El domingo me salté la tirada larga. No me apetecía nada y pasé de mirar la programación para no tener remordimientos. Como por aquí el verano está pasando sin pena ni gloria, aproveché para revisar varios clásicos del cine en un día de tumbing total, de esos que vinen bien de vez en cuando.
El problema es que un apalancamiento de tal magnitud suele traer consecuencias y hoy me pongo a iniciar una nueva semana con una hora de carrera en la que, literalmente, me voy arrastrando. Llevo las pulsaciones muy altas a un ritmo miserable, teniendo que frenar mis pasos porque el aviso del pulsómetro no para de pitar como un grillo. ¡Mal asunto!
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