44. Aizkardi Ibilaldia

Segunda ocasión en la que me planto en Villabona para participar en la marcha de montaña que organiza Aizkardi. Esta vez con mucha más preparación que hace dos años pero con el desgaste de estos dos días de cicloturismo de alforjas desde la localidad guipuzcoana. Apenas sin dormir por culpa del cambio horario, accedo a los cajones de salida numerados con bastante tiempo de antelación.




Estamos más de 1.500 inscritos y no me toca salir hasta las 07:10. Hace buen día pero me quedo un poco frío esperando la salida. La parte buena es que salimos con algo más de luz para afrontar la primera pared de la jornada. Nos meten por una dura ladera para ir entrando en calor en la subida a Arizmendi.



Menos mal que esta parte nos pilla a todos bien frescos porque se oyen unos resoplidos de los guapos en muchos de los participantes. Solo hay que ver el pedazo desnivel que hay que salvar y el reguero de gente que se forma en fila de a uno.



Ya de día, aunque con el sol todavía escondido tras la montaña, seguimos la ascensión hacia el Urdelar. Hace dos años, este fue el último alto. En esta ocasión, la marcha transita en sentido contrario y con un recorrido bastante diferente.



En una zona boscosa, de las muchas que tenemos en este trazado, aparece el solete entre los troncos. Se agradece mucho que haya más luz para disfrutar mejor de los paisajes.



Todo lo que sube baja y nos disponemos a llegar al primer avituallamiento, dispuesto en el control de Mugaga, en el km.9,9. No voy fino. Tengo las piernas muy agarrotadas de la paliza de estos dos días atrás y, sobre todo, del poco descanso. Lo mismo se me hace largo el día.



Al control llego a las 09:13, con poco más de media hora de margen con respecto al horario de cierre. El avituallamiento es más que suficiente: caldito caliente, naranjas, manzanas y actimel. Es una marcha gratuita y me parece demasiado lo que te dan, así que no queda más que dar las gracias cuando se coge algo de las mesas. La organización, además, es exquisita. Hay multitud de voluntarios por todas partes dispuestos a echarte una mano.



Con mejor ánimo que antes de llegar, salgo del avituallamiento y continúo subiendo hasta coronar el San Lorenzo. El tránsito de participantes es constante, en una hilera que parece interminable.



Hay un terreno descendente hasta Gorosmendi, en el km.12, y me encuentro a un hombre tirado en el suelo con gente a su alrededor que llama a las asistencias por el móvil. Se ha debido hacer daño en un tobillo y es la única marcha en la que he estado en la que te indican un número de móvil en la txartela de control por si tienes algún percance en el recorrido.



Las vistas de Aralar y Aizkorri son constantes en toda la marcha y hay momentos en que se disfruta de un perfil estupendo de ambas sierras.



Parece que el hombre está bien atendido y seguimos por un terreno algo más cómodo que el de la parte inicial, que ha sido tremendamente dura.



De nuevo por bosque, volvemos a subir camino del Ipuliño, lo que es la cima Coppi de la jornada con sus modestos 929 metros.



En la cima se cumple casi un tercio de la ruta y muchos participantes se toman un pequeño respiro antes de bajar hasta San Antón y cruzar la autovía.




La bajada es más cómoda que las anteriores y se disfruta de algún pequeño llano donde poder coger un buen ritmo de crucero.





Al pasar bajo la autovía, tocamos el único asfalto de toda la ruta. Son apenas unos metros y pronto iniciamos la subida que nos llevará hasta Uliko Borda, el segundo punto de control.



Este es el tramo más relajado de toda la marcha sin grandes pendientes ni subiendo ni bajando. La mañana va pasando y el sol empieza a calentar, lo justo para poder caminar sin demasiados sofocos.




A punto de llegar al control, con veinte kilómetros recorridos, empiezo a encontrarme mucho mejor. Parece que he roto la pereza del cansancio de estos días y que la cabeza ya se ha dado cuenta de que no voy a parar hasta llegar a Villabona.





Llego al control de Uliko Borda a las 11:32, casi con una hora de margen con respecto al tiempo límite. Voy fijándome mucho en este dato porque hace dos años llegué al final con tan solo un cuarto de hora del tiempo límite. No tengo sensación de ir forzado, así que parece que la cosa marcha bastante bien.



En el avituallamiento, añaden unas galletas de barquillo, unas nueces y plátanos al surtido anterior. A cambio, quitan el caldito. Lo demás, repito de todo: actimel, naranja y manzana. La fruta entra de maravilla y evita muy bien la deshidratación. Pero por si acaso, me termino el bidón que he traído con isotónico y lo recargo de agua fresca para la marcha. Los de la organización disponen de unos tanques de agua estupendos para ello.



Llevamos 22km y me encuentro cada vez mejor. El avituallamiento me ha dado mucha vidilla y se me está haciendo muy amena la marcha.




El siguiente tramo tiene unos pasos preciosos y no sabría muy bien nombrar los sucesivos picos que vamos pasando. 





Se suceden los chulísimos pasos rocosos de Arbulo y del Castillo antes de enfilar la cómoda subida al Almitxuri y al Erroizpe.




Ambas cimas están separadas por unos centenares de metros muy majos, caminando por una cómoda alfombra de pasto, antes de iniciar la fortísima bajada hacia Berrobi.





La bajada es de esas en las que te jodes todo músculo que intervenga en la frenada. Se me van castigando tanto las plantas de los pies que decido tirar a correr siempre que me parezca que voy más cómodo.



Al llegar a la pista asfaltada, sigo trotanto hasta el llano previo al control. No podría hacerlo si llevara las piernas tocadas, pero me encuentro fenomenal, sin apenas molestias ni sentimiento alguno de cansancio. En Berrobi cumplimos ya el km.31,9.




A este nuevo punto de control llego a las 13:21, con casi una hora y media de ventaja sobre el cierre. Llevo un ritmo constante y voy ganando media hora a cada etapa parcial.



Ya con un calor importante, me voy pasando por el avituallamiento. Vuelve a haber fruta variada y galletas de barquillo, esta vez de chocolate. Hay café pero no me apetece demasiado, así que no tomo. Lleno bien el bidón para el tramo que queda. Ya en la salida nos avisaron de que no podríamos encontrar agua hasta llegar al final y que cogiéramos aquí.



Saliendo para la siguiente subida, me paro por primera vez y le pego un toque a Amaia. Encuentro un pequeño banco en el que poder sentarme y así descanso cinco minutos para acometer con ganas los últimos once kilómetros.



La subida hacia el caserío Maita Goikoa es fuerte, muy buena para hacer en bici, con una rampa continua muy por encima de la doble cifra y con un piso en un estado estupendo.



Veo como hay gente ya muy cansada y que sube a un ritmo cansino, pasito a pasito y sin levantar demasiado la cabeza. Yo parece que he dosificado muy bien y voy de menos a más, lo que me hace disfrutar mucho de esta parte del recorrido.



A la sombra de uno de los caseríos, me encuentro con alguno que otro con las piernas muy cargadas, haciendo estiramientos o incluso recibiendo masaje de algún compañero.



Esta parte de la ruta me gusta especialmente. Aunque vayamos por pista asfaltada, las vistas son muy bonitas, con un verde florido espectacular por todas partes.




Me dan ganas de traer la bici para subir esta pequeña pared. Son dos kilómetros y medio de fuerte subida con rampas majas y vistas aún mejores.





Llegamos al caserío y pasamos a pista de tierra y a un terreno mucho más cómodo durante un buen trecho.




Al tomar una curva, el paisaje se estropea de repente. Hay una ladera completamente arrasada, no sé si por tala de árboles, por un derrumbe, o por cualquier otra razón. Estaba disfrutando muchísimo de este tramo y no me hace ninguna gracia que se estropee de esta manera.




Como llevo un ritmo muy ágil desde hace ya varios kilómetros, voy alcanzando a participantes que iban delante de mí y hacemos un trenecito en este sendero estrecho que tenemos antes de afrontar la dura rampa final de la Cruz Uzturre, un maravilloso mirador sobre Tolosa.




En cuanto terminamos el sendero, cada cual retoma su ritmo de subida por el hormigón que lleva  la cima. La pendiente es fuerte pero cuando vas bien parece que no importa demasiado. Alguno va comentando que ya verás la bajada la gracia que nos va a hacer.



En efecto, las vistas de Tolosa empiezan a ser espectaculares a medida que nos acercamos a la cruz.



Nos cruzamos con algunos paseantes que vienen en dirección contraria, ajenos a la marcha. Se ve que se trata de una cima concurrida por estos lares.





Desde luego, muy bonito este sitio. En conjunto, me está gustando mucho más este recorrido que el de hace dos años aunque, a decir verdad, en aquella ocasión iba muy petado y casi no miraba lo que tenía alrededor. Bastante tenía con conseguir dar un paso más.




Una vez coronado la Cruz Uzturre, toca un pequeño descenso antes de meternos con el Loatzo, la última subida de la jornada.




De nuevo por un precioso bosque, sin apenas dificultad, nos vamos acercando al km.40 de la marcha.




Más cruces. Llegamos al Loatzo y, viendo que solo quedan tres kilómetros, me hago una idea de lo vertical que va a ser el descenso. Es decir, un auténtico jodepiernas.



En la primera ocasión que el cuerpo me vence, ni me lo pienso, a la carrera hasta llegar a Villabona. Cuanto menos tarde en bajar esta putada, menos tiempo estaré sufriendo el dolor de cada frenada.




Así hasta abajo. Las piernas duelen mucho menos al trote que cargando peso en cada pisada. Obviamente, cuando vas cascado no puedes hacerlo, pero es que me encuentro de maravilla en el momento de entrar en las calles de Vllabona.



A las instalaciones del club llego a las 15:38, casi con dos horas de adelanto sobre el tiempo límite. Casi ni me lo creo. Y, además, sin estar cansado y sin tener ninguna molestia. Así sí se pueden hacer estas cosas porque hay margen para el disfrute y no solo es sufrimiento. Hace dos años pené de tal manera que me dije que no volvería a hacer una burrada de estas nunca más. No hay que olvidar que son 43km y 2.600 metros de desnivel positivo y otros tantos negativos, que joden mucho más.

En el avituallamiento apenas cojo nada, ya comeré algo en el coche. Pero me sorprenden con un Cornetto de limón. Hace tanto calor que hasta han tenido este detalle. Sin duda, la organización de esta marcha es de las mejores que he visto nunca. Siempre presentes, siempre atentos, siempre en todo.

Al sorteo de regalos no me quedo esta vez. Quedan dos horas y prefiero hacer el viaje a casa con calma, que es fácil que me entre sueño en algún momento. Han sido tres días perfectos por estos lares, desde luego.

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