De Áliva abajo

Nos esperan cuatro días de ensueño por el interior del Parque Natural de los Picos de Europa. Ander y yo partimos a las 06:00 de la mañana rumbo a Fuente De, desde donde iniciamos una buena caminata.




Cogemos el teleférico de Fuente De para subir hasta El Cable. Las previsiones meteorológicas han acertado y la mañana aparece con el cielo despejado en esta zona, lo que posibilitará disfrutar de las vistas desde el alto.



A medida que vamos ascendiendo, con el acojone propio de este tipo de medios de transporte, la grandiosidad de los Picos de Europa va tomando mejor perspectiva y el hermoso Circo de Fuente De deslumbra a través del cristal.




Llegamos a la estación superior. El pequeño movimiento de retroceso de la cabina, justo antes de parar, hace que el estómago suba un piso y se aloje en la garganta.



Llega uno de los mejores momentos de la travesía. El mirador de El Cable permite contemplar un paisaje magnífico. En apenas tres minutos hemos ascendido más de 700 metros de desnivel.




Nos cargamos las mochilas a la espalda y nos ponemos en marcha. El peso que llevamos es grande. No en vano, cargamos con lo necesario para pasar cuatro días de forma autosuficiente, incluyendo la tienda y la comida.





Por buena pista, en una mañana estupenda, en apenas unos minutos llegamos al paso de la Horcadina de Covarrones. Dejamos a mano izquierda el camino que se dirige a los Horcados Rojos y seguimos directos hacia los Puertos de Áliva.





A partir de la bifurcación, la ruta es completamente descendente hasta Sotres. Lo he planificado así para empezar a subir cuando ya nos hayamos quitado algo de peso de la comida, por lo menos de la mochila de Ander. El pobre no se queja nada y va como una mula.




Seguimos por la pista. La visión es alucinante. Un paisaje brutal. Llevo días hablándole a Ander de lo bonitos que serán los lugares por los que vamos a pasar y lo primero que me dice es que no se los imaginaba tan hermosos.




Disfrutando de todo, llegamos a la zona del chalet Real y tiramos campo a través hasta llegar al refugio de Áliva.





Esta parte es impresionante. No podemos dejar de mirar para todas partes.







En unos pocos metros, la cámara de fotos ya saca humo. Mi única preocupación son las nubes que vienen por occidente, ya que la zona cántabra está completamente despejada.







Llegamos al refugio de Áliva y nos detenemos por primera vez. Hay que ir descansando los hombros porque vamos muy cargados y nos tomamos una cocacola sentados en una de las mesas exteriores.







Tras un pequeño descanso, de apenas unos minutos, seguimos descendiendo por un sendero que nos permite atajar la pista curveante hasta el cruce de caminos de Sotres y Espinama.







Una mirada atrás y es brutal lo que vemos. Frente a nosotros, con una perspectiva estupenda para ver su amplitud, aparece la Lomba del Toro, la morrera glaciar por la que tenemos que descender hacia Sotres.






Dejamos atrás el camino que lleva a Espinama y que permite una preciosa ruta circular desde Fuente De, que dejaremos para otra ocasión, y todo para abajo.





Adentrados en el valle glaciar, el tiempo se va estropeando un poco. Mientras tanto, las vacas pastan relajadas como quien disfruta de un masaje en un centro de spa.





Allí al fondo vamos. La pista serpentea para ir perdiendo altitud suavemente por la ladera derecha.






Llegamos a la barrera canadiense que da paso a las Vegas del Toro. Aquí tiene lugar una nueva parada para que Ander pueda cambiarse de calzado. En los descensos continuados se acaban recalentando mucho los pies y es mejor quitarse las botas y sustituirlas por la comodidad y el frescor de las zapatillas.




Llaman la atención las cuevas que los pastores de la zona utilizan para el curado de los quesos.






El camino continúa descendiendo. Seguimos la pista que nos lleva a los invernales del Texu, ya muy cerquita de Sotres, donde pararemos para comer.







Llevamos unos cuantos kilómetros y no hemos parado de caminar. A mano izquierda dejamos el camino que lleva al collado Pandébano y seguimos por la carretera de Sotres con ganas de parar para comer. Las fuertes pendientes que hay antes de llegar al casco del pueblo machacan mucho a Ander que carga con demasiado peso, así que hacemos un pequeño trasvase de cosas de su mochila a la mía.



En Sotres están en obras y las fuentes no sacan agua para reponer los botellines y para limpiar luego los cacharros, así que nos ponemos a comer cerca de un restaurante para poder entrar luego a llenar agua. Las dos latas de lentejas a la riojana que nos vamos a meter serán casi un kilo menos con el que cargar.

La temperatura ha bajado mucho desde esta mañana y Ander se queda un poco frío. Miramos y no hemos metido en las mochilas la sudadera que llevaba. Se nos ha quedado en el coche. Por suerte, el bar en el que nos tomamos un helado de postre tiene una tienda adosada con souvenirs y podemos agenciarnos una sudadera de su talla para seguir subiendo hasta el Jitu más tranquilos.




Las rampas de salida de Sotres son de las que hacen pupa con tanto peso a las espaldas. Una pareja nos alcanza en coche y nos ofrece subirnos hasta el puerto pero Ander se niega. Prefiere subir andando, me dice, que no tiene mérito que te lleven. Un kilómetro más arriba se arrepentirá de la decisión tomada.




Llegamos a La Caballar algo cansados. La cuesta previa ha pasado factura y la moral se resiente.



Vamos parcelando la jornada en función de las tomas de alimento. La próxima parada para merendar tendrá lugar tras haber coronado el Jitu Escarandi.






En el Jitu abandonamos la carretera de Tresviso para tomar la pista que lleva a Bejes. En cuanto descendamos el primer kilómetro pararemos para merendar.




Nos metemos por la pista en sentido contrario al que llevé yo la semana pasada cargando con la bici. No hay color esta vez. El día permite disfrutar del lugar en vez de ir encabronado empujando como una mula.




Según bajamos, nos cruzamos con unos beteros que sufren los fuertes porcentajes de este tramo. Más de uno se tiene que poner a empujar la burra, aunque lleven ruedas gordas.



En el primer llano que nos encontramos, tiramos las mochilas y sacamos la merienda. Un buen jamón ibérico hace las delicias de Ander y ayuda a subir la moral de la tropa para continuar la ruta planificada.






Ya llevamos más de 20km y se nota el cansancio. Nos quedamos sin agua a un par de kilómetros del Vao los Lobos y eso hace muy pestoso el tramo final.





Menos mal que el paisaje y las vistas de Tresviso al otro lado hacen que el sufrimiento sea más llevadero.





En una de estas, me pita el móvil. Llevamos todo el día sin cobertura y, tras una curva, recibe señal y entra alguna llamada perdida. Aprovechamos para llamar a Amaia y contarle cómo nos está yendo hasta ahora. No serán muchas las ocasiones en las que lo podamos volver a hacer.







La zona es asombrosa pero a Ander ya le pasa factura el peso que lleva. Poco a poco le voy aligerando carga y me lo voy colgando todo en mi mochila, que se va haciendo cada vez más y más pesada.





Ya tenemos ganas de llegar al Vao los Lobos para tirar la tienda en cualquier parte y dar por concluída esta primera jornada. Parece que no, pero más de 25km cargados como mulas se hacen muy largos.






La parte boscosa de este tramo, justo antes de llegar al abrevadero que será nuestro oasis particular, se nos hace larguísima.





Mañana tenemos planeada una ruta por Ándara y, al salir a la zona clara, vemos que está bajando muy rápida la niebla por allí.





Por fin, llegamos a la fuente del Vao los Lobos. Ander se tira como loco a beber agua, ya que llevamos un buen rato caminando a falta de líquido.




Mientras Ander descansa junto al abrevadero, busco un buen lugar para echar la tienda. Me adentro en la pista que sube al casetón de Ándara y veo que es muy probable que haya tormenta porque se está cerrando mucho por allí arriba. Las previsiones meteorológicas así lo auguraban y parece que no van a fallar. Por contra, hacia Cantabria está muy despejado. En un instante, se me ocurre una variación de planes que a Ander le parecen maravillosos. Aunque alarguemos la ruta otros cinco kilómetros más, decido que será mejor hacer noche en el albergue de Bejes.



Con mucho mejor ánimo, llegamos al Salto la Cabra. En cuanto veamos un buen sitio para sentarnos cómodamente, nos paramos para cenar.






En una curva, con unas vistas maravillosas a nuestros pies, sacamos el hornillo y nos preparamos unas albóndigas. Entre lata y lata hemos quitado mucho peso de las mochilas y se nota.





Terminamos de cenar tranquilamente, sin prisas, y nos ponemos en marcha nuevamente. El collado de la Hoja está precioso.



Ahí enfrente está el collado Pelea, que será nuestra gran dificultad en la jornada de mañana. El cambio rápido de planes nos llevará hasta Potes en unos 20km de pateo para poder coger un bus que nos subirá hasta el coche en Fuente De. Sacrificamos la subida a Ándara para poder dormir a resguardo todas las noches, ya que las tormentas parece que van a ser la tónica diaria. Con el coche en Poncebos podremos hacer casi las mismas rutas pero de forma más tranquila.






Llegamos a Bejes y buscamos el albergue. No tenemos reserva y no sé cómo andará de plazas pero somos los únicos visitantes. Para la noche esperan a un madrileño que ha llamado por teléfono pero no hay nadie más, y eso que estamos a noche de viernes y en el mes de julio.



Nos pegamos una buena ducha. Ander está encantado con eso de no tener que dormir en la tienda de campaña y yo creo que, viendo el panorama que se está formando por las alturas, ha sido todo un acierto. Hacemos sueño jugando un rato a cartas y ... caemos rendidos.

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