TRANSPIRENAICA
04: Laruns - Arreau

  5 de agosto de 2018  

La etapa de hoy se puede considerar como la etapa reina de la Transpirenaica en bicicleta de carretera, ya que la entidad de los puertos no tiene competencia posible con ningún otro. Además, junto a un desnivel positivo acumulado próximo a los cuatro mil metros, se asciende a la Cima Coppi del viaje, el punto de mayor altitud: el Tourmalet. Esto podría ser diferente con el añadido de Envalira pero, por razones meteorológicas, en esta ocasión no será posible. Con estos ingredientes, una etapa como la de hoy es lo que justifica una aventura como esta.

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TRANSPIRENAICA 04 Laruns 127 km 3755 m+ IR



Amanece en Laruns y madrugo bastante. Para las seis y media de la mañana ya estoy desayunando fuerte porque no quiero que el calor apriete en la primera subida. Ya sé que el Tourmalet lo tendré que hacer bajo la solana pero, si consigo librar en el Aubisque, eso que me llevo.


Es tan temprano que hasta hace un poco de fresco y tengo que salir con manguitos, aunque enseguida me los quito. Para cuando llego a Eaux Bonnes ya estoy lo suficientemente caliente como para que me sobre todo.


Toda la primera parte del Aubisque la hago en sombra. A pesar de la hora temprana, coincido con muchísimos ciclistas, todos ellos adelantándome y dándome muchos ánimos al verme tan cargado. El caso es que subo muy animado porque veo que me encuentro fuerte y que ya no me cuesta tanto arrastrar las alforjas.


Paso por la zona que acaban de arreglar por los fuertes desprendimientos de esta temporada de lluvias y me sigo cruzando con muchos ciclistas, hasta que caigo en la cuenta de que hoy es domingo, lo que significa que voy a subir estos puertos con mucha compañía.


Llego a Gourette y me detengo en la fuente que hay junto a la oficina de turismo para rellenar los bidones. A partir de este punto ya no va a haber sombras, el calor ya aprieta y la pendiente no baja del 8%. De paso, aprovecho para comer algo e ir aligerando más peso.


Los cuatro kilómetros finales del Aubisque son un espectáculo. Sigo con muchos ciclistas y, sorprendentemente, con muchísimas mujeres solas que cada día son más en este deporte. Antes se veían muy pocas y siempre acompañadas.


A falta de un par de kilómetros, adelanto a una señora muy mayor que va con una bicicleta de paseo, con su cestillo y todo. Me da por mirar el desarrollo y el piñón más grande no superará un 21 o así, una cosa escandalosa. Sube muy despacio, muy atrancada, pero sube con esa bici y con la cesta cargada.


Llego a la cima del Aubisque entre una multitud, con cola para hacerse la foto en el cartel. Hay ciclistas de todas las nacionalidades. Cuando vas con alforjas, siempre hay alguien que se acerca y te pregunta qué plan llevas, es inevitable, con lo que se genera una conversación de la nada. Reconozco que a mi también me ocurre a la inversa y siempre que veo a alguien con alforjas le pregunto por su ruta. Es como si se creara una conexión entre ciclistas muy diferente a cuando subes puertos de forma normal. Si ya subir un puerto de estos tiene su cosa, subir de esta manera añade muchos elementos que hacen que sea diferente, ni mejor ni peor, pero sí diferente. Me gusta mucho esta sensación, esta forma de viajar, de emprender una aventura.


Tras unos minutos en la cima, inicio el descenso rumbo al Soulor o, como diría el de la tele, al Sulur. Entre el Obisqui de uno y el Sulur del otro, vaya pareja hay que sufrir cuando te da por ver una etapa para disfrutar de los puertos que se pasen ese día. Es preferible apagar la tele y ver el puerto en Google Maps. No se puede tener menos respeto por unos puertos que les han dado de comer más de veinte años.


Como de costumbre, al encontrar una subida en bajada casi me cuesta más el kilómetro final del Soulor que todo lo anterior. Sin tanta multitud, también hay bastante gente en su cima.


Desciendo sin parar porque ya voy teniendo apetito y, todo sea dicho, quiero aligerar más peso para el Tourmalet. Decido parar en Pierrefite-Nestalas, junto a una fuente que hay en el ayuntamiento. Ahí me preparo una lata de cocido madrileño que me quita medio kilo de golpe, a pesar de que el calor reinante no invite a comerse unos garbanzos. Después de eso, remonto la Gave de Pau en dirección a Luz Saint-Sauveur, donde pararé de nuevo.


Llego a Luz Saint-Sauveur y paro en los baños públicos que hay junto al Carrefour que, para ser concretos, pertenece a Esquièze-Sère. Ahí me pego un buen aseo en los lavabos y aprovecho una buena sombra para echarme un rato a descansar, comiendo algo de picar de lo que llevo, quitando peso de aquí y de allá.


Llega el momento de ponerse en marcha y cruzo el puente de entrada a Luz Saint-Sauveur con el termómetro de la farmacia marcando 27ºC, lo cual es un alivio porque he subido algunas veces indicando mucho más. Sé que me voy a cocer subiendo pero no me voy a achicharrar.


Meto todo el desarrollo y para arriba. En la parada de anoche conseguí dejar fino el cambio que se había desajustado porque la parrilla desplazaba el cable del cambio trasero modificando las tensiones, debiendo ajustar los topes de nuevo. Sin esa preocupación, ya puedo meter el piñón grande tranquilo y tomarme la subida con la calma que requiere.


Llego a Barèges y toca parada en la fuente. Hay una fuente ornamental un poco más abajo en la que se pueden meter los pies en remojo pero esta vez no lo hago porque el calor aprieta pero no funde. En alguna ocasión, no me ha quedado más remedio que hacerlo.


La salida de Barèges tiene la rampa más constante y la llevo bien. Voy mejor a cada rato, a cada puerto, a cada día, ..., cogiendo la forma como esperaba. También influye que llevo menos comida pero se nota más que voy a más.


El puerto también cuenta. El Tourmalet es muy especial para mi: es el puerto. Ya lo he subido infinidad de veces y no me canso de hacerlo. Al llegar al desvío de la vía Fignon estoy por meterme por ella pero me apetece seguir acompañado, entretenido como estoy cruzándome con ciclistas que suben y bajan. Ya no es primera hora pero sigue siendo un domingo de agosto y no paran de pasar bicis y la carretera del botánico, aunque es más interesante y cerrada al tráfico, ya no la usa nadie.


Superbarèges ofrece un descanso en forma de llano y de fuente, ya que hay una muy fresquita junto a un panel informativo. Es la última oportunidad de cambiar el agua de los bidones antes de afrontar los últimos ocho kilómetros, constantes hasta la cima.


Sin ser un puerto de los más bonitos, a mi el Tourmalet me parece precioso. Tiene un no sé qué, que me encanta. Tiene una atracción especial, algo que no se puede explicar.


Llego al empalme de la vía Fignon y, desde la barrera superior, se ve más limpia que nunca, ya que suele haber bastantes piedras sueltas de desprendimientos. En cierta forma, me arrepiento de no haber hecho este tramo porque creo que ya van tres o cuatro veces seguidas que no lo cojo. La próxima vez que haga esta vertiente lo tengo que hacer sí o sí, aunque tenga que coger agua en la fuente y regresar esos pocos metros.


Sigo subiendo y, a falta de dos kilómetros, hay varios turistas haciendo fotos a unas piedras que han tirado en una curva de herradura previa a enfilarse para la cima.


En cada una de ellas está inscrita una palabra, una frase o el nombre de una persona. Junto a ellas, hay una placa con una leyenda en cinco idiomas. En español pone:

El equipo Westland es un grupo de ciclistas de Holanda, del Westland, una zona agrícola entre La Haya y Rotterdam. Los ciclistas intentan recaudar todos los años mediante diferentes medios una gran cantidad de dinero para la lucha contra el cáncer. Todos los años van al Tourmalet para subirla en bicicleta. Durante este viaje llevan con ellos una piedra recordatoria con la cual recuerdan a un familiar o amigo enfermo o que han perdido. En este lugar, una vez al año, se monta un monumento donde los ciclistas dejan su placa recordatoria.


Para ir todos los años, es la primera vez que las veo, así que me imagino que habrán empezado hace poco. Yo sigo subiendo y, en nada, ya me encuentro en la cima del Tourmalet, con un montón de gente más. Es lo que menos me gusta de este puerto, su cima, siempre llena de moteros, de paseantes, de curiosos, que tienen más ganas de hacerse la foto bajo la estatua del gigante que los propios ciclistas para los que está hecha.


Ahora no está solo la estatua de Octave Lapize, sino que también hay un busto de Jacques Goddet, quien fuera director del Tour de Francia durante cincuenta años, de 1936 a 1986.


Por primera vez en las cuatro etapas que llevo, empiezan a asomar unas nubes y me pongo el cortavientos para la bajada y me lo tengo que abrochar. Hace calor pero la velocidad del descenso me destempla un poco.


En la fuente de Sainte Marie de Campan toca una nueva parada para merendar. Me encuentro muy contento porque las fuerzas parecen intactas y me pongo en marcha rumbo al col d´Aspin. Dudaba entre este y la Hourquette d´Ancizan pero quiero dormir en Arreau, en un sitio que tengo controlado y el Aspin ofrece bajada directa aunque la Hourquette es más atractivo.


Los siete kilómetros que hay hasta La Payolle no tienen ninguna dureza y se hacen como un paseo. El único problema es que hay más tráfico del habitual y resulta algo molesto.


Llego a La Payolle y estoy en un trís de cambiar de idea y de tirar para la Hourquette d´Ancizan pero lo pienso bien y no lo hago. Ir por ahí me obligaría a añadir el duro col d´Azet y no me apetece hacer rampones con las alforjas.


Tras este impás de duda, prosigo con la idea inicial y avanzo en los seis kilómetros que me quedan para coronar el Aspin. Se empieza suave pero enseguida se incrementa la pendiente hacia un 6-7-8%.


Las nubes empiezan a entrar por la montaña y el día se oscurece bastante en el kilómetro final, llegando a coronar con una sensible bajada de temperatura que noto en los brazos acalorados.


En la cima coincido con un chico de Berlín que va con una bicicleta invisible. Las alforjas la ocultan completamente, tanto por delante como por detrás. Apenas se acierta a ver un poco el manillar de su BTT alzando sobre unos enormes macutos. ¡Una pasada! Obviamente, le tengo que preguntar por su ruta y me quedo alucinado, ya que lleva 3500km habiendo ido de Berlín a las Ardenas, cruzando todo el Macizo Central hasta Marsella y lo que lleva de Pirineo oriental. Su objetivo es llegar a Valencia en tres meses de ruta para coger un barco hacia Nueva York y seguir pedaleando durante otros tres meses por la costa este de Estados Unidos hasta Canadá, donde espera encontrar trabajo antes de que el invierno le deje trancado en alguna montaña.


Estamos charlando más de media hora sobre los planes, la forma de afrontar las etapas, la filosofía del viajero en bicicleta. Mi viaje se queda en una excursión al lado de su pedazo de aventura.


Nos despedimos deseándonos un buen viaje y suerte con la mecánica, que de lo demás ya nos ocupamos nosotros, y bajo hacia Arreau dispuesto a descansar para mañana. Parece que voy bien pero hoy ha habido mucho desnivel en pocos kilómetros y el sueño es muy importante para empezar bien una nueva jornada.


Tenía pensado dormir en los soportales del ayuntamiento pero me encuentro con otra maravilla de marquesina de autobuses con baños públicos en un lateral, ideal para asearme, cenar tranquilo y cómodo, tener un techo por si le da por llover por la noche y dormir tranquilo.


Hoy ha sido una jornada memorable, he disfrutado muchísimo, acorde a lo que debe ser una etapa reina. Siento que el viaje ha tocado techo en todos los sentidos y que, a partir de hoy, todo irá a menos y eso me preocupa. Debo buscar la motivación para seguir animado y la encuentro en la pérdida de peso de las alforjas. Ya llevo cuatro jornadas y la comida estaba pensada para seis, así que mañana iré mucho más ligero. Bien, ya estoy motivado de nuevo.

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3 Comentarios

  1. Hasta que plantes el pino, solo aligeras el peso de la lata, jajaja.
    Hasta la cima de Tourmalet, lo he hecho en bici y tus fotazas me han recordado esas memorables rutas.
    Joer con el chico de Berlín, pedazo de aventura la suya. Me ha recordado la de Juan Sisto, periodista gallego que recorrió América de sur a norte, en bici. Seguí su blog y me asombró su aventura, no sé si le conoces.
    Me alegra la facilidad con la que te motivas.
    Vaaamos, apo otra jornada.
    ¡¡¡ Bravo, bravo, bravo !!!

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    Respuestas
    1. No, no lo conocía, aunque después de entrar en su web desde ya te digo que no me interesan los viajes 'de trabajo' donde lo único que puedo ver es el presupuesto, que es de lo que nunca hablan. A mi me interesa el viaje a coste económico cero. Si hay euros de por medio ya es otra cosa y para eso prefiero ir de hotel que viene a ser lo mismo pero sin contarme películas.

      Lo del chaval berlinés es una pasada. Menuda kilometrada, sin un puto duro, buscando una plaza en un barco mercante de Valencia para ir a Nueva York, desde allí a buscar curro en Canadá, ... ¡sin palabras!

      Lo de la comida no es del todo cierto, ya que el peso lo voy transformando en energía, quedando solamente los residuos de desecho, jejeje

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