TRANSPIRENAICA
01: Plentzia - Hendaya

  2 de agosto de 2018  

Hoy doy comienzo a esta Transpirenaica en bicicleta de carretera totalmente improvisada, sin preparación ninguna y absolutamente libre, en estilo alpino, en autosuficiencia total; es decir, que no pienso gastar ni un euro en hoteles, campings, albergues, restaurantes, tiendas, ... Anteayer ni lo tenía en mente y fue ayer por la tarde, deprisa y corriendo, cuando preparé la bici, monté las alforjas, tiré un track para el GPS y recopilé todas las latas, conservas, galletas y demás que encontré por casa, calculando comida suficiente como para seis días en cinco tomas (desayuno, almuerzo, comida, merienda y cena) más algo de picoteo entre horas. Tan solo me tuve que acercar al supermercado para comprar un pack de seis batidos de chocolate para otros tantos desayunos. Por primera vez en la vida, inicio un viaje sin etapas prediseñadas, sin plazos ni fecha de regreso, con total libertad para andar y parar cuando me de la gana.

XTREM CAT 1 CAT 2 CAT 3 CAT 4


TRANSPIRENAICA 01 Plentzia 150 km 2185 m+ IR



Salgo de Plentzia a eso de las nueve de la mañana, cargadito como una mula. Las alforjas pesan una barbaridad y lo primero que hay que hacer es ir adaptando la conducción a las nuevas inercias. El manillar gira diferente, las frenadas hay que anticiparlas, no me puedo poner en pie en las subidas, tengo que evitar todos y cada uno de los baches que vaya observando en la carretera. Todo ello hace que la velocidad de crucero sea más lenta de lo habitual y que tenga que estar un poco más pendiente de todo, por lo menos hasta que me acostumbre.


La primera subida a Andraka es todo un éxito. En otros viajes, con similares circunstancias de inicio, la primera cota siempre me había costado mucho más. Eso me da muchísima moral. Después de pasar Mungia paro en la fuente de Fruiz para rellenar el bidón, ya que hoy se inicia una ola de calor y voy hidratándome con mucha regularidad.


A parte de las alforjas, llevo una pequeña mochila de tela con comida que no me cabía en ellas. Llevo una bolsa de dos kilos de manzanas que compré anteayer, así que aprovecho para comer una e ir quitando peso. Ya tengo mucha experiencia en este tipo de viajes y sé que una de las claves del éxito es llevar una buena alimentación, comiendo comida y olvidándose de geles, barritas y similares que solo generan picos de azúcar inservibles en tiradas de día completo, que es lo que voy a hacer durante muchas jornadas. No pueden pasar más de veinte kilómetros sin que coma algo sólido y, así de paso, voy quitando peso de la espalda al ir rellenando las alforjas de nuevo.


Para llegar a Gernika, me meto por el alto de Errigoiti. Sigo alucinando de lo bien que subo con todo el peso que llevo. El desarrollo mínimo con el que cuenta mi compact es de un 34x34 y eso es suficiente como para subir cómodo en pendientes máximas del 6%. Ya tendré tiempo de ver si puedo con todo el peso en dobles cifras que me encontraré más adelante y que serán la prueba de fuego para mi moral.


El calor empieza a pegar fuerte camino de Lekeitio, subiendo el alto de Ereño. La ola de calor tiene sus pegas pero fue uno de los desencadenantes de que cogiera carretera así sin pensarlo, ya que me posibilita ir con muy poca ropa, con su consiguiente ahorro de peso. Tan solo visto con el mono de triatlón, llevando en las alforjas unos manguitos, una chaqueta cortavientos a la que también se le quitan las mangas, unas mallas piratas y unos calcetines, un pantalón corto y una camiseta para cambiarme al final del día. Vamos, que me voy a pasar muchos días sin cambiarme de ropa. En estos viajes, la ropa debe ser la justa, ni más ni menos, ya que pesa mucho y no llevarla te evita muchos problemas. A todo ello solo hay que sumarle una pequeña toalla de microfibra y es más que suficiente.


Llego a Lekeitio con casi sesenta kilómetros recorridos, después de haber subido ya tres puertos. Hace muchísimo calor y la gente anda en bañador por las calles mientras yo me siento junto a una fuente del centro y me preparo un bocadillo con algo de embutido en un pan de esos de perritos calientes. También llevo seis, como para seis jornadas. A cada pequeño espacio que voy consiguiendo en las alforjas, traslado un par de manzanas de la mochila para ir liberando la espalda.


Ya he tocado costa y ahora se trata de seguir por ella hasta llegar a Hendaya, o hasta donde sea. No me importa parar antes o seguir más adelante.


La costa es un continuo sube y baja que acaba por resultarme bastante aburrido porque ya lo he hecho en infinidad de ocasiones y me la conozco de memoria. Mi única preocupación es la de no saltarme ninguna fuente para ir reponiendo líquido, ya que hace un calor del copón.


Llego a Mutriku y me detengo en un magnífico mirador para comer. Hay muchas autocaravanas de extranjeros pero pillo una mesa libre para prepararme un vaso de pasta japonesa, que se prepara rápido con el hornillo, solo con calentar un poco de agua. Entre vasos de pasta, vasos de arroz y latas de legumbres (fabada, cocido y lentejas), llevo más de doce raciones, lo suficiente como para comer y cenar caliente durante seis días. Es muy importante meter alimento caliente en el estómago en este tipo de viajes o te acabarás resintiendo.


El camino me lleva a Deba, con un montón de gente en la playa. De hecho, nunca había visto tanta gente en esta playa. Aquí no paro y me preparo para empezar a subir el alto de Itziar.


Así a lo bobo, la costa me hace acumular bastante desnivel pero voy tan tranquilo que no lo acuso. Es más, estoy sorprendido de lo bien que llevo la etapa para ser la primera, tirando de tanto peso.


En toda esta subida me encuentro con mucho tráfico, ya que engancho con la carretera que viene de Elgoibar, la N634. También empiezo a cruzarme con infinidad de ciclistas, alguno también con alforjas, extranjeros la mayoría haciendo el Camino de Santiago del Cantábrico.


Desciendo Itziar y voy a caer a Zumaia, siguiendo la carretera costera hasta Getaria y Zarautz. Hay algún que otro tramo en obras con semáforo alterno y me tengo que ir parando varias veces.


Llego a Zarautz y, para llegar a Orio, tengo que subir el corto alto de Zudugarai, uno de los puertos más curiosos que conozco.


Zudugarai es un puerto casi insignificante pero con la rareza de contar con el cartel de menos altitud pero más alto que jamás se haya visto. Para 90m de altitud, hay un cartel de 5m de altura.


No sé el porqué, pero en este alto me viene la imagen de Sirhcar a la cabeza y ya casi no me la voy a quitar de la mente hasta pasar Irati. Hice con él todo este trayecto en una ruta de tres días y no paro de recordarle, incluso las conversaciones que llevábamos.


En Orio vuelvo a parar antes de ponerme a subir Mendizorrotz, esta vez para merendar. Para ello, llevo latas de conservas (sardinillas, caballa, calamares, ...) que acompaño con frutos secos, galletas o una manzana. Me da igual recorrer más o menos kilómetros diarios pero la alimentación sí que la llevo a rajatabla.


De nuevo en marcha, me pongo con la subida más difícil del día, con sus siete kilómetros al 5% de media pero que empieza por encima del 7% y con la primera rampa de doble cifra de todo el viaje, lo que supone una prueba de carga más que considerable para lo que tiene que venir.


Sorprendentemente, apenas me cuesta trabajo llegar a la parte alta, donde la pendiente disminuye mucho. Eso hace que la moral se dispare y me pongo loco de contento camino de Donostia con las hermosas vistas que ofrece este alto.


Entro en la ciudad con bastante tráfico. Al llegar a La Concha compruebo que la capital de Gipuzkoa está a rebosar y que no cabe ni un alfiler.


Apenas me detengo y cruzo todo el bulevar. Es un peligro andar en medio de tanta vespino, con gente que se cruza sin dar al intermitente como si anduvieran por el pasillo de su casa. Embutido en un intenso tráfico, llego a Irún, cruzando por el ayuntamiento.


Empieza a atardecer y decido que voy a dormir, como en tantas otras ocasiones, en la estación de tren de Hendaya. Antes, me preparo la cena en la explanada de Ficoba, después de coger agua en un parque. Allí se me acerca un chico que también va con alforjas junto con unos amigos para preguntarme si conozco algún sitio para poner la tienda de campaña. Les digo que yo ya no la llevo y que prefiero buscar techo, como el de la estación. No parece convencerle y decide tirar para el monte.


Después de cenar y pasar un buen rato disfrutando del wifi libre de Ficoba, me desplazo hasta la estación. Hay baños pero están cerrados, con lo que me quedo sin asearme como tenía previsto y me meto en la sala de espera para tirar la esterilla. Me quito la ropa de ciclista, me pongo la de pasar la noche y llegan un chico y una chica que tienen tren a las cinco de la mañana. Les digo que yo he dormido varias veces ahí, que no hay problema y se ponen a preparar sus sacos. Poco después llega un inglés preguntando si es posible pasar la noche ahí, cosa que afirmo con rotundidad y, mientras se quita la mochila, viene un tipo de la estación y nos dice que ya no es posible dormir en ella porque se cierra por la noche y nos tenemos que ir.

El inglés se pira porque solo tiene que recoger la mochila, mientras la pareja y yo nos ponemos a recoger. En eso que vuelve el señor de la estación y nos pregunta que a qué hora tenemos tren. La pareja le dice que a las cinco de la mañana y yo, obviamente, que estoy de ocupa, que ya lo había hecho más veces para iniciar rutas pirenaicas. Le pregunto si conoce algún sitio techado cerca y, el muy majo, me dice que no me preocupe, que no recoja, que me quede y que cierra conmigo dentro, aunque lo debo tener en cuenta para futuras excursiones, dándole a la pareja otra opción de pernocta, llevándoselos a otro espacio para que puedan coger su tren sin molestarme por la mañana.

¡Adoro Francia!

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2 Comentarios

  1. Que OO le echas, amigo Joseba, para aventurarte así, sin más. Esperaba verte subiendo Jaizkibel, pero veo que lo esquivaste, ¿no?
    Quedo en espera de nuevas entregas.
    Suerte, campeón.

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    Respuestas
    1. Es cuestión de ganas, Gorgonio. Si tienes las suficientes, nunca hay problema. La gente que no se aventura es porque no tiene las ganas suficientes, no hay más.

      Jaizkibel no hice porque no era un objetivo. La idea de esta primera etapa era ponerme en el inicio de Pirineos y, para el peso que llevaba y tener que adaptarme a la bici, bastante salió. Mendizorrotz (Igeldo) sí subí porque te quita kilómetros por la nacional y caes a La Concha directamente, sin tener que entrar en Donosti por las autopistas, que es una locura. Siempre que hago esta ruta en bici lo meto por simple comodidad.

      Las entregas irán cayendo poco a poco, que son muchos días seguidos. Gracias por tu apoyo y tus ánimos, Gorgonio.

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