Bulnes: el corazón de los Picos de Europa

Llegamos a la última jornada de este periplo por el Parque Nacional de los Picos de Europa. El plan contempla realizar la subida a Bulnes por el sendero de poco más de cuatro kilómetros que atraviesa la canal del Texu, remontando el río del mismo nombre.




El camino lo iniciamos en Poncebos, en el mismo punto en el que se da comienzo a la Senda del Cares.




Descendemos hacia el río por una pequeña senda y lo cruzamos en el puente de la Jaya. Desde aquí no dejamos de subir rodeando la peña Maín, atravesada de lado a lado por el funicular de Bulnes que, tan solo desde hace una década, conecta Bulnes con Poncebos.





El paisaje es brutal. La niebla que cierra las cumbres ayuda a potenciar la imagen de aislamiento que genera esta ruta.







Es como si hubiéramos dejado lo mejor para el final. Tenemos idea de seguir hasta el collado Pandébano para que Ander pueda tener una visión directa del Urriellu pero, a medida que vamos subiendo, me voy dando cuenta de que no va a ser posible.






Decir que este sendero es espectacular es decir poco. Y pensar que por aquí tenían que pasar los vecinos de Bulnes hace tan solo diez años para acceder a la civilización ...







A mitad de recorrido nos adelanta un tipo corriendo con pinta de hacerlo habitualmente.







Seguimos subiendo con el murallón de Amuesa frente a nosotros. La senda continúa con el piso empedrado, en ocasiones en forma de cómodas escaleras que facilitan el hecho de salvar las pendientes más duras.







A mitad de trayecto, los sentidos se ven desbordados. Me está gustando mucho más este paseo que la masificada ruta del Cares, que ya es decir.






Llegamos a la altura el arroyo tras un ligero descenso. El camino está siendo muy agradable y la dureza es la justa.





Ya cerca de Bulnes, la subida se suaviza mucho. Entramos en una zona en la que el río se encuentra a nuestra altura y las rocas van dando paso a pequeñas praderas con un verde fresco admirable.








La senda adquiere un tono más urbanizado camino del funicular, donde un perro nos recibe de forma muy amistosa.





Es impresionante. Llegamos a Bulnes con ganas de descubrir cómo será esta pequeña población escondida entre montañas.





Y nos encontramos con un núcleo de casas de piedra totalmente restauradas y reformadas, donde destacan los locales de hostelería dedicados al turismo.





Nos tomamos un bocada de tortilla a medias y partimos por la senda que lleva al collado Pandébano. Es otra hora y pico de ascensión y veo que no merece la pena por lo cubierto que se encuentra, así que nos conformamos con subir unos pocos metros hasta el mirador de Bulnes.






Un panel explica el proceso de formación de un valle glaciar y el posterior desarrollo de la erosión fluvial que ha generado esta preciosidad de la naturaleza. Está bien que los cuatro días de caminatas por estos lares culminen en una excursión de tan alto contenido didáctico para Ander.



Volvemos a bajar a Bulnes y nos cruzamos con un grupo que nos explican cómo era esta población hace un par de décadas y cómo ha cambiado desde que existe el funicular. No hay que olvidar que fue en 1.998 cuando les llegó la electricidad.





El mismo camino que nos ha visto subir es el que nos ve bajar. En apenas una hora estaremos de vuelta en Poncebos.







A punto de llegar, nos cruzamos con un numeroso grupo de chavales que van cargados como mulas.




La excursión del día de hoy es la más corta y nos permite regresar a Bilbao con mucha tranquilidad. Paramos en San Vicente de la Barquera, en Comillas, ..., y comemos la última lata de alubias que nos queda antes de meternos en el Hipercor de la Bahía de Santander para comprar unos helados. Han sido unos días estupendos por unos lugares de ensueño.

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