Al oeste de Innsbruck

En apenas veinte minutos, me encuentro en Oetz, dispuesto a dar buena cuenta de la vertiente occidental del Kühtai. Me he pasado todo el trayecto soplando en la cámara para ver si secaba el botón de encendido ... pero nada, sigue igual. Es muy incómodo tener que disparar a ciegas pero me conformo.



Aparco en la primera rampa del Kühtai y me pongo en marcha. Es un puerto con muy buenos números, similares a los del Tourmalet por Luz pero con menos homogeneidad.


Lo más duro se concentra al inicio, con casi nueve kilómetros muy constantes en los que apenas se baja del 8-9%. Como el puerto desemboca por la vertiente oriental en la misma carretera de Innsbruck, carece de tráfico y es una gozada.


La mañana avanza y las nubes bajas de la mañana siguen ganando altura, con algunas masas densas muy curiosas que se empeñan en cubrir el valle.


La subida a Mühlau encierra el kilómetro más duro de todo el puerto, con una media superior al 10%. Sigo disparando fotos con la cámara a su bola y le voy cogiendo el punto a eso de tirar a ciegas pero me empieza a surgir otro problema: la humedad llega a la pantalla y empieza a quedarse blanca por una esquina. En vez de mejorar, se estropea más. Llegado a una amplia herradura, me adelanta otro ciclista que sube con un ritmo muy majo.


Tras un tramo de herraduras, sin haber tenido ni un solo respiro, se llega a Ochsengarten. Durante tres kilómetros, la pendiente va a situarse en un cómodo 3-4%.


Hay que subir hasta el embalse de Speicher Längental con el kilómetro más duro al 12% de media poco antes de llegar a él. El paisaje se vuelve más abrupto.


Junto al embalse se ve mucho meneo. Se ve que esta gente es muy aficionada a la montaña. Me quedan menos de dos kilómetros para coronar en la población de Kühtai y ya se ven las primeras casas.


Llego a Kühtai bastante bien para haberse tratado de una subida de cierta entidad. El ciclista que me adelantó justo antes de completar el cuarto kilómetro ya ha terminado, viene de frente y nos volvemos a saludar.


La rampa final, cruzando la población, es casi lo más duro del puerto. Veo a otro ciclista por delante y lo alcanzo justo en la cima.


Desciendo hacia Oetz y me desplazo a Innsbruck. Ya conozco la capital del estado de Tirol y voy directo a las afueras para dejar el coche bien aparcado. Primero voy a comer, luego a subir el largo Mutterbergalm y después a echar la tarde paseando un poco por la ciudad. Pero todo se tuerce. Me pongo a subir el Mutterbergalm, la cámara de fotos se enciende, ya no chuta ella sola y el botón de disparo no funciona.


El Mutterbergalm es una subida muy larga, de 44km, pero con un montón de ellos de pendiente reducida. El inicio es un por una carretera con muchísimo tráfico que se dirige a Bolzano, ya en Italia. Luego se gira en Schönberg y hay varios kilómetros de suave bajada. Durante veinte kilómetros se sube muy poco y, solo en el final, hay alguna pendiente más acusada. Como la cámara no funciona, ni caigo en la cuenta de que llevo el móvil en el bolsillo y, aunque sean de muy baja calidad, tomo un par de fotos de una cascada y de la explanada de llegada. Mi móvil tiene muchos años y no da para mucho más.


Regreso a Innsbruck y no sé qué hacer. Llamo a Amaia y le digo que igual me vuelvo hoy mismo porque no puedo hacer fotos. Quería dar un paseo pero estoy de bajón y acabo metido en el coche, buscando wifi gratis para diseñar la ruta de vuelta. No dejo de intentar encender la cámara y me dan ganas de tirarla por la ventana. Al final, decido moverme hasta el siguiente punto, hasta Zem All Ziller. Son sesenta klómetros y, ya que estoy aquí, voy a darme una noche para ver si seca. Tengo papel de cocina en el coche y hago trocitos pequeños para envolverla después de estar viendo una peli sin dejar de soplar por el hueco de las pilas. Si mañana no funciona, me vuelvo a casa.

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