Ya han terminado las fiestas y la ría parece que vuelve a la normalidad. Aún se ven algunas botellas flotando por ella pero el trabajo de los equipos de limpieza está dando sus frutos y me animo a sacar el kayak para dar unas paladas un mes y un día después de la última salida.
Con la pleamar a las tres de la tarde, la salida tenía que ser después de comer. Y así lo hago, sin saber muy bien qué distancia ponerme como meta. Tenía un trabajo muy bien hecho pero el mes ocupado en otros temas hace que piense en volver a empezar poco a poco.
El fuerte viento de cara que me toca en el descenso evita que pase del muelle del museo marítimo. Son casi cuatro kilómetros luchando en cada palada para avanzar unos metros. En una parada para echar un trago del bidón me voy para atrás, así que no merece la pena quemarse mucho.
En la vuelta coincido con dos chicos que vienen remontando la ría desde Santurtzi en un kayak doble y charlando con ellos continúo hasta el puente del ayuntamiento, donde tenían pensado detenerse. Pero claro, cuando les digo que la subida a la ría concluye más allá del puente de Miraflores no pueden evitar continuar y también les acompaño.
Total, que a lo bobo se me va la salida hasta los diez kilómetros y casi me pongo en la distancia que dejé. A ver mañana si lo pago con agujetas en algunos grupos musculares. Yo creo que sí.
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