De Luarca a la montaña

Me encuentro en Luarca, durmiendo en el coche aparcado en una calle junto a la ría, y ha estado lloviendo toda la noche. No hace mucho frío pero sigue lloviendo a las nueve de la mañana, así que opto por la etapa más corta de las dos que me diseñó Javier y espero a ver si a las diez ya no llueve. Se ven claros en el cielo y creo que irá despejando.

XTREM CAT 1 CAT 2 CAT 3 CAT 4


Luarca y montaña Luarca 95 km 2500 m+ IR

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Efectivamente, a medida que avanza la mañana, va saliendo el sol. Aunque empieza a soplar un aire muy fuerte. Lo uno por lo otro.


Empiezo la ruta de hoy por la carretera que va hacia Navia. Con la apertura de la autovía, apenas hay tráfico aunque, lo que realmente molesta, es el fuerte vendaval que me da de cara y que me está desgastando mucho.


Llevo unos diez kilómetros y ya estoy descojonado. La lucha contra el aire no la soporto y prefiero mil veces que llueva a que haya este vendaval.


Llego a Polavieja, desde donde se da inicio a la subida inicial al alto de La Bobia por una coqueta carretera que curvea por unas verdes praderas.


Los porcentajes mantenidos entorno al 6-7% hacen que tenga que ir apretando el culo y me duele bastante. Cuatro meses sin coger la bici hacen que se pierda el callo y es lo que peor llevo.


Voy tomando altitud y las vistas de costa son espectaculares. Ayuda que en este momento sale el sol con ganas y hay muy buena luz para disfrutar de todo este paisaje.


Llego a un primer descansillo y ya necesito tomarme un descanso para comer algo. Empiezo a vislumbrar lo que va a ser una muy dura jornada.


Casi sin descanso, pedaleando a un ritmo cansino y con la cabeza muy tocada porque acabo de empezar y me queda mucho por delante, llego al puerto de La Bobia, a los 400m. de altitud.


El viento es muy molesto y me viene a la cabeza la idea de darme media vuelta y cancelarlo todo. Es insoportable. Pero las ganas de seguir tiran demasiado y giro a la derecha por un rampón que me vuelve a poner en mi sitio.


Ahí no queda todo. Por si fuera poco, se pone a llover y hace un frío que te cagas. Esto se está convirtiendo un toda una odisea.


Se van sucediendo pequeños descansos después de las rampas de doble cifra y eso me mantiene con vida. El sol sale a ratos y se puede disfrutar de un precioso arcoiris.


Rodeando una bonita montaña, se corona lo que se debe llamar Llomba Carqueixa, una subida de nueva creación que se me ha hecho interminable.


Hay cartel en el alto de El Segredal, que se encuentra ya en el camino de descenso hacia Siñeriz.


En este momento, empieza a llover con ganas y tengo muchos problemas de tracción en las rampas más fuertes que me voy encontrando camino del alto de Los Cándanos


Llevo mucho rato sufriendo un vendaval y la lluvia pero, por si fuera poco, empiezan a caer copos de nieve del tamaño de monedas de euro. Las piernas las tengo que no las siento.


Corono Los Cándanos tras cinco kilómetros de sufrimiento. Apenas llevo treinta y pico kilómetros y más de 1.300 metros de desnivel. Esta etapa va a ser más dura de lo que me pensaba antes de salir de Luarca.


El fuerte descenso se ve interrumpido enseguida y comienzo un terreno de sube y bajas por carreteras estrechas. Me tomo otro descanso en una marquesina que hay en una pequeña aldea para resguardarme un rato de la lluvia. Es intermitente y no molesta mucho pero cuando cae con más fuerza se hace incómoda.


Este tramo es precioso. Es uno de esos lugares recónditos que hay en Asturias en los que el tiempo parece haberse detenido en el siglo pasado.


Por fin para de llover cuando ya tengo a la vista el puerto de Brañúas. Un corto descenso desde Parlero y a subir otra vez.


De nuevo sale el solete pero voy tan cansado que ya ni me importa. Hace rato que llevo puesto el modo 'loquesea'.


El paisaje invernal no hace honor a esta zona que, con los árboles vestidos, tiene que ser una pasada. Solo me suena lo que veo a la derecha, con toda la sierra de La Marta.


Al no haber iniciado la subida a Brañúas desde Villayón, tan solo tengo que subir algo más de tres kilómetros aunque, el central, de doble cifra. Me cuesta horrores superarlo.


Cuando llego al puerto de Brañúas, me encuentro muy fatigado. No sé que tipo de terreno me queda para llegar a Luarca y estoy preocupado.


En el descenso hacia Navelgas hay dos partes muy diferenciadas. En la primera, el rápido descenso del puerto lo hago bajo una lluvia constante. No es fuerte pero moja. La segunda parte discurre por un precioso valle y la carretera bordea el arroyo que nutre a las praderas cubiertas de ganado. Es una pena no poder sacar una foto en esta zona porque no para de llover. Sin embargo, llego a Navelgas y sale el sol a lo bestia.


Toca otra buena parada para comer algo. Me pongo en marcha sin darme cuenta de que me he dejado los guantes en el escaparate de una tienda en la que me he sentado.


De nuevo a subir. La ruta se me está haciendo muy entretenida y eso me salva. Esta es la razón por la que me desplazo para hacer estas rutas. En casa no podría aguantar este sufrimiento que llevo. Voy petado ... no ... lo siguiente.


Hay un pequeño descanso antes de afrontar la subida final al puerto de Aristébano y lo aprovecho como puedo. Me duelen mucho las costillas, las cervicales, los hombros, ... Es la última vez que dejo la bici aparcada por tanto tiempo.


Vuelve a salir el sol pero ya no calienta. Está empezando a bajar y hace frío. Las zonas de sombra son un suplicio porque la temperatura ha caído mucho.


Corono Aristébano y sigo sin saber cuánto me queda para llegar al coche ni si habrá algún puerto más por el medio. Me tiemblan las piernas cuando me abrocho el cortavientos para iniciar el descenso.


Pero ya no hay ninguna dificultad más y acabo vivo. Las manos para amputar porque he perdido los guantes pero vivo al fin y al cabo. Para el arrastre pero aún respiro.


Llego a Luarca y ya solo me queda hacer una pequeña vuelta alrededor del faro. La pequeña subida no supone mucho esfuerzo porque ya me veo en el coche. El paisaje del Cantábrico siempre es especial.


En cuanto llego al coche, no me da tiempo a quitarme la ropa y se pone a diluviar antes de guardar la bicicleta en el maletero. Es como si hubiera un ángel de la guarda que nos protege porque, si me cae este chaparrón bajando Aristébano, no lo cuento. Está claro que mi condición física no da para más etapas. Con cinco mil metros de desnivel en estos dos días voy que chuto y meto gol. Me duelen todos los huesos y llevo el culo al rojo vivo. No ha llegado a cien kilómetros y casi se me hace de noche. Ya me he quitado la carbonilla de golpe. Estoy preparado para petar en otra sin tanto sufrimiento.

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2 Comentarios

  1. Vaya kilometradas que te metes, amigo. Yo me hubiera dado la vuelta, seguro. ¿Y los guantes? ¿Tanto tardaste en darte cuenta que no mereció volver a por ellos? En unas vacaciones en Luarca, alquilé una flaca y subí Aristébano, bajando a Navelgas y regresando por Merás. Año 1995. Fue mi primera ruta asturiana en bici y quedé alucinado de la mezcla de paisajes, sonidos y olores de la naturaleza. Hice la ruta, 54 kms, con pantalón de tenis y playeras, jajaja. Esa zona la conozco bien. Al leerte sabía que desde Aristébano todo es bajar, porque yo lo subí.
    Feliz Año Nuevo para ti y tu familia. Y sigue deleitándonos con tus rutas épicas, campeón.
    Un abrazo.

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    1. Los guantes eran unos GORE de 50 euros pero desde Aristébano a Navelgas era mucho retroceder, que luego había que subir otra vez e iba petado. Ya me caerán otros iguales o parecidos.

      Feliz Año, Gorgonio.

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