La casa a cuestas

Aprovechando que el próximo domingo voy a participar en la marcha de montaña de Villabona, me desplazo a la localidad guipuzcoana para dejar el coche un par de días en el aparcamiento que hay junto al río Oria y marchar rumbo a Francia con la tienda de campaña en las alforjas.




Siguiendo el curso del río al principio, y esquivando la autovía después, llego a Donosti por la zona de Amara con una veintena de kilómetros recorridos.



Hace un día estupendo. Cruzo la ciudad entera hasta llegar a la playa de La Concha. Hay muchos paseantes por Alderdi Eder pero, siguiendo por el bidegorri, llego hasta el ayuntamiento.



Si me dicen hace unos años que me iba a encontrar una bandera española de semejante tamaño presidiendo la plaza bajo mandato batasuno, no me lo creo. Me llama muchísimo la atención nada más divisar el majestuoso edificio.



Sigo por el bidegorri y, tras cruzar el Urumea a la altura del Kursal, continúo por la playa de la Zurriola buscando la salida de Irún que se encuentra al final de la avenida.



Siempre hay mucho tráfico en esta vía y esta vez no es diferente. Llego a Irún y me avituallo en un supermercado de la zona centro antes de adentrarme en Francia y llegar a Hendaya.



Hacia el norte me dirijo por la ruta de la costa, siguiendo todas las playas y acantilados. Hasta ahora no me había molestado demasiado pero, a partir de aquí, el aire de cara se hace insoportable.




La salida de Hendaya es la rampa más fuerte que se me presenta desde que salí de Villabona. Todavía no me he encontrado con ninguna dificultad ni lo haré en unos cuantos kilómetros.



La costa atlántica es una auténtica preciosidad. En esta ruta se puede disfrutar a lo grande de los acantilados labortanos, aún con Hondarribia a la vista allí a lo lo lejos.



Varios senderistas con mochila transitan por el pequeño surco que va paralelo a la carretera. Apenas hay tráfico por aquí y es mucho más agradable que la vía de Urruña.




Se me acaba este tramo cuando llego a Sokoa. Hace rato que tengo decidido tirar hacia el este en cuanto llegue a San Juan de Luz porque el viento de cara es cada vez más fuerte y se me hace complicado avanzar con las ruedas gordas. La idea inicial era llegar hasta Baiona pero, como he salido demasiado tarde de Villabona, será mejor dirigirme cuanto antes hacia mi destino en esta etapa: Artzamendi.



Increíble el azul turquesa del Cantábrico por estas latitudes, a punto de convertirse en gran océano. Las aguas cristalinas y la fina arena de las playas del golfo de Bizkaia lo convierten en la franja litoral más hermosa que nunca he visto.




Disfrutando muchísimo de la ruta, llego a Donibane Lohizune. Conecto con la vía principal que tira para Baiona y vuelvo a toparme con el denso tráfico.



Pero enseguida abandono esta carretera de Baiona y me desvío por la de Ascain y Senpere para acercarme al bicho de Lapurdi del que ya huelo los rampones iniciales.



A la salida de San Juan de Luz, paso junto al campo de golf y la estampa es muy chula. Aprovecho una entrada abierta para colarme en el hoyo 18 y sacar una foto con el perfil de La Rhune sobre el bunker de arena.



Pero es propiedad privada y veo como viene un tipo para echarme, así que salgo pitando antes de que llegue a mí, no sin antes inmortalizar a un carrito de esos que tienen para moverse entre hoyos.



El pequeño alto de Zuraide, entre Senpere y Ezpeleta, me sirve de ligero calentamiento antes de enfrentarme a los rampones de Mondarrain, vertiente por la que intentaré llegar al col des Veaux, a poco más de tres kilómetros de la cima de Artzamendi.



Inicio la subida a Mondarrain con la primera en la frente. Esta vertiente de Artzamendi es durísima, con continuos rampones cercanos al 20% y un kilómetro inicial con una media exagerada.




Se hace difícil superar estas rampas con el lastre de las alforjas pero el desarrollo de la bicicleta de montaña lo hace posible. Con el molinillo a tope, voy salvando el desnivel como buenamente puedo.





Termina esta primera parte de la ascensión con la pena de que se va a perder altitud al mismo ritmo de lo que se ha conseguido. Una fuerte bajada me deja en la carretera que viene de Laxia y emprendo el tramo común preparado mentalmente para las paredes que van a llegar.




Afortunadamente, a cada pequeña pared le sigue un tramo de descanso y la subida se hace más llevadera. Ya no llevo agua, así que me detengo en el restaurante que hay a poco de coger el desvío final y que se encuentra cerrado. Por suerte, hay un caño abierto en el abrevadero junto al aparcamiento y lleno bien los bidones para la cena. 




Un kilómetro a sí más arriba, llega el desvío final que se dirige a las antenas de Artzamendi en lo que es el tramo más duro de la subida. No tengo planeado llegar allí porque se me haría durísimo con las alforjas y no tengo muy buen recuerdo del estado del piso en esta parte final. Además, para mañana seguiré recto hacia Gorramendi y este parece un buen lugar para la acampada.




Despliego la tienda sobre la hierba. Es un terreno mullido y blando como para clavar las estacas con facilidad. La única pega que tiene es que no hay abrigo y sopla aire con fuerza, pero no me importa. Este viaje está planeado para probar la nueva tienda de campaña que he adquirido y vendrá bien hacerlo en estas condiciones.



El montaje de la primera capa resulta muy fácil y rápido. El habitáculo es muy espacioso y, aunque ya lo tengo probado en casa, creo que no va a haber ningún problema para meter la bicicleta dentro.



En efecto, así sucede. No tengo mayor problema para meterla aunque me toca el techo con la rueda trasera. Había calculado la altura que cogía sin llevar el transportín y, con este puesto, resulta que toca algo. No me apetece empezar a jugar aquí con la posición pero tendré que estudiar otra forma de colocarla para que no roce en ninguna parte y así no tener riesgo alguno de rotura.



La rueda delantera hay que soltarla sí o sí pero, si es necesario, tampoco me importará demasiado tener que soltar la trasera. Tan solo son unos segundos en montarla y desmontarla y así, pesando menos, igual hasta me es más cómodo para meterla dentro, que la bicicleta de montaña no es tan ligera como la de carretera. Con ésta, con la bicicleta de carretera, ni siquiera tendré este problema porque abulta bastante menos.



Resulta perfecta. Una vez metidos todos los bultos en el interior, me queda mucho espacio para tirar el aislante, la almohada y el saco. Me parece que esta tienda me va a regalar muchísimas satisfacciones.



Coloco el doble techo que impermeabiliza bien el conjunto y me caliento algo en el avance para la cena. La noche cae rápido y me duermo enseguida. Hace muy buena temperatura pero un fuerte viento que la tienda aguanta de maravilla. Y para que la prueba sea más completa, por la noche caen unas gotas, poca cosa, pero suficiente para comprobar que le da mil vueltas a la vieja tienda.

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