Hoy salgo de tarde para volver a correr con la intención de estirar un poco más la distancia. Tanto es así que me calzo las zapatillas de los maratones, las únicas que me quedan con un mínimo de amortiguación como para echar un buen rato castigando los pies. No tengo una distancia concreta en mente, así que me conformo con pasar de los diez kilómetros de hace unos días.
Me acerco a la playa y tiro de rompeolas a rompeolas, de Plentzia a Gorliz, mientras ya mucha gente va recogiendo sis trastos. Hay dos kilómetros de punta a punta y voy haciendo. La temperatura es muy suave y eso facilita la tarea, hasta el punto de que no me animo a correr sin camiseta como otros días porque el aire es bastante fresco. Dos de ida y dos de vuelta son cuatro, lo cual repito en tres ocasiones hasta que veo que empiezo a notar un comienzo de ampolla en el pie derecho que hace que me rinda, regresando a casa por la ría hasta dar la vuelta por el recinto ferial de las fiestas. Al final, me salen quince kilómetros, lo que es un buen estirón por esta vez. A ver si lo voy agrandando poco a poco.
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