De regreso de un pequeño stage cántabro, me quedo sin objetivos hasta el posible viaje alpino que empiezo a poner en duda. La dirección del coche empezó a hacer mucho ruido llegando a Liérganes y en casa era ya escandaloso. No sé si el Hilton soportará una última aventura.
Mientras no sepa qué va a pasar con el coche, no me apetece hacer planes y me limito a salir a correr en una jornada muy calurosa. El termómetro roza los 30ºC y, antes de ir a la playa un rato, me meto los seis kilómetros de costumbre con unas sensaciones penosas. Cada vez me cuesta más correr por culpa del abandono que está sufriendo esta disciplina por mi parte. Buena, esta solo no, todas porque me estoy tomando el verano con, tal vez, excesivo relax.
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