Correr con legañas

Me despierto bastante vacío por culpa de la etapa de ayer. Sin ser gran cosa, me ha dejado tocado. Hacía tiempo que no me pasaba, supongo, que desde la última vez.




El caso es que a punto estoy de no salir a correr con Amaia. Me levanto y casi se me van las piernas para los lados. Pero me he propuesto ser constante y, justo cuando ella y Ander ya salen de casa, pego un bote y me preparo la ropa de correr.

Inicio la carrera desde el mismo portal con una legaña enorme pegada en el ojo derecho que, al quitármela, casi me lo arranco. Me llevan muy poca ventaja y los pillo en La Ribera, al salir de los arcos. Acompañamos a Ander hasta el Arriaga y, cuando nos ponemos a correr de nuevo, me duelen un montón las piernas.

Así sigo hasta el kilómetro cuatro, hasta la fuente del palacio Euskalduna. Poco a poco, según voy entrando en calor, la caraja va desapareciendo y me empiezo a sentir mejor. Al final, diez kilómetros con un buen final y, quién me lo iba a decir al principio, con ganas de más.

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