PAMPAM 4: St Marie - Sabiñánigo

Haber pasado la noche en el albergue después de una etapa cortita me ha puesto las pilas a tope. Además, el desayuno que te sirven es como para llenar los depósitos hasta las trancas. Lo necesito, pues la etapa de hoy es bien maja. Quiero llegar hasta Sabiñánigo y eso supone hacer 170km con los míticos puertos pirenaicos de paso. En circunstancias normales no supondría mayor problema, pero hacerlo con la mochila cargada a las espaldas me trae muy malos recuerdos de la primera transpirenaica que intenté allá por 2007, cuando apenas llevaba unos pocos meses andando en bicicleta.




El Tourmalet es el Tourmalet y, nada más salir, cambiando las pilas del GPS, me adelanta un grupo de ciclistas. Me imagino que hoy, siendo sábado como es, coincidiré con mogollón de ellos.



Gracias a que el albergue está muy dirigido a los ciclistas y ya sabían que yo salgo pronto, me han puesto el desayuno a las 7:30, permitiendo que inicie la subida muy temprano. Por esta vertiente de Campan, los primeros kilómetros son de calentamiento, lo que se agradece porque aún está el valle sombrío y no es plan de ponerse a mil nada más empezar.



A partir del cuarto kilómetro, el puerto se sitúa en sus números normales. Con unas vistas inmejorables del Pic du Midi, alcanzo a uno de los ciclistas del grupeto que me había pasado al inicio. El reposo de ayer me ha venido de perlas y parece que carburo a muy buen ritmo sin demasiado esfuerzo. Es una gran inyección de moral porque le tenía mucho miedo a la mochila.



A excepción del kilómetro final, los más complicados se sitúan al paso por las galerías antes de llegar a La Mongie. Había previsto hacer alguna parada de descanso a media subida, más o menos por esta zona, pero creo que no tendré mayor problema para coronar del tirón.






Llego a La Mongie y me encuentro con algo muy curioso. Me había topado antes con muchas especies animales mientras subía un puerto: vacas, cabras, ovejas, perros, ardillas, marmotas, burros, caballos, zorros, jabalíes, corzos, ..., pero es la primera vez que me topo con ... ¡¡¡llamas!!! Una media docena de llamas campan a sus anchas por las praderas de La Mongie.




Salgo de La Mongie y ya se adivina dónde termina la subida. Los carteles con los porcentajes son una gozada. Como siempre en este puerto, numerosas pintadas adornan la calzada.




A falta de dos kilómetros para llegar al alto del puerto, me pasa un betetero que va como una bala. Luego será importante porque me recordará algo que tenía ya olvidado.





Último kilómetro muy sorprendido con lo poco que me ha molestado la mochila. Apenas he notado que iba con ella, aunque claro, es con el paso de kilómetros y con las horas sobre la bici cuando más cansina y más molesta se hace.






Corono el col du Tourmalet, el puerto pirenaico que más veces he ascendido en bicicleta. No sé cuántas iré ya, pero con ésta puede que ya haya llegado a la decena sumando las ascensiones por ambas vertientes.




En el poco rato que estoy en la cima poniéndome la chaqueta para el descenso, van llegando multitud de ciclistas, como debe ser en una subida de la categoría de esta. El betetero que me adelantó a dos kilómetros ha llegado unos pocos metros delante de mí y continúa por la pista del Pic du Midi que se encuentra, por lo menos en el comienzo, en inmejorables condiciones. Ya no me acordaba de esto y, la próxima ocasión, vendré con la BTT para hacer esta parte y alguna que otra cosa interesante.



En el descenso por la vertiente de Luz, me llevo otra sorpresa. Han asfaltado la carretera que iba a la estación de Superbarèges conectándola con la subida tradicional, la que yo conocía de siempre, y le han dado prioridad de paso para vehículos. La otra, la que va por la ladera derecha, ahora recibe el nombre de via Laurent Fignon.





Con este nuevo trazado, que no sé cuánto tiempo llevará así asfaltado, el descenso es mucho más rápido y cómodo que antes, así que llego a Luz Saint Sauveur en un periquete.





En Luz me meto en el Carrefour Market que hay en el centro y me pillo unos plátanos y una lata de cocacola. He desayunado muy bien y creo que con esto será suficiente para completar toda la etapa. En un instante, como todo es terreno favorable, me encuentro en Argèles-Gazost para iniciar las primeras rampas del Soulor.



A nada de empezar me adelantan como flechas un chico y una chica que llevan dorsales en el cuadro. Es posible que sean participantes de alguna marcha que se esté celebrando por la zona, aunque luego ya no me pasará nadie más.




El Soulor es un puerto bellísimo. A media docena de kilómetros iniciales que rondan el 6%, les siguen otra media docena casi llanos que son una pasada de bonitos.





Una vez que se llega a Arrens-Marsous, la cosa se pone seria. Reaparecen las señalizaciones a cada kilómetro con los porcentajes que restan. Con una constancia muy machacona, siempre al 8%, a mí se me llega a hacer un poco largo. A media subida me quedo sin agua a causa del enorme calor que hace y de lo mucho que sudo por la mochila. Llevo la espalda empapada.





Menos mal que este valle es espectacular y eso mitiga mucho la dureza de la subida. La suma de las verdes praderas con las montañas rocosas hacen de cada encuadre una postal.





A pesar de que estuve subiendo el Soulor hace unos meses y tengo cientos de fotos, no puedo parar de disparar la cámara. Me parece un puerto extraordinario.






Llego arriba completamente seco, con la garganta áspera de esa forma en la que casi no puedes articular palabra. Me meto en uno de los bares de la cima y me tomo un kas de limón y pido que me llenen los bidones con el grifo de agua helada ese tan guapo que dispensan.





No tengo ninguna prisa. Se está tan a gusto entre la multitud ciclista que se agolpa llegando del Aubisque que me tumbo en la hierba y saboreo la bebida lentamente.



Los kilómetros que restan hasta el Aubisque, ladeando todo el circo de Luthor, son una delicia. Las vistas de la subida de Spandelles son inmejorables y la pendiente suave facilita el disfrute.




Tras el breve tramo de descenso del Soulor, reinicio la suave subida con porcentajes irrisorios pero con unas vistas sublimes.







Se pasa la zona arbolada y desaparecen todas las sombras para los últimos tres kilómetros, ahora ya picando para arriba al 6%.







Corono el col de Aubisque entre numerosos cicloturistas y acompañantes que les esperan en la cima, la mayoría con autocaravanas. Las bicis del Tour adornan el paso por puerto y allí que apoyo la mía durante un instante.



Me ha encantado este puerto en su totalidad. Ya lo tenía ascendido por la vertiente de Laruns pero me tocó un día asqueroso con lluvia y niebla baja en el que no vi absolutamente nada. Tenía muchas ganas de volver a pasar por aquí.



Impresionante la visión de Gourette a media bajada. Me está flipando este puerto.




En Eaux-Bonnes me encuentro con la bici homenaje al Tour en la que me hice una foto con Nicolás, chaval del que me suelo acordar mucho. ¡¿Qué sería de él?!



Con más calor aún del que llevo soportado en toda la jornada, llego al cruce de Laruns en el que daré comienzo a un larguísimo puerto: Portalet. Sin rampas reseñables, destaca por su longitud. Sus casi treinta kilómetros me van a durar un buen rato.




Los primeros kilómetros son una subida encajonada en un desfiladero algo sombrío. Apenas se llega a un 5% en esos diez kilómetros. Me sacan de quicio los numerosos moteros que pasan follaos a toda hostia, tanto para arriba como para abajo. ¡Luego la culpa es del guardarrail!





A mitad de puerto, se llega a la presa de Artouste. En ese tramo se incrementa un poquito la pendiente hasta situarse a la altura superior del embalse, aunque luego se llanea hasta el final del charco.





Finalmente, el paisaje cambia radicalmente y se convierte en uno más propio de alta montaña. Los seis o siete kilómetros finales adquieren unos números más decentes para un puerto que sirve de frontera, algo más cercanos al 7%. Destaca el sublime circo d´Aneou y el imponente Pic du Midi d´Osseau mientras uno se acerca al paso fronterizo, ya en desuso.









La parte española cambia radicalmente el paisaje. Las estaciones de esquí oscenses han urbanizado toda la ladera. Después de tantos kilómetros de subida, aunque muy suaves todos ellos, estoy un poquito cansado. Además, no he comido nada desde Luz y empiezo a notarme algo bajo.




Frente a las pistas de Formigal y Astún, descubro la causa de tanto motero tocapelotas en toda la subida. Hay una reunión de BMW y están todos haciendo el indio por este puerto.





Rapidísimo descenso hasta Sabiñánigo. Ya es tarde y espero llegar a un Lidl que tengo localizado antes de que me cierren. Es sábado y ya no me queda comida, a excepción de la leche en polvo, el colacao y el azúcar para el desayuno. Aún así, en cuanto llego al supermercado, no tengo nada de hambre. Solo me apetece beber y dormir. La etapa se ha hecho larga y hace demasiado calor.

Ahora que lo pienso, esta etapa me ha gustado mogollón, como hacía que no disfrutaba sobre la bici.

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