Paso 2: subir +2000

El segundo paso para ir preparando el reto de hacer un Everest está claro: hacer una etapa en la que se superen los dos mil metros de desnivel acumulado. Para ello, tengo planeada una buena ruta costera con unas cuantas subiditas. Entre ellas, la subida a Andraka desde Plentzia, a donde llego siguiendo la ría hasta Getxo y bordeando el litoral.




Como siempre, la llegada a Armintza es espectacular. Esta pequeña población se encuentra en uno de los enclaves más chulos que uno se pueda imaginar. El día es perfecto, completamente soleado, aunque se nota un poco fresco en los descensos.



A buen ritmo, continúo con la subida a Jata. Son una sucesión de altos que, poco a poco, van incrementando su altitud.




Como siempre que paso por aquí, da por culo ver los restos de la central nuclear de Lemoniz jodiendo semejante paisaje.




Corono el alto de Jata que, salvo alguna pequeña rampa cerca del final es muy liviano, y veo Bakio frente a mí.




Cruzo la población, una de las más tristes que conozco en Bizkaia, y enfilo la subida a San Pelaio.




En cuanto llega el caminito que asciende por las duras rampas de los acantilados, me meto por él. Me encuentro con ganas de afrontar esos porcentajes.




La primera rampa al 15% la supero con facilidad. Es corta y viene seguida de un buen tramo de descenso.




Pero la segunda, ya es otra cosa. Me cuesta bastante la parte final, cuando se supera el 20% en ese kilómetro brutal al 13% de media. Una vez que se llega al restaurante, descubro que ya está terminada la carretera que se llevó la ciclogénesis explosiva de hace un par de años.



Donde antes comenzaba la ligera llanura que bordeaba la costa sobre San Juan de Gaztelugatxe, ahora tenemos otro duro kilómetro al 9-10% que endurece bastante este puerto de San Pelaio.




La parte mala, pues que ha quedado una pedazo autovía bastante chunga para lo chulo que es el sitio, aunque los vecinos de Bakio y Bermeo seguro que lo agradecen. Esperemos a que crezcan los arbolillos plantados para que vuelva a ser algo parecido a lo que era.




Como todo lo que sube tiene que bajar, diviso Bermeo desde el alto y para allá que me voy. No es un descenso muy largo pero me deja helado.



Menos mal que toca subir nada más llegar abajo. Hoy no quiero subir por Almike, así que tiro por la carretera para ventilarme Sollube. Apenas hay tráfico y es más cómodo para subir.






Cinco kilómetros, de los cuales los cuatro últimos son constantes al 8%, son lo más cañero que voy a tener hoy. Siempre que no cuente algunos porcentajes fuertes de Urruztimendi y los que ya he superado en San Pelaio.





Corono Sollube algo tocado. Mi preparación es muy floja y se nota en una etapa tan rompepiernas como ésta que estoy llevando. Aprovecho bien el descenso, a excepción del repecho de Elordigane, que siempre jode bastante cuando vas hacia Mungia.



Tiro en dirección a Gamiz-Fika para afrontar la subida a Urruztimendi por esta vertiente. Será la primera vez que haga esta subida por aquí, ya que siempre la he hecho desde Lezama.



A más de uno vi andando en la rampa de subida a Gamiz-Fika en la primera Bilbao-Bilbao que hice. En medio del pueblo, cojo la calle de la derecha que se dirige a Urruzti y, tras un pequeño llano, comienzo a subir por una pista asfaltada estrecha.



Son solamente dos kilómetros pero con una pendiente media del 10% que, con el cansancio que llevo acumulado, se me hacen durillos.





La parte final se me hace más dura, ya que la pendiente va a más poco a poco, llegando a estar siempre por encima del 11%. No veo el momento de llegar arriba.





Supero Urruztimendi bastante tocado. Espero un asfalto roto para la bajada pero, para mi sorpresa, lo han dejado chulísimo, de esos negros con rayas blancas en los que da gusto rodar. En Lezama, empiezo la última subida de la jornada: el Vivero.




Son otros cuatro kilómetros más al 8%. Para estas alturas, como si fueran una pared para mí. Me da por mirar la velocidad media que llevo en el GPS y no me extraña que esté tan vacío. He llegado aquí demasiado rápido, sin apenas desayunar y sin parar para comer nada en todo el trayecto.




Con un poco de suerte, llego arriba entero. Aunque no sé yo, estoy empezando a tener mucho hambre. Me estoy apajarando bastante.




Corono el Vivero con unas ganas tremendas de llegar a casa y ponerme ciego a comer. Y así sucede. En cuanto entro por la puerta, me tiro a lo que pillo. Una ducha y... ¡a llenar lo que está vacío!

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