Nuevo asfalto, mismo paraíso

En esta segunda jornada, tengo la intención de dar la vuelta a la sierra del Áramo, con Proaza como punto de partida. Pongo el despertador a las 06:30 y, según suena por primera vez, lo apago inmediatamente y no me despierto hasta las 09:00. Estoy muy cansado de ayer. Me preparo un buen desayuno, me pongo en marcha y, en un par de kilómetros, me encuentro ascendiendo el rampón de bienvenida de la subida a Tenebredo.




Ya ni me acordaba de lo mucho que sufrí la primera vez que subí por aquí.






La primera parte, lo que es Tenebredo, son poco más de tres kilómetros pero, la última rampa, se mantiene constante al 20% durante un buen trecho.



En el alto, en vez de bajar hacia Santa Eulalia, tomo el desvío a Dosango para seguir subiendo un poco más. La pendiente no tiene nada que ver con la superada hasta entonces y se convierte en un suave paseo en busca de la creciente niebla matutina.






Abajo en el valle, la temperatura es elevada. Sin embargo, embutido en la niebla, se está muy agusto.



Pero lo malo de la niebla es que no se ve una mierda del paisaje y, como la vez anterior, me imagino una subida a Vega Bobies completamente cerrada.



En la cima de Dosango decido dar media vuelta porque el sur del Áramo está completamente despejado y, en esta ocasión, no he venido a apuntarme subidas nuevas sino a disfrutar de las vistas y a tomármelo con más calma.



Dejo Proaza por la carretera de Bárzana y el sol brilla por todas partes, sin rastro de nieblas por ninguna parte, solo alguna nube que se está deshaciendo poco a poco.



Voy remontando la Senda del Oso que nos sirvió a Amaia y a mí para montar una medio maratón hace ya unas cuantas fechas.



Con bastante calor para estas horas, llego a la altura del embalse de Valdemorio, ya metido en el concejo de Quirós.





A nada de allí, inicio la subida a Bermiego, algo nuevo para mí. Son casi cinco kilómetros sin rampas demasiado duras pero que se mantiene constante con una pendiente cercana al 9% en toda la ascensión.





El calor aprieta con fuerza pero dispone de amplios tramos con abundante y fresca sombra de arbolado.




Como todo lo que se suba por las inmediaciones de la sierra del Áramo, las vistas son maravillosas.







A diferencia de lo que se podía imaginar abajo en el cruce, me topo con mucho tráfico en esta subida. Tal vez haya alguna casa rural o algo por aquí porque me cruzo hasta con un par de autocaravanas.










Llego a Bermiego y observo que salen un par de pistas cementadas pero ninguna me inspira ganas de continuar. Por una baja un todoterreno que me cierra el paso y decido que ya es suficiente hasta el final del asfalto.




De nuevo abajo en la carretera, decido parar para comer antes de subir al Gamoniteiro y, ya puestos, parar a echar una buena siesta. Como no tengo idea de hacer nada más en el día de hoy, tengo toda la tarde y no hay ninguna razón que me obligue a chuparme el solazo del mediodía.

Bien comido y bien descansado opto por subir La Cobertoria por esta vertiente de Bárzana, ya que siempre la he subido por Lena y así varío algo.




Hasta coronar el alto de La Cobertoria son algo más de nueve kilómetros, siempre dependiendo de dónde se ponga uno el punto de salida. Yo sitúo el kilómetro cero a la salida de Bárzana, donde empieza a contabilizar la propia carretera.






Es de estos puertos machacones que van in crescendo poco a poco, siempre sobre el 8% pero sin llegar en ningún momento a la doble cifra.








Tras alguna que otra curva, se tiene constancia del paso al que hay que llegar primero y de la mole rocosa que tocará ascender después.







Se hace largo un puerto así pero, como he descansado con ganas, lo llevo bastante bien.







Corono el alto de La Cobertoria expectante por cómo estará el nuevo asfalto del Gamoniteiro. He tenido opción de ver algunas fotos antes de venir y estoy impaciente por catarlo.






El primer contacto con el nuevo piso es una delicia, nada que ver con lo que había antes. El primer kilómetro sirve de ligero descanso al 6% y, a partir de él, esperan cinco más con medias de doble cifra hasta llegar a las antenas.





Estamos en una de esas subidas que te hace sentir realmente que te encuentras en plena montaña, como si estuvieras haciendo monte en vez de bicicleta.






Allí abajo se encuentra Pola de Lena, punto de partida de la vertiente más dura de esta ascensión.






Como si de un puerto de carretera se tratase, hasta tiene su tramo de quitamiedos de piedra donde, curiosamente, coincido con una cuadrilla montada a caballo que parecen sacados de Laurence de Arabia.










Desgraciadamente, el asfalto bueno se acaba y hay unos veinte o treinta metros bacheados un poco desagradables. Aquí me tengo que apear de la bici porque me encuentro de frente bajando a ¡un camión!




El asfalto regresa y ya no desaparecerá hasta el cemento de la durísima rampa final. Las vistas de las diferentes majadas que se van superando son maravillosas.












Con las antenas ya  la vista, toca apretar el culo para la parte final, sin duda, la más dura de toda la subida.






La zona norte se haya bajo un tupido manto de nubes. Ha sido todo un acierto darse la vuelta en Dosango y renunciar a subir Vega Bobies y Via Pará en esta ocasión.




Me habría gustado quedarme un rato en el alto disfrutando de las vistas, pero se encuentran en obras y el martillo hidráulico arma un escándalo del que hay que salir huyendo.



Aún así, unas cuantas fotos mirando para todos lo puntos cardinales no se pueden perdonar.





En el descenso, me encuentro a los ganaderos haciendo no sé qué con las vacas y me entretengo un buen rato de charla con alguno de ellos que hasta ha subido en bici esta misma mañana con más de sesenta tacos.




Dos subidas cortas y un buen coloso completan esta jornada. No es, ni por asomo, lo que había planeado, pero me voy más que satisfecho porque he disfrutado mucho de una ruta relajada.

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