Vuelta a Portugal (II)

Una vez que me despierta la parejita, decido coger la carretera de Amarante (por la que tengo que seguir la ruta) para buscar donde dormir pero, como no encuentro nada a cubierto y van pasando los kilómetros, tengo la feliz idea de hacer el cima nocturno. Hace tan buena temperatura y ya estoy tan metido en faena que no me lo pienso demasiado.




Hasta el Alto do Espinho, por carretera en perfecto estado y no demasiada pendiente, solo me cruzo con un coche. La noche está tremendamente oscura. Del alto hasta las antenas de Marão, la carretera se complica más, ya que por la noche la ausencia de líneas blancas te obliga a ir muy concentrado. Además hay algunos baches y desconchones peligrosos para la bajada, aunque está bastante bien. Algún tramo lo hago andando para descansar la vista y porque la noche es magnífica para 'pasear'.

De vuelta ya en Vila Real, sigo camino hacia Santa Marta de Penaguião, pero me estoy quedando frito sobre la bici, así que decido dormir tres o cuatro horitas en una marquesina de autobús que encuentro en la bajada del alto en el que se encontraba el pueblito de Asento donde, curiosamente, había más movimiento que en ninguna otra parte. Cuatro casas, pero ¡qué bullicio! De hecho, es viernes noche.



Al amanecer, me pongo de nuevo en marcha. Voy coincidiendo con cuadrillas que van a la vendimia en coches tipo ranchera, con los currelas de pie en la parte trasera. De hecho, el paisaje está copado de viñedos en la primera parte de la etapa de hoy, a orillas del Duero. Pienso que las bodegas serán denominación de origen "Ribera de Duero" o algo así, pero me sorprende una que se refiere a "Oporto". No sé. No entiendo de esto.




En Peso da Regua cruzo el Duero y, ya se sabe, es cruzar ríos y la cosa se pone para arriba. Así llegaré hasta la Sierra de Bigorne, una subida bastante larga y no exenta de tramos duros. Uno de ellos al paso por Lamego, con la impresionante iglesia de Nossa Senhora dos Remédios que me llamó muchísimo la atención. Una iglesia que está en lo alto con una tremenda escalinata para llegar a ella, esculpida en piedra blanca, como si se tratara de la ciudad de Góndor.







Una vez en lo alto de la sierra, dejando Montemuro a la derecha y la autopista paralela a mí, toca descender a Castro Daire. En Vilar, un poco hambriento y sediento, me meto en un restaurante preguntando si tienen menú. Me dicen que sí. De hecho, estoy viendo a los currelas con unas fuentes de filetes y patatas fritas, pero me pasan a otro comedor más elegante y me sacan la carta. Les vuelvo a preguntar por el menú pero me dicen que no hay, cosa que no es cierta, así que me levanto y me piro sin tomar nada.








Sin comer, y practicamente sin bebida en un día muy caluroso, toca subir hasta Caramulo, desde donde continuaré ascensión al mirador de Caramulinho. Subo muy tranquilo, sin ninguna prisa, lanzándome de cabeza a una fuente que encuentro. Arriba llego muy cansado y aún me quedan 70 km. hasta Seia.







El descenso a Tondela es rápido pero, a partir de ahí, un contínuo sube-baja me desmoraliza bastante. La jornada se está haciendo muy dura. Apenas he dormido, apenas he comido, el calor es insoportable, son ya 250 km., y el acumulado es mucho. Según llegue a Seia tengo decidido que voy a buscar una pensión o similar para descansar a tope, que hasta me duele un poco la espalda.






Nada más entrar en Seia, por la zona de polígonos, ya de noche, encuentro una pastelería. Me pido una superporción de pizza que me calientan en el microondas y me envuelven en una caja de pasteles por 1,50 €. Le pregunto a la dependiente por una pensión y tengo muchísima suerte. Hay una justo enfrente, un residencial que llaman ellos, un hostal de carretera que llamaría yo.



Parece cerrada pero, tras golpear la puerta, sale un hombre muy amable y me da habitación por ¡¡12 €!! Con estos precios me parece a mí que voy a dormir más veces en cama. Estoy destrozado, cansadísimo, así que me ducho y me acuesto sin cenar. No me entra bocado. Por la noche me iré despertando y comiendo y bebiendo poco a poco. Es lo que hago cuando duermo en el saco y llego tan cansado y me va bastante bien.

También me ha surgido un problema: el móvil no se enciende. No puedo enviar ni un triste SMS a Amaia. A ver mañana.

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