TRANSPIRENAICA
08: Olot - Ponts

  9 de agosto de 2018  

Me encuentro en plena Transpirenaica de vuelta y no tengo ni idea de cuál va a ser el recorrido que haga hoy. Me veo muy condicionado por las tormentas que se vuelven a esperar para esta tarde. Ante la imposibilidad de usar un mapa porque ni en las gasolineras los tienen, sin GPS y sin wifi para mirar en Internet, he tirado de memoria y del conocimiento de los puertos de la zona que ya tengo. Ahora mismo, tengo dos opciones: tirar hacia Ripoll por el coll de Canes o bajar más al sur por el coll de Braçons. Esto desvirtúa demasiado la ruta pirenaica porque me aleja de las montañas en dirección a Vic, así que solo me queda seguir hacia Ripoll y allí, según vea el panorama, ya decidiré entre las múltiples opciones que se me presentan.

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TRANSPIRENAICA 08 Olot 160 km 2740 m+ IR



Entre darle vueltas a la ruta y que desde las cinco de la mañana no han dejado de pasar camiones, me pongo en marcha con la primera luz del día. Sigo las indicaciones de Ripoll que veo en una rotonda hasta que, medio dormido todavía, me doy cuenta de que estoy en la carretera de Sant Joan de les Abadesses.


Doy media vuelta con seis kilómetros en el cuenta, con lo que añado una docena de kilómetros para la etapa del día, aunque no los cuente en el mapa ni en el perfil. De hecho, en todas las etapas hago algún kilómetro de más buscando fuentes, sitios para dormir, dando vueltas por los pueblos de paso para hacer algo de turisteo, ..., pero luego siempre los limpio en el mapa.


Me espabilo un poco y ya cojo la subida al coll de Coubet y Canes, puerto que ya tengo hecho por esta misma vertiente para el CIMA con un lugareño muy majo que me encontré, llamado David, que me acompañó en varios de los CIMAs de aquella jornada porque hicimos buenas migas subiendo un puerto. Una de esas cosas curiosas que nunca se me van a poder olvidar.


El caso es que no tiene nada que ver cómo subo con cómo lo hacía hace unas jornadas. Se nota que ayer solo compré comida para dos días y que los puertos del sur no son como los del norte, con pendientes mucho más sosegadas.


Son una docena de kilómetros de subida y voy haciendo con una sensación total de aburrimiento. Espero llegar a Ripoll, analizar la situación y regresar lo antes posible a la ruta más al norte posible.


A falta de tres kilómetros para coronar, se llega al coll de Coubet, uno de los dos que dan nombre a las altimetrías de este puerto. Es un falso llano de descanso antes de acceder a un kilómetro por encima del 7% en el que se levanta un fuerte aire contrario que me deja clavado.


Poco después, llego al coll de Canes e inicio un largo descenso hasta Ripoll, con paso por el coll de La Creu en bajada. En Ripoll, encuentro un parque infantil con buena fuente y decido parar para comer algo en él, con tiempo de pensar qué narices hago ahora. Tengo dos opciones: subir hacia Ribes de Freser y conectar con el trazado inicial con Toses y Cantó para llegar a Sort y La Pobla de Segur o tirar de frente hacia Berga y luego ver qué opción tomo en el Berguedá de las muchas que se me ofrecen allí. No me cuesta decidirme, me caen cuatro gotas y el norte está muy oscuro, así que tiro para Berga por no seguir más hacia el sur fuera de todo peligro.


Esta carretera de Ripoll a Berga no la conozco, así que será un tramo novedoso con la tachuela de Les Llosses, una subida de diez kilómetros a un suave 3%.


Lleva un día muy tristón pero se nubla completamente para cuando llego al alto. Ahí me encuentro con un chaval francés de 25 años, natural de Perpignan y de familia de origen catalán que también va con alforjas, sorprendentemente con bici de carretera, detenido en la cuneta como sin saber qué hacer. Entre su español y mi francés nos vamos entendiendo perfectamente. Su plan es hacer la vuelta a los Países Catalanes en 16 etapas, hasta Valencia por el interior y regreso por la costa, de las cuales solo lleva dos de unos 65km y ya no se le ve con muy buena cara. Ayer subió el col d´Ares por donde lo iba a haber subido yo y le debió caer la mundial. Encima, el tío no lleva tienda de campaña y duerme en una hamaca entre dos árboles, con una funda impermeable protectora. ¡Tremendo!


Se le ve preocupado porque no sabe cómo llegar a Cardona, su siguiente punto de destino. Ha empezado en Ripoll y solo lleva diez kilómetros, así que anda bastante jodido el pobre. Yo, así de memoria, no sé dónde está Cardona pero él quiere seguir luego para Lleida, así que no le queda otra que tirar hacia delante hasta Berga y decido acompañarle. Son más de treinta kilómetros pero así voy entretenido y tampoco es que tenga prisa.


El trazado es bastante favorable, casi siempre en suave descenso y no nos cuesta mucho coger un buen ritmo. Al chaval se le ve puesto en temas políticos porque siempre acaba recurriendo a Puigdemont para hablar de su ruta, que a mi es lo único que me interesa. Que yo sea vasco le da, al parecer, un punto de apoyo para hablarme de sus motivaciones en este viaje, que está muy bien, cada uno tiene las suyas, aunque creo que no conoce muy bien el sentir en Valencia.


Vamos avanzando y voy ciertamente entretenido. Siento que el chaval necesita que alguien le anime porque se le ve bastante agobiado. Es su primer viaje de este tipo y solo lleva de comer un plátano al que le va dando mordisquitos de vez en cuando. ¡Ay, pobre! Y lleva alforjas a kaskoporro, seguro que llenas de ropa, que no vale para nada. Yo le cuento lo que llevo de comida y alucina. Básicamente, el peso que yo arrastro son recambios de la bici, herramientas, lo necesario para dormir y comida, mucha comida. No puedes estar pendiente de lo que te encuentras en el camino y hay que ser más autosuficiente, le digo, con flexibilidad de poder parar cuando quieras y donde quieras. Si ahora se pusiera a llover a lo bestia y tuvieras que parar, ¿qué haces con ese trozo de plátano que te queda? ¿Llamas al Telepizza? ¿Te comes el pijama? Obviamente, no nacemos aprendidos y todos empezamos igual, así que empatizo mucho con él y trato de mostrarle mis trucos sin hacer hincapié en sus muchos errores. Ya se dará cuenta él solo, que esa etapa de aprendizaje es muy bonito vivirla ... y recordarla después.


Nos encontramos con una tachuelilla en el coll de Borredà y veo que se me queda detrás, así que ralentizo la marcha y seguimos de palique. Parece preocupado por la distancia que queda hasta Berga pero le tranquilizo porque, por la altitud a la que nos encontramos, debe ser todo descendente hasta el pantano de La Baells


Y así es, salvo algún pequeño repecho. Llegamos a las inmediaciones del embalse con un cielo amenazante que me preocupa mucho, ya que no solo se encuentra en las montañas de la derecha, sino justo delante de nosotros, hacia donde nos dirigimos. Le digo al chaval que debemos darnos prisa o vamos a chupar agua a espuertas.


Pasamos el embalse en seco y, al llegar al otro lado, se pone a llover con fuerza. Tengo que poner las luces porque se hace de noche de repente. Tras una mirada hacia el norte, no me imagino lo que hubiera sido ir por La Molina.


Antes de llegar a Berga hay un paso bajo la autovía y nos resguardamos en él hasta que llueve con menos fuerza. Le echamos valor y salimos hacia el pueblo escopetados, a donde llegamos lloviendo bastante. En cuanto veo un supermercado, le digo al chaval que ya puede comprar en él, que es lo que quería, y nos despedimos. Le deseo suerte con su viaje (que la va a necesitar) y sigo buscando un techado para parar a comer hasta que no me queda más remedio que detenerme en la puerta de un banco porque se pone a caer la mundial, con una cortina de agua que no deja ver ni las casas de enfrente.

La temperatura baja de golpe y me pongo los manguitos, las mallas y la chaqueta cortavientos para no coger frío y saco el hornillo tirado en el suelo de la entrada del banco, sin estorbar a nadie, ante la atenta mirada de un oficinista del interior. Llevo como unos 75km y me da que igual me tengo que quedar aquí, lo cual no me hace mucha gracia porque aún tengo toda la tarde por delante y, de ser así, me voy a aburrir un huevo.

Tras más de una hora lloviendo a cántaros, parece que para de llover y empiezo a sopesar opciones tirando de memoria y de mi conocimiento de la zona. Para seguir hacia el oeste, tengo varias opciones: ir hacia el norte, hacia Bagá, pero desviarme antes de Guardiola y subir el coll de Josa, o el coll de Pradell o el de Fumanya, ya puestos, y seguir por Tuixent hacia La Seu d´Urgell; o salir aquí en Berga hacia el oeste, subiendo a la sierra de Queralt y tomar el coll de Jouet, para acabar después en Coll de Nargó, tras subir el coll de Jou; o la fácil, coger la carretera de Solsona, tomar rumbo suroeste y dejarme de ostias.

Solo tengo que ver la riada que baja por la calle para darme cuenta de cuál es la opción inteligente: me voy hacia Solsona pero sin dudarlo por un segundo.


Inicio el camino por esta carretera y el caso es que me suena mucho, hasta que caigo en la cuenta de que es la del inicio de Capolat, con la sierra a mi derecha. Llego al desvío y tengo tentaciones de tirar por ahí hacia el coll de Jouet para retomar la opción de Coll de Nargó, pero hay tantas nubes y son tas oscuras que desisto enseguida.


El caso es que sigue haciendo mucho calor y, por si se me había mojado algo, seguro que ya está seco. Voy rodando hasta que llego a Avià y la carretera coge un tono ascendente que me lleva a Pla de la Serra, una tachuela de seis kilómetros al 3% que es muy poca cosa.


Llega un momento en el que veo una señal indicando la localidad de Cardona. Mira por dónde estoy transitando por la carretera del chaval francés. ¿Qué habrá sido de él? ¿Habrá continuado viaje después de Berga? El caso es que me alegro de no haber seguido con él porque treinta kilómetros está bien pero compartir más ya me toñaría bastante porque me gusta ir a mi bola.


Me desvío hacia Solsona por una carretera estrecha que se adentra en un terreno algo más boscoso y entretenido del que llevaba. No pasa absolutamente nadie por estos caminos y tengo una sensación de soledad absoluta.


Tras un pequeño repecho, llego a Solsona. Lo hago por una carretera con varias rotondas, delante de una de las cuales hay una gasolinera a la que entro para ver si tienen un mapa y repasar cómo lo llevo. Estoy tirando de memoria pero tampoco tengo mucha certeza de cómo avanzar hacia Aragón. El chico que me atiende en Repsol es muy majo. No tienen mapas pero me dice dónde se encuentra la oficina de turismo, dándome el nombre de la chica que atiende y diciéndome que es muy maja y que seguro que tiene algún mapa más amplio que el que conservo de Girona.


Llego al centro de Solsona y la chica es encantadora, muy servicial y atenta conmigo se desvive en encontrar un mapa que me sirva para ver más carretera hacia Aragón. Al final, encuentra uno de todo el Pirineo catalán muy apañadito que me sirve perfectamente para darme cuenta de que retomaré la ruta original, si todo va bien, en La Pobla de Segur. Cómo llegar allí ya es cosa mía, pero tiene pinta de ser ya mañana, ya que ya llevo 120km y tanta parada larga ha hecho que sea bastante más tarde que otros días.


Aprovecho para comer algo y salgo de Solsona hacia la collada de Clara, otro puertito humilde que me anoto. Tan solo son cuatro kilómetros al 4,5% en los que voy pensando en el mapa y se me pasan enseguida.


El descenso tiene más pinta de puerto y me lleva hasta la carretera de Andorra, con un cielo despejado enfrente que contrasta con la nubosidad que se aprecia a la derecha, sobre las montañas. Al final de todo, hoy he tomado buenas decisiones que han posibilitado mi avance sin mayores problemas.


Contacto con la carretera de Andorra justo a mitad de camino de Ponts y de Coll de Nargó, con lo que tengo que tomar la última decisión del día y que afectará, únicamente, al puerto de salida de mañana, ya que tanto Boixols como Comiols acaban confluyendo en el mismo punto, en Isona, camino de Tremp. Lo mismo me da que me da lo mismo y elijo Ponts porque por Boixols he pasado dos veces y por Comiols solo una.


Ya en la C14, con un tráfico brutal para la hora que es, tiro para Ponts y me encuentro con una tachuela inesperada, el alto de Formiguera. Son solo tres kilómetros al 6% que se me atragantan muchísimo en un par de zonas en las que se alcanza el 10%.


El descenso se hace rapidísimo hasta Ponts. Doy varias vueltas por el pueblo pero no encuentro ningún sitio cubierto en el que poder dormir, cosa imprescindible con amenaza de lluvia. Estoy a punto de seguir camino hasta que me da por subir a la parte alta, donde está la iglesia.


Y ahí veo que hay un tejadito delante de la puerta del tanatorio. No es muy amplio, pero creo que me sirve. Además, en esta parte alta no hay gente y estaré más tranquilo. Justo al lado hay una fuente para poder prepararme la cena caliente, lavar los cacharros y asearme un poco. Con eso tengo todo lo que necesito.


Hoy ha sido un día muy diferente a lo que tenía en mente desde un principio y, aunque me he ido cerca de los tres mil metros de desnivel, no ha tenido mucho que ver con lo que sería ideal en una Transpirenaica en bicicleta de carretera. Lo podría haber solucionado en Berga si hubiera tirado para el coll de Pradell, sin duda la opción más interesante, pero en aquellas condiciones era imposible y no me apetecía quedarme parado toda una tarde. Ahora me queda la inquietud de mañana, a ver qué día amanece y si, definitivamente, puedo retomar el trazado inicial en La Pobla de Segur.

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2 Comentarios

  1. ¿Llamas a Telepizza? Jajajaja. Pobrecillo francés. Espero y deseo que vaya cumpliendo sus objetivos sin incidentes de importancia. Buen catedrático ha ido a encontrar en la carretera.
    Sabía que tarde o temprano te iba a enganchar el agua. Menos mal que volvió el calor y te secaste.
    Admirable tu instinto de supervivencia en momentos complicados. Decisiones acertadas en todo momento. Hasta la del tanatorio...cerrado.

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    1. ¡Pobre! Me recordó muchísimo a mi mismo en la primera transpirenaica que intenté. Yo iba de pardillo total, no tenía ni idea de lo que suponía un viaje de varios días en bici. Espero que, aunque no pueda terminar, que le sirva de experiencia y que le entren más ganas aún, como me pasó a mi.

      Esta vez ha sido muy fácil ya que no tenía obligaciones y el plan era muy flexible. El problema es cuando quieres hacer las cosas en tiempo y forma cerrados, que acabas dándote de morros con las circunstancias, que esas sí que son inamovibles. Tengo claro que voy a hacer más viajes de este tipo y que solo los haré con total libertad de tiempo y trazado. He estado muchos años con retos en la cabeza pero esa etapa ya pasó. Los viajes no deben ser un reto, sino una experiencia.

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