III. Marcha Artziniega

El año pasado no me fue posible pero, tras el buen sabor de boca de la I. Artziniega Ibilaldia, me planto en la localidad alavesa para recorrer los 22km de la marcha. Tenía plan con Ander pero su semana de exámenes me deja en solitario.




A las 08:30, se da inicio a la marcha. Está chispeando un poco y me parece que hay bastante gente. Como me quedo esperando delante de la salida, tengo la posibilidad de ver cómo salen corriendo unos cuantos. Dejo que el grueso pase y me meto por el medio.



La marcha va en sentido contrario al que hicimos en la primera edición, subiendo Peñalba de salida. En poco rato, ya tenemos unas vistas alucinantes de Ayala.




Hay momentos en los que cae algo más que sirimiri pero no llego a ponerme el chubasquero. La subida es fuerte, sobre todo, en la parte final.




A algunos de los que habían salido corriendo me los encuentro en la rampa previa a las antenas. Se ve que las cuestas hacen caminando y trotan en los tramos favorables.




Llego al geodésico, me pican la ficha en el control y las vistas son maravillosas. Sigue lloviendo, pero tampoco molesta demasiado. Estoy tentado de ponerme el chubasquero pero, como varios de los que han llegado al mismo tiempo que yo se ponen a correr en la bajada, me planteo hacer lo mismo. Puedo aprovechar que vengo sin niños y así pruebo para la marcha larga de Billabona en la que ya tenía pensado correr en algunos puntos para no estar todo el día de pateada. Desde que tengo las zapatillas Salomon en vez de unas botas, me lo puedo permitir.




El descenso trotando es una gozada, mucho menos agresivo con las piernas. La bajada se encuentra en muy buen estado y no paro hasta llegar a Retes de Tudela.





Se me ha hecho muy corto corriendo. Parece que deja de llover por completo y disfruto de un completo avituallamiento por primera vez desde que participo en marchas. Siempre llego de los últimos cuando las cajas ya están vacías y, en esta ocasión, hay donde elegir.




Como unos frutos secos, algo de fruta, un par de pastelitos, ..., y me meto un Acuarius en el bidón. No he traído mochila y me basta con la riñonera que, para correr por el monte, es una pasada. Aún así, ahora toca un breve tramo de asfalto, antes de iniciar la subida a Otsati.



La subida a Otsati es muy diferente a la de Peñalba. Discurre casi por completo encerrada en el bosque que, en las fechas en las que estamos, tiene todas las hojas por los suelos. Aquí no se puede correr pero, ya con el chip de apurar un poco la marcha, me marco un ritmo de subida muy ligero.




Junto al buzón hay dos tipos de la organización para picar la txartela. Es una marcha en la que la organización está muy presente en todo momento, lo cual es muy de agradecer. He estado en marchas en las que ni los ves en todo el trazado y aquí siempre hay alguien en los altos y en los cruces conflictivos.



El descenso es precioso, con unas vistas preciosas de la sierra Salvada, y hay un par de campas magníficas para correr sobre terreno mullidito.



Pero enseguida toca la subida final al Pico de la Cruz. Nos metemos por un paraje chulísimo hasta llegar a la base de la montaña.



Es entonces cuando coincidimos con los participantes de la marcha corta, que está muy bien diseñada para que todos lleguemos a Artziniega por el mismo sitio y, más o menos, a la misma hora.





En un ambiente muy familiar, con muchos niños participando del recorrido, negociamos los fuertes repechos de esta ladera. Las vistas son, como las de toda la marcha, muy bonitas.





Llegamos a la cima y la primera rampa de bajada es brutal. Hay bastante barro y se ven unas cuantas culadas.



De nuevo a trote en algunos tramos en los que se puede pisar con seguridad, vamos llegando a Soxoguti. Por un momento, me vuelven los pequeños pinchazos que llevo sufriendo de un tiempo para aquí en la rodilla.






Llegamos al tramo final, una delicia de paseo bordeando el arroyo. No llueve desde que paré en el avituallamiento y está quedando un día muy agradable.




Al salir del sendero del arroyo, ya estamos en Artziniega. Se nota que he venido sin niños porque la hora de llegada es bastante más temprana de lo que suele ser habitual.



La entrada en el frontón se hace por el pasillo del papeo, con una morcillada típica del lugar a la que le acompañan salchichas, lomo, fruta, refrescos, ... 




Una magnífica marcha, muy recomendable para toda la familia. Si no pasa nada raro, seguro que repito en esta.

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