El BIG peninsular visto para sentencia ...

No las tenía todas conmigo, a causa del mal tiempo anunciado, pero a última hora decido hacer el viaje hasta Asturias para dar buena cuenta de los dos BIGs que me quedan por la zona: Piedratecha y El Palo. Salgo a las 03:00 de Bilbao para, sin prisas, estar en la zona del Narcea a primera hora de la mañana. Sea como fuere, tengo que aprovechar algunos días del puente.

A las 08:00 llego a Pousada, punto desde donde comenzaré una etapa que poco a poco he ido reduciendo. Los días son muy cortos en estas fechas y las previsiones meteorológicas nada halagüeñas. A los puertos objetivo del viaje quería añadir el Pozo de las Mujeres Muertas y el Connio, pero este ya lo he quitado del plan hace tiempo y Mujeres Muertas creo que le seguirá por el mismo camino.

Está lloviendo y, entre que me visto y preparo la bici, no salgo hasta las 09:00. El Narcea baja con fuerza y las cumbres están todas cubiertas. El día puede hacerse muy duro.








Tomo el desvío hacia Tineo en pocos metros y llueve cada vez más. La temperatura es muy agradable, así que no me molesta demasiado. Por lo único que me fastidia es porque me impide hacer fotos con tranquilidad. La pendiente es suave en todo momento.



Me voy acercando a Tineo peleándome con las gotas que entran en el objetivo de la cámara. Ni un solo coche, todo tranquilidad.






Dejo atrás Tineo y arrecia la lluvia. Los guantes ya me chorrean y empiezo a notar las piernas húmedas a medida que me acerco a Piedrafita.




En Piedratecha, a la derecha, sale una carreterita que sigue ascendiendo y en donde esta situada la cima del BIG. Para allá me voy con la niebla como compañera. Se empieza a ver algo de nieve en las cunetas. Por suerte, deja de llover y puedo volver a sacar la cámara de fotos.






Tras llegar a la cota más alta y empezar el descenso, me doy media vuelta. Al paso por Piedratecha veo un cartel de puerto que indica Alto de Piedratecha, algunos metros más abajo.



Justo en ese momento se abre un claro en el cielo. La velocidad de las nubes, aunque apenas haya viento, es muy elevada. En nada disfruto de un paisaje que antes tenía oculto, con verdes praderas adornadas de picos nevados en lontananza. ¡Qué poético me ha quedado esto!






Continúo con la ruta y el descenso me ayuda a ir secándome, aunque los guantes los tengo que escurrir varias veces.







Apenas unos pocos kilómetros y comienzo a ascender de nuevo. El asfalto con el que me recibe el Alto de Porciles está nuevecito, a estrenar.







Pero es solamente el principio porque enseguida soy consciente de que me he metido por una carretera que se encuentra en obras.







Con la esperanza de que solo esta vertiente esté en obras, continúo ascendiendo hasta coronar Porciles, un puerto muy suave si no fuera por los numerosos tramos de tierra que voy sorteando.



Pero las obras no solo se encuentran en la otra vertiente, sino que también lo estarán en el Alto de Lavadoira que viene a continuación.






Es en la ascensión a Lavadoira cuando más me llueve. Casi todas las curvas están remodeladas por culpa de los fuertes desprendimientos de tierra y el barro está por todas partes. En un par de ocasiones tengo que desmontar por la numerosas piedras que me encuentro en la carretera.




Corono Lavadoira con algo menos de lluvia y veo Pola de Allande allí abajo en el preciso instante en que rajo la cubierta delantera con un pedrolo y reviento la cámara. Con cuidado, desciendo los cuatro kilómetros que me quedan para reparar la avería.




Llego a Allande y me encuentro en el cruce a un munipa y a un guardia civil. Necesito una gasolinera para cambiar la rueda y meter buena presión y me indican que hay una en el inicio del Puerto del Palo. Les pregunto qué tal está para subir y el guardia civil me dice que ni lo intente, que hay nieve y hielo como para no subir en bicicleta.

En la gasolinera cambio la cámara. Como me sale algo por la raja de la cubierta, la desinflo un poco, dejándola en unos cinco o seis kilos de presión. Justo en ese momento, sale el sol, y le pregunto al gasolinero qué tal estará El Palo. Me dice que sin problema, así que para allá que me voy esperando que la cubierta aguante lo que me queda de jornada.



Por fin, el tiempo acompaña. Ha merecido la pena lo que llevo de día, lloviendo desde un principio. La carretera se va secando y disfruto de la subida como hace tiempo que no hacía. La pendiente suave, los colores de los árboles, el recuerdo de La Marta, los picos seminevados, ...












Llevo cinco kilómetros ascendidos y doy caza a un cicloturista de los de alforjas que está haciendo una etapa muy parecida a la mía, saliendo de Tineo y recorriendo el Camino de Santiago Primitivo.



Como sé lo que es andar de ruta larga, me pongo a su ritmo para darle un poco de palique y que se le pase el rato sin pensar lo que le queda por delante. A la altura del cruce de La Marta se para a comer algo y yo prosigo hasta la cima.






La recta final, con aire en contra, me recuerda que estoy ascendiendo un puerto de cierta entidad y en la cima apenas me entretengo en hacer un par de fotos de la vertiente de Grandas porque con el aire de cara enseguida te quedas frío. Además, lo que viene no tiene buena pinta y se va a poner a llover de nuevo en un ratito.











Me abrigo bien para el descenso pero no hace nada de frío. La primera recta se va con aire de culo y el resto se está a resguardo de la ladera. Me detengo al cruzarme de nuevo con el peregrino para desearle buen viaje y nos hacemos una fotillo para inmortalizar el momento.




Nada más dejarle, comienza a chispear, así que le meto bien de zapatilla para que no me pille el chaparrón. Pero la nube se queda pegada al alto y en Pola de Allande está despejado.



Tomo la carretera de Cangas de Narcea ya más tranquilo. Buen sol, buena temperatura y debo ser cuidadoso con la raja de la cubierta. La subida al El Puelo es la última tachuela de la jornada.






Un breve descenso me deja en el Puente del Infierno, donde giro a la izquierda en dirección a Oviedo.



Y ya todo para abajo, siguiendo el cauce del río Narcea. Un par de túneles y, sobre todo, el laguito que forma el río a la altura de Villanueva son lo más destacable del final de etapa.






En Pousada recojo el tenderete por hoy. La etapa de mañana comienza en Belmonte y, como ya conozco la zona, decido pasar de valle por la ruta de Tuña, un precioso paraje con unas vistas inmejorables de los meandros del Narcea.



Me encanta este puerto, Las Estacas, o también llamado Collado del Muro. Lo he pasado varias veces en coche y creo que ya va siendo hora de planear algo que lo incluya para hacerlo en bicicleta.

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