, ya que lo advierte en los luminosos: ¡Atención, ciclistas en el túnel!


Es un túnel muy largo pero perfectamente iluminado y señalizado, con nulo tráfico y, si lo hubiera, con doble carril en sentido ascendente, lo que lo hace muy seguro. La única pega que tiene Petralba es que la subida es horrorosamente fea.


Llego a Sabiñánigo con ganas de comer pero ya me había hecho a la idea de parar en Jaca y estiro la parada, coincidiendo con muchos ciclistas en el tramo que hay entre las dos localidades. Al haber autovía entre ellas, la carretera ha quedado casi para uso exclusivo de las dos ruedas.


Los paisajes han ido perdiendo mucha fuerza en el viaje y solo me motiva el hecho de estar más cerca de casa. El calor aprieta de lo lindo y acentúa esa sensación de incomodidad que hace que solo tenga un objetivo: avanzar lo más posible. Pero tengo que comer y paro en el Mercadona que hay a la salida de Jaca. Tampoco es que tenga que hacer mucha compra, ya que solo necesito para hoy y para mañana no mucho porque llegaré a casa, con lo que cojo una barra de pan enorme, algo de fruta fresca que es lo que más me apetece con este calor, una tableta de chocolate, un par de yogures para comer ahora que me noto falto de lácteos y dos vasos de arroz porque todavía me queda un brik de tomate. También me sobra un batido y unas galletas para el desayuno de mañana, así que voy servido con solo cuatro cosas.


Después de comer en una banco, junto a una fuente bajo la solana, me pongo en marcha rumbo a Puente La Reina, donde tengo un momento de duda con el camino de vuelta, ya que inicialmente tenía la idea de hacerlo por el lado sur del embalse de Yesa, por Pintano, para llegar a Sangüesa y seguir hacia Vitoria por Estella.


Pero el calor es tan agobiante y tengo la seguridad de que por Pamplona se acortan muchos kilómetros y el camino es más fácil, así que viro hacia Berdún nada más llegar al puente sobre el río Aragón.


La tachuela de subida a Berdún es un tormento. Ya no hay quien soporte este calor, tórrido y achicharrador. Acabo de reponer los bidones y ya no se pueden beber. Ni tan siquiera sirven para mojar los labios de lo calentorros que se han puesto en apenas un par de kilómetros.


Entro en la provincia de Zaragoza antes de enfilar la carretera del embalse. El tráfico se desvía hacia la autovía y queda para mi sola. Tan solo pasan algunos moteros y alguna que otra furgo camperizada.


Insoportable, no hay otra palabra. El calor derrite. He pasado muchísimo calor todos los días, incluso en los que las tormentas limpiaban el ambiente, pero lo de hoy no tiene nombre. Esto es un puto horno.


Llego al cruce de la carretera de Isaba, la que se adentra en el valle del Roncal, pero la gasolinera lleva años abandonada ya que toda esta zona quedará inundada con la ampliación del embalse de Yesa. Hay un par de coches parados y unos hombres charlando a los que me acerco para preguntarles si saben de la existencia de alguna fuente cercana. Me dicen que no hay nada hasta Yesa, hasta donde todavía me quedan casi veinte kilómetros más. En eso que se baja una chica de otro coche y me ofrece agua de una botella, intentando rellenarme un bidón, algo que le pido que no haga porque sería como tirarla, ya que en un par de kilómetros será caldo. Es suficiente con que me de un trago, lo que le agradezco enormemente. Antes de marchar, sorprendentemente, me pregunta si estoy meando bien, lo que indica que la tía hace deporte sí o sí. Le contesto que sí, que estoy muy bien hidratado, que solo es el agobio de llevar la boca seca porque se te pegan los labios y resulta difícil respirar. Si algo llevo a rajatabla es lo de comer y beber, con paradas obligadas cada poco tiempo expresamente para ello, y esta es la primera vez que me la tenía que saltar por falta de agua.


Después de dar las gracias por la amabilidad, sigo avanzando y me sigo achicharrando. Paro en una sombra para comer un plátano y, poco después, en un tramo de suave bajada, me paso un pequeño claro del pantano en el que me parece ver a un grupo de chavales con una neverita azul. Freno de golpe, doy media vuelta y les pregunto si tienen un poco de agua para dejarme, a lo que no solo responden afirmativamente, sino que sacan la bolsa de hielos y empiezan a ofrecerme cerveza, comida, fumeteo, ... ¡de todo! Agua es de lo que menos tienen, jajaja

Son una cuadrilla de amigos de la Ultzama, un valle del norte de Pamplona, de la zona verde de Navarra. Me invitan a quedarme con ellos y entablamos conversación. También hacen bici y me preguntan por la ruta, por las alforjas, por la batería de las luces, por el hornillo, por la tienda de campaña que no llevo, ... Hasta que uno me dice que aproveche para pegarme un baño en el embalse, que el agua está cojonuda.

No solo le hago caso sino que cojo los dos pequeños frascos de champú y de gel y me pego un baño en pelotas como está mandado. Me parece increíble que no se me haya ocurrido a mi con el calor que estaba sufriendo porque me quedo como nuevo. Tras un rato más, me visto y uno de ellos me regala un paquete de chorizo de Pamplona para la cena y me rellenan los bidones con hielos y agua fresca. Tan solo les falta dar pedales por mi.


Me despido y entro en Navarra para subir la tachuela de Yesa y, de seguido, el alto de Loiti por su vertiente de Liédena.


Apenas son algo más de cinco kilómetros al 4% de media para una de las subidas más feas que pueda haber, sorteando la autovía, pero paso el peor momento del viaje por culpa de un inesperado dolor en el muslo derecho, tal vez motivado por el enfriamiento de la musculatura después del baño, a lo que habrá que sumar la acumulación de esfuerzos, ya que me acerco a los 30.000 metros de desnivel positivo acumulado en 1.500km recorridos.


Ya me cuesta pedalear en el inicio suave del puerto. En la parte final, con la pendiente al 6%, ya siento dolor y me tengo que tomar un ibuprofeno de los que llevo en el botiquín, parando en uno de los merenderos que hay junto a la cima para ver si se me pasa.


El dolor apenas remite y me molesta con solo tocarme con los dedos. Menos mal que todo el camino es descendente hasta Pamplona y me basta con hacer más fuerza al pedalear con la izquierda, dejando llevar la pierna derecha por toda la vía de servicio que me lleva hasta Noain.


En Noain se termina la vía de servicio y se entra en Pamplona por uno de estos accesos asquerosillos que tiene esta ciudad, a la que solo se llega fácil por Berriozar. Con tanta autovía y tanta carretera de circunvalación, Pamplona es una de las ciudades más complicadas para acceder en bicicleta que conozco.


Cruzo toda la ciudad porque tengo muy claro dónde voy a dormir hoy: en el Decathlon de Pamplona, en Berriozar. Lo conozco, tiene techado, wifi gratuito y me queda una salida fácil para iniciar mañana la última etapa rumbo a Irurtzun. Espero solo un poquito para que cierren a las 21:30 y me preparo la cena en la puerta. Tengo suerte porque mañana es domingo y no abrirán, con lo que no hace falta madrugar demasiado para una etapa sencilla. Solo me preocupa que el dolor de la pierna derecha se me pase por la noche. Me queda otro ibuprofeno pero lo reservo para mañana, por si acaso, y me echo a dormir después de navegar un poco por la Red. En cuanto empiezo a dormirme llegan dos o tres coches con la música a tope, con unos chavales que se ponen a tocar la guitarra y cantar gitanadas mientras destrozan la cama elástica que hay en el exterior del Decathlon y se ponen a jugar al balón en una portería de futbito de exposición. Por suerte, no se atreven a acercarse a mi y, al de un buen rato, deciden llevarse la fiesta a otra parte.

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2 Comentarios

  1. Mira que llevo tiempo queriéndote comentar si no se te pasaba por la cabeza darte un baño en algun río o embalse, en esos ratos de duro calor. Más majos los chavales del embalse que los de la guitarra.

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    1. Pues sí, dónde va a parar.

      El caso es que no he sentido la necesidad. En cuanto pillaba una fuente me refrescaba bien. Tuve a huevo la playa en el Mediterráneo y no me apeteció, por lo menos estando en medio de una etapa. Al final de las etapas sí que hubiera estado bien, pero eso ya no lo puedes controlar porque paras donde paras. Por lo menos, en casi todas las etapas francesas acababa con baños públicos para asearme bien. Los hay en casi todas las localidades más o menos grandes de Pirineos, cosa que en España va a ser que no. Por mucho que corra ese bulo de que en Francia cobran por mear, ya nos gustaría tener muchos de sus servicios públicos.

      También debo reconocer que en este tipo de viajes soy un puto guarro y que me puedo estar sin duchar quince días. Si total voy a dormir en el puto suelo lleno de mierda, jajaja

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