Por los montes Obarenes

En la comida de la pasada Marcha de los Puentes, el sábado pasado, uno de los comensales me habló de una nueva subida asfaltada en los montes Obarenes: la Cubilla. Y como hace algún tiempo que subí el Portillo del Busto y, por aquellas fechas, no iba con la cámara de fotos, me planifico una brevet independiente de 200km con Orduña como puerto de subida a la meseta.



La estampa del Txarlazo desde la primera rampa al 14% es una de las razones por las que Orduña es mi puerto favorito. Y mucho más aún en esta época.






Se van sucediendo las curvas en los primeros kilómetros mientras voy entrando en calor. En el valle de Ayala, con la neblina mañanera, hacía bastante fresco.




Como siempre que se sube Orduña, hay que detenerse un momento en el mirador para disfrutar de las maravillosas vistas que se tienen del valle.



El descenso hacia Berberana me devuelve la sensación de frescor mañanero del inicio de ruta y, justo antes de entrar en Osma, me desvío hacia Astúlez para coronar el monte Raso.




Apenas son un par de kilómetros al 4%, así que esta subida no supone mayor esfuerzo.




Esta es la mejor época para disfrutar de esta zona, con los campos de cereal totalmente verdes formando un paisaje muy agradable.





En un momentito llego a Astúlez y comienzo un suave descenso hasta llegar al cruce de Valdegovía por la carretera de la Vírgen de Angosto.





Un par de buenas rectas, con el asfalto en mucho mejor estado que la última vez que pasé por aquí, me dejan en Bóveda. A la salida de la población alavesa doy inicio al puerto de La Horca.





De nuevo otro puerto suave, con poco más de cuatro kilómetros que no superan casi nunca el 5%. El inicio es lo más light y, poco a poco, va cogiendo forma de puerto con alguna que otra curva.





A poco de coronar, una amplia curva de vaguada ofrece las mejores vistas de este puerto de La Horca.



En la cima se entra en Burgos y se aprecia el valle de Losa, ya que la vertiente de bajada nos lleva a San Pantaleón de Losa.




En el descenso del puerto me cruzo con más de veinte o treinta cicloturistas, tal vez participantes de alguna marcha de la zona. En el cruce de la carretera de Bilbao a Trespaderne, me detengo un instante para tomar una foto de la Peña Colorada, con su característica forma de quilla de barco y en la que se encuentra situada la ermita de San Pantaleón.




Continúo por el cañón del río Jerea en dirección a Trespaderne. Toda esta zona del Ebro y sus afluentes está regada de maravillosos parajes en los que el agua discurre por cauces bellísimos.




Uno de esos puntos de obligada parada es la cascada de Pedrosa de Tobalina.





Continúo mi camino por el valle de Tobalina hasta llegar a Frías. Voy paralelo al río Ebro y será a la altura del puente medieval cuando lo cruzo y paso a la margen derecha.





El castillo de Frías destaca en lo alto del cerro de La Muela y aprovecho que hay una panadería abierta para tomar una cocacola fresquita y un bollo de chocolate porque ya van cayendo los kilómetros y el depósito lo llevo vacío.




A la salida de Frías se inicia la subida al portillo del Busto, en dirección a la Bureba. Es un puerto más largo, sobre los doce kilómetros, pero con un tramo central casi llano que hace que no sea más que otra tachuelilla en esta jornada turística por la zona.



A la altura del kilómetro dos, justo antes de entrar en el desfiladero, hay que hacer una parada obligada para disfrutar de la cascada de Tobera, un hermoso salto de agua vertical que mana del conjunto rocoso y se precipita en las calles de la pequeña población.


También supone un reclamo turístico la ermita de Nuestra Señora de la Hoz y su enclave en medio de la roca.




El siguiente tramo nos lleva por un desfiladero cerrado a lo largo de casi un kilómetro al 6%. Sin ser grandes cifras, se convierte en la parte más dura de la subida, lo que habla claramente de la suavidad del puerto.





Superados estos dos primeros kilómetros y el precioso paso por el desfiladero, la ascensión al portillo del Busto se vuelve mansa en seis kilómetros con pendiente casi inapreciable.






A la altura de La Aldea se retoma la subida. Se llega a un cruce en el que se puede girar a la derecha para ir a Oña o a la izquierda para Cubilla. Yo iré a Cubilla más tarde, pero antes quiero seguir recto y coronar el puerto.





Cuatro kilómetros al 6% están bien para terminar este bonito puerto. Las vistas de los montes Obarenes son cada vez más amplias y, sin nada de tráfico, se disfruta de una soledad perfecta para dar pedales.









Corono el portillo del Busto y no puede faltar asomarse un momento al valle de Bureba y contemplar la inmensa llanura de la meseta burgalesa con sus campos de cultivo multicolor.





Como quiero subir a Cubilla por una carretera que no conozco y que ha sido el motivo de la planificación de esta ruta, en el alto me doy media vuelta para descender hasta el cruce de La Aldea.





Tomo dirección a Cubilla en dicho cruce. En la comida de la pasada semana en la Marcha de los Puentes me hablaron del asfaltado de la vertiente de Encío y la posibilidad de encadenar esta subida con bicicleta de carretera con esa población.




Los primeros dos kilómetros son prácticamente en bajada hasta Zangandez, una pequeña población de cuatro casas.





Y al paso por La Molina se inicia el puerto de Cubilla que, a lo largo de siete kilómetros más, me descubre un paisaje estupendo en los montes Obarenes.





La pendiente no es muy fuerte en ningún momento. Tan solo en un par de tramos supera el 6% y se estropea un poco el piso con los característicos parches de brea de las carreteras secundarias burgalesas.




En una soledad total, por un paraje abandonado de la civilización en el que cuatro vacas son las reinas del cotarro, corono esta subida a Cubilla con la incertidumbre del estado de la vertiente de bajada.






En la cima, un cartel avisa del estado de la pista. Sabía que el inicio era aún de tierra compactada, pero la longitud excede mis previsiones. Durante más de dos kilómetros echo pie a tierra y continúo caminando con la bici arrastras.




Afortunadamente, el asfalto regresa y puedo montar de nuevo, aunque solo por dos o tres curvas.




El puerto es chulísimo por esta vertiente de Encío pero está aún sin asfaltar. Si le pillo al tipo que me dijo en la comida que era enlazable con bici de carretera...



En Obarenes abandono la carretera principal y me meto por una pista de senderismo. Ya puestos, ya que voy andando, pues que sea por un camino más coqueto.







Y es así como, tras cinco kilómetros de sufrida caminata, retomo la carretera principal a las puerta de Encío. Aunque hay asfalto en este cruce, el cartel avisa de su falta en el resto del puerto.




De nuevo a lomos de la flaca, tiro por la carretera que pasa por Santa Gadea del Cid y que me lleva de vuelta al puerto de Orduña.




Quería haber subido Salinas de Añana pero se me está haciendo tarde y no me quiero perder la final de la Champions League de fútbol así que, disfrutando del Ebro en mi regreso a Euskadi, me acerco a la vertiente burgalesa de Orduña.







Preciosa la vuelta. Ya la hice así hace unos años y me ha encantado otra vez. Queda pendiente un paso por el desfiladero del Sobrón y una subida a las antenas de Osma y a Salinas, así que el plan para otra ocasión no será muy difícil de trazar.

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