Vuelta a Portugal (III)

El descanso en cama me viene de perlas. También aprovecho para echarle un vistazo a fondo al itinerario y decido variar un poco la parte final de esta tercera etapa. De Torre bajaré a Vide, como estaba previsto, pero en vez de continuar saltando entre valles, con el correpondiente riesgo de pillar subidas "gratis" entre ellos como en el final de la segunda, decido marcarme un recto hacia Lousá por la N342. Menos riesgo de "extras" y menos kilómetros. La idea es intentar llegar un poco más lejos para acortar la cuarta etapa y poder llegar así a Lisboa de día. Por lo que va a suceder hoy, creo que se convirtió en una decisión acertadísima.

Le he dicho al hostelero que me quiero ir pronto, a las 7 como muy tarde, para que me amanezca subiendo Penhas Douradas. Pero me he equivocado. Bajo a desayunar y el bar está cerrado. Pienso con horario español y aún son las 6 de la mañana en Portugal. ¡Qué putada! Saldré una hora más tarde.

El desayuno es amplio y ¡¡barato!! Por menos de tres euros me tomo un bocadillo de jamón york y queso, un zumo de naranja y un batido de chocolate bien caliente con unas galletas maría. Aprovecho para asegurarme el camino con el hombre del hostal, muy majo él, que me aclara un cruce que me encontraré en plena subida, y salgo para arriba sin calentar.




La subida es, en la parte inicial, la misma que se dirige a Torre. De hecho, hay que ir siguiendo esas indicaciones, hasta llegar al desvío a izquierdas. Recién asfaltada esta primera parte semiurbana a la que todavía le falta la señalización horizontal. Después, me recuerda muchísimo a las subidas abulenses, tipo Erillas. Normal, estamos en pleno Sistema Central, y el paisaje es muy similar.











Disfrutando mucho del entorno, sin cruzarme con ningún coche, corono Penhas Douradas ya con bastante calor. El descenso hacia Manteigas es largo, entre bosque, curvoso, revirado. Una vertiente muy guapa esta que estoy bajando, con unas vistas del valle extraordinarias y con una vegetación que ni siquiera he tenido más al norte. Me encuentro en pleno Parque Natural de Serra da Estrela, y se nota.



En Manteigas paro en una gasolinera a plantar un pino y a aprovisionarme de bebida para la subida a Torre, que pinta realmente bien por lo que se puede intuir desde abajo. Y para arriba del tirón.



Torre es un cimón!!! La mejor subida de todo el viaje pero de laaaaaaaargo. El Valle Glaciar del Zézere es espectacular, con contínuos torrentes de agua cayendo por la ladera, fuentes de agua fresca, y la parte final de alta montaña, con vistas a un par de pequeños embalses, rocas al más puro estilo de La Mesa, túneles en la roca, unos kilómetros finales por encima del 10% que evitan el aburrimiento, ... Un cimónnnnnn!!!











Como es domingo, coincido con muchísimos ciclistas en la parte final. Muchísimas furgonetas de equipos o clubes petadas de bicis que los van recogiendo para ahorrarles el descenso porque, a 2.000 metros, empieza a hacer bastante fresco y comienza a chispear ligeramente. Se está montando una buena tormenta. Tanto que decido quedarme a comer de plato en el restaurante de la cima esperando a que deje de llover. He tenido suerte, apenas me he mojado.











El restaurante es un poco caro para lo que estoy acostumbrado. Es domingo y hay menú especial, pero con precios a la carta. Una barra tipo self-service para pasar con la bandeja y que te sirvan lo que ves. Pido una sopa de verdura (como una porrusalda) y una de carne en salsa de champiñones con patatas fritas. En la tele están dando la F1 y fuera están cayendo chuzos de punta.

Termino de comer y me dispongo para el descenso con toda la ropa que he llevado. Sé que voy a pasar frío con un triste maillot sin mangas y los manguitos, por mucho que por encima me ponga el chubasquero, que es finísimo. En la puerta del restaurante esperamos unas cuantas personas a que pare un poquito pero, en cambio, se desata una granizada espectacular. ¡Menos mal que me ha pillado a cubierto!

A la menor oportunidad, salimos todos corriendo, ellos para sus coches, yo para ... ¡¡yo que sé!! Deja de llover y me encuentro con una estampa increíble: un coche estrellado por la tremenda granizada. En el suelo, dos bicis tiradas. Me temo lo peor. Sale del coche un ciclista portugués y le pregunto si está bien creyendo que le han atropellado, pero no, tenía más gracia la cosa. Les había pillado la granizada en plena ascensión y se habían resguardado en el coche que se acababa de estrellar por el mismo motivo. El conductor andaba por allí intentando llamar a una grúa.





Tras un rato de charla con el ciclista, que hablaba un perfecto español, sigo hacia Vide en un descenso vertiginoso. Esa pendiente tiene un tramo muy duro y, con carretera casi nueva, la bici se lanza muchísimo. Paso frío los dos primeros kilómetros pero, al salir de las nubes apalancadas en Torre, entro en calor nuevamente. ¡¡Cómo he disfrutado lo que llevo de día!!




A partir de Vide toca el cambio de itinerario. Todo un acierto. Carretera descendente en todo momento que me permite ir a todo tren y por un entorno precioso, siguiendo el curso del río Alva casi hasta Alganil. Voy con aire favorable, algo que resulta bueno y malo a la vez. Bueno porque vuelo, pero malo porque me siguen las nubes. Hace rato que no dejo de oir tronar, cada vez más cerca. Me voy a mojar.







Corono un alto en la carretera de Góis. No sé el nombre porque en Portugal no ví carteles de puertos en ninguna parte. LLeva un rato chispeando y, en el descenso, comienza a llover, y ya no parará en lo que resta de jornada. En Lousá me hubiera quedado, pero aún quedan varias horas de luz y mañana quiero llegar de día a Lisboa para poder verlo, así que decido continuar y hacer ahora el Alto do Trevim y parar luego a dormir en algún hostalito para secar la ropa, aprovechando que son baratos. Acomodo las cosas en la mochila manteniéndolas herméticas para que no se me mojen, ..... ¡y para arriba!

Trevim lo subo inmerso en una tremenda niebla y bajo la incesante lluvia a un ritmo muy bueno. Llueve pero la temperatura es muy agradable. No me molesta en absoluto. Se nota que he dormido bien, que he comido bien, que he quitado kilómetros, seguro que también algo de desnivel, que el viento favorable desde Torre me ha facilitado mucho, ... Ni siquiera me paro en las antenas. Corono y media vuelta y, de nuevo en Lousá, todavía de día, y muy animado, decido seguir pedaleando mientras sea de día y tenga fuerzas.

Me replanteo de nuevo la salida al mar viendo lo bien que me ha ido hoy siguiendo una buena carretera. Un vistacillo al mapa y decido dormir en Coimbra. Parece que voy para atrás, pero ganaré kilómetros mañana. Camino de Coimbra, no sé cómo se llamaba la localidad, veo un hipermercado abierto ¡en domingo!, así que decido quedarme allí, hacer las compras para la cena y buscar una pensión-hostal. Encuentro una cerca por 15 euros, hago la compra, y a descansar. Le he dicho al hostelero que saldré a las 5. Esta vez con horario portugués.

Sigo sin poder encender el móvil. Amaia estará preocupada. Mañana le tengo que dar solucón a este tema.

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