La subida al Grand Colombier

Y llegó el último día. Amanece nublado en Culoz pero sin pinta de que vaya a haber precipitaciones. La vuelta circular que tenía prevista para hoy no va a ser necesaria y me voy a limitar a hacer dos picaflores con los dos puertos que me faltan.



Salgo a las nueve de la mañana con tan solo 4ºC de temperatura. La vertiente que he elegido para subir al Grand Colombier es la que pasa por los Lacets du Grand Colombier, ya que la vi el año pasado en el Tour de Francia y me pareció espectacular el enlazado de herraduras de ese tramo.


No tengo más que seguir las numerosas pintadas que hay en la carretera en este puerto de más de 17km al 7%, algo así como un Tourmalet en sus números globales pero mucho más irregular.


Por las calles de Culoz, aún en el primer kilómetro de subida, me encuentro una señal que avisa de que el puerto está cerrado por un corte de carretera. Yo sigo para arriba y, transcurridos los 700m del cartel, no parece que haya nada raro.


Poco después me encuentro con otro cartel de puerto que indica que está abierto, lo cual me tranquiliza. Como en los grandes puertos franceses, hay letreros en cada kilómetro con los datos principales de la subida, lo cual siempre es un punto a favor.


Voy ganando altitud y obteniendo con ello unas buenas vistas del paso del río Ródano por este valle, cuando me topo con una valla que va de lado a lado de la carretera impidiendo el paso.


Se indica que ha habido derrumbes pero intento seguir, pasando por un lateral con alguna dificultad. Poco más adelante me voy a encontrar con un montón de rocas y con el piso levantado.


Ya llevo más de tres kilómetros y no me apetece regresar, así que decido seguir a pata con la bici al hombro durante un buen trecho, con la idea de poder disfrutar del tramo de lazos.


Llego al km.5 y comienzan las herraduras enlazadas. En la tele se veían perfectas desde el helicóptero pero in situ no son nada del otro mundo porque no se van viendo.


Negocio esta sucesión de curvas cerradas con un poco de miedo por culpa de los múltiples derrumbes que se divisan y porque estoy transitando por una carretera cortada y con una pared de rocas por encima de la cabeza. En cuanto llego a la valla de cierre del otro lado, me quedo más tranquilo.


Tras pasar el tramo de lazos, vienen tres kilómetros muy suaves con múltiples piedras en la calzada, hasta llegar a otra valla como la primera, difícil de salvar por el exterior.


Rodeo la valla y enlazo con la carretera que sube de Anglefort, vertiente que mucho me temo que va a quedar como la única desde el este en bastante tiempo.


Desde la unificación de los dos ramales del este, restan nueve kilómetros para coronar este puerto. Los más duros son los tres primeros, atravesando el bosque con rampas de doble cifra continuadas. La temperatura baja mucho en este punto, rondando los 0ºC, y el piso aparece helado por momentos, con lo que me tengo que andar con mucho cuidado.


La parte final es mucho más suave, incluyendo algún kilómetro de descanso. La nieve lo cubre todo y el paso de un todoterreno me permite seguir su rodada en los tramos más helados.


Consigo coronar con un frío del copón, encantado por no tener que realizar hoy una ruta circular. En el paso del puerto hay bastante hielo en el piso y me tengo que andar con mucho cuidado.


He subido con toda la ropa que tenía y, aún así, estoy congelado. Me doy media vuelta cuando llega un coche con unos cuantos niños que se ponen a jugar con la nieve. A mí me cuesta mover los dedos y no me entretengo mucho, máxime cuando veo unos nubarrones oscuros cubriendo el cielo.


Obviamente, el descenso lo hago por la vertiente de Anglefort y completo la circular hasta Culoz por la carretera que sigue paralela al río Ródano. Ya está casi todo hecho, solo me falta un puerto más para regresar a casa.

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