El suroeste de Gipuzkoa

Este próximo domingo hay una marcha de montaña en Tolosa a la que me acabo de inscribir y, para aprovechar un poco el viaje, me voy acercando dos días antes con la idea de hacer algo de bici, repasando puertos que hace tiempo que no subo. Anoche salí de Plentzia después de cenar para dormir en Bergara, lugar desde el que he planeado una ruta casi circular que rondará los tres mil metros de desnivel positivo.

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Suroeste de Gipuzkoa Bergara 135 km 2975 m+ IR

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Ayer estuvo lloviendo mucho y no daban mejoría hasta la mañana de hoy, motivo por el cual no tengo mucha prisa y me estoy durmiendo hasta las siete. Desayuno fuerte y salgo casi a las nueve con una temperatura muy agradable.


Es viernes, día laborable, y se ve mucho movimiento a estas horas. La primera subida que quiero hacer es la de Arantzazu. Tengo que remontar el río Deba hasta llegar a la rotonda de Oñati y lo hago bien metidito por el arcén porque esta vía soporta mucho tráfico pesado.


En cuanto cojo la carretera de Oñati, el tema se tranquiliza mucho y disfruto mucho más del tramo de acercamiento a la sierra de Aizkorri. Luce el sol y parece que va a quedar una jornada perfecta.


Los primeros tres kilómetros de Arantzazu concentran casi toda la dureza, con una pendiente media que va subiendo del 7% del primero hasta un 9% de máxima con algún punto muy concreto de doble cifra.


En esta primera parte sigue luciendo el sol y se puede disfrutar de un verde alucinante. Sin duda alguna, el verde de Gipuzkoa es el más impresionante de todo el Cantábrico, con una variedad de matices y una intensidad cromática que lo hacen espectacular.


Llego al descanso del cuarto kilómetro y el sol me abandona. Hay muchas nubes rondando los picos de la sierra y todavía es muy pronto para que levanten.


La pendiente suaviza mucho y ya no se supera nunca un cómodo 4-5-6% hasta la explanada de cima, algo que viene muy bien para disfrutar de un paisaje magnífico.


Al ser viernes, tan solo me pasan un par de coches de montañeros, ya que la explanada de Arantzazu es el punto de partida de la subida a Urbi y en fin de semana hay mucho movimiento.


Llego a Arantzazu con los aparcamientos vacíos y me acerco hasta el santuario. Me limito a tirar un par de fotos desde el mirador que hay sobre el barranco y a abrocharme el cortavientos para la bajada.


El descenso es muy rápido y me meto por las calles de Oñati en busca de la carretera que se dirige a Legazpi para subir al alto de Udana


Udana es un puerto muy facilote que me encanta. La pena es que el día se ha nublado del todo y parece que las previsiones de día veraniego no se están cumpliendo.


En esta carretera empiezo a cruzarme con un montón de ciclistas. Voy negociando la zona de las herraduras con uno por delante al que me voy acercando poco a poco, mientras hay otro que me pasa como un avión.


Las vistas que se obtienen del Udalaitz y del Anboto desde el mirador que hay a poco de coronar son fabulosas. De hecho, el Udalaitz visto por esta cara sur es una de las montañas más bonitas que conozco, al tiempo de ser una de las cimas que más he disfrutado al coronar.


Todavía queda un poquito para llegar al alto y lo hago junto a otro ciclista que me supera justo cuando le hago una foto al cartel, dispuesto ya para bajar hacia Legazpi tras siete kilómetros de subida tan suave.


Esperaba que fuera despejando pero parece que las previsiones meteorológicas han vuelto a fallar y no tiene pinta de hacer el día tan soleado y caluroso que anunciaban para hoy. Al llegar a Telleriarte, justo antes de entrar en Legazpi, tomo el desvío del alto de Aztiria y, apenas unos metros después, la carretera que va paralela a las vías del tren para subir a Atagoiti, uno de los pocos recovecos de la red de carreteras vascas por los que todavía no he pasado en bicicleta.


Esta vertiente de Atagoiti apenas consta de dos kilómetros y medio a un suave 3,5% y me planto arriba casi sin darme cuenta, con toda la comarca del Goierri por delante.


El descenso es más largo y voy haciendo camino mientras me cruzo con muchos más ciclistas, llamándome mucho la atención la cantidad de chicas que se están aficionando a este deporte y a las que ya se las empieza a ver en solitario.


Poco antes de llegar a Ormaiztegi, me topo con un ciclista de alforjas parado en la carretera y me detengo junto a él para ver si tiene algún problema y puedo ayudarle. Se trata de un inglés, residente en Morzine, que está de turismo por la zona en medio de un buen viaje visitando puertos de los Pirineos. Se dirige a Tolosa y anda revisando los mapas así que, como su camino y el mío coinciden en unos cuantos kilómetros, le acompaño y vamos charlando amistosamente de puertos de montaña y de accesorios para las alforjas. Casualmente, acabo de venir de su tierra y tenemos mucho de qué hablar. Una vez en la carretera de Beasain, le voy indicando las opciones que tiene para llegar a Tolosa por bidegorri y, como quiere subir el Aubisque antes de terminar la ruta en Pau, del recorrido que llevará hasta allí.


Nos despedimos en el desvío de Mandubia y, mientras él sigue el caminito rojo, yo tiro para arriba por esta preciosa subida donde los embalses de Arriaran e Ibaieder son los protagonistas, uno por cada vertiente del puerto.


Son seis kilómetros al 6%, bastante constantes. Las vistas son muy chulas desde el principio, salvo en la parte central en la que el arbolado te deja sin ellas.


Es al final cuando el paisaje se abre un poco y, ya en la cima, desde el mirador que hay tras el cartel de puerto, se puede disfrutar de lo lindo.


Mientras me abrocho la cremallera del cortavientos para iniciar la bajada, me caen un par de gotitas. Tenía pensado detenerme en este punto para comer algo pero opto por seguir ante la amenaza de lluvia.


Llego al embalse de Ibaieder y, como no parece que vaya a llover, me paro para comer algo sólido por primera vez en toda la jornada. He pasado la mitad de la etapa con casi setenta kilómetros recorridos y me he despistado mucho con la comida al ir entretenido muchos kilómetros con el inglés de las alforjas.


Aprovecho el descanso para llamar a casa, lo que me hace estar un poco entretenido en la parada y sigo el descenso hacia Azpeitia. Mañana tengo pensado repetir este puerto pero por esta vertiente desde Nuarbe.


Han sido muchos kilómetros sin tráfico pero llego a Azpeitia en hora punta y es una lata. Me tengo que comer un montón de semáforos y me lleva bastante tiempo llegar a Azkoitia, pasando por Loiola. Esta es una zona jesuita a tope y te encuentras templos religiosos por todas partes.


Me desvío por un instante de la carretera para meterme por los jardines del santuario de Loiola, antes de seguir el curso del Urola que me va a dejar en la base de Azkarate.


La carretera circunvala Azkoitia pero yo me meto por sus calles para salir directo a la rotonda donde se inicia la subida al puerto de Azkarate, camino ya de Elgoibar. Es un momento malo, donde me empiezo a sentir algo cansado.


Hace rato que no tengo muchas esperanzas de que el día vaya mejorando. Cada vez está más nublado y ya van varias gotas en la pantalla del GPS.


Esta vertiente de Azkarate no me gusta mucho. Se trata de una vía rápida, con carril para vehículos lentos, más agradecida en bajada. Pero solamente son cinco kilómetros a poco más del 5% de media y se pasan enseguida.


El final se hace por la carretera vieja, aunque también se puede seguir directo por los túneles, ya que no tienen prohibición para ciclistas. La luz va siendo mucho más escasa en esta vertiente de Azkoitia.


Echo una mirada para atrás y se aprecian unos nubarrones tremendos, nada que ver con los claros que aparecen en el valle del Deba, hacia donde me dirijo. De hecho, corono con un resol muy rico.


A mano derecha queda la parte final de ascensión a Azurki que no tengo en los planes y que dejo de lado, siguiendo el descenso hacia Elgoibar. El sol vuelve a despertar el magnífico colorido de esta región.


Cruzo el río Deba y conecto con la N634, tomando inmediatamente el desvío de Markina para ascender a San Pedro de Idotorbe. Cuando diseñé esta circular se me quedaba un poco corta de distancia y desnivel, por lo que he metido ésta y Karakate para redondear los tres mil metros.


La cosa se pone seria nada más empezar. No llega a cuatro kilómetros de subida pero la pendiente media se sitúa por encima del 9%.


Lo más duro se encuentra en la parte central, con dos kilómetros seguidos en donde la pendiente se mantiene siempre en la doble cifra. En una de las herraduras me sale un perro con una pelota en la boca y me la tira delante de la bici para que juegue con él.


El perro es majo, majo, de esos que te llevarías a casa. Le doy un par de patadas a la bola y me la vuelve a traer, hasta que se le escapa y sale rodando cuesta abajo.


Le digo que ya lo siento pero que no le espero, así que me vuelvo a poner en marcha y él conmigo, marcando el paso delante de la bici con la lengua fuera, hasta que decide que ya es bastante y toma una escapatoria.


El caso es que me ha mantenido entretenido en un buen trecho y eso me ha hecho olvidar un poco lo cascado que voy. Hay un kilómetro entero al 11% de media y no lo llevo demasiado bien.


La parte final suaviza bastante y se llanea hasta la ermita después de dejar atrás el camino que lleva a subir al Kalamua. Todos estos montes los conozco bien de haber hecho muchas marchas por esta zona.


La subida es dura y bien merece un descanso junto a la ermita, en uno de los bancos que hay junto al frontón de pared derecha, uno de los pocos que recuerdo con esta orientación.


Como me queda la subida a Karakate, me meto un par de barritas y un gel de frutas antes de iniciar la bajada hacia Elgoibar. Suelo llevar muy controlada la alimentación en las etapas y, sin embargo, hoy me he desmadrado de mala manera. Son muchos puertos sencillos, sin ninguna dificultad por sí solos, pero enlazar uno tras otro acaba siendo más duro de lo que parece, algo que no debería olvidar por mucho que acabe de regresar de hacer puertazos en los Alpes.


De nuevo en la N634, sigo hasta la rotonda de Soraluze y me meto por la carretera que se dirige a Bergara. Apenas son tres kilómetros hasta llegar a la base de Karakate.


En este punto vuelve a salir el sol y le casca con fuerza. Solo me queda hacer esta subida y regresar a Bergara, así que me siento en uno de los bancos que hay junto al salto de agua para descansar un rato y coger fuerzas para el último esfuerzo.


Karakate lo he subido un montón de veces en los últimos tiempos, siempre dentro de alguna de las fases de preparación del Mauna Kea. Sus ocho kilómetros al 8% no son fáciles de encontrar por tierras vascas.


Los primeros cuatro kilómetros no son la parte más dura de la subida pero se pone a hacer mucho calor de golpe y resulta ser una primera mitad sofocante.


Tanto es así que empiezo a buscar las sombras por primera vez en lo que va de año. Todavía estamos a la espera de esa gran jornada de calor que rompa definitivamente con el invierno y que te sirve de aclimatación. Mientras tanto, a nada que haga un poco de calor toca sufrir bastante.


Tras un kilómetro a poco más del 5% llegan los tres finales, con uno primero al 11% de media que encierra la parte más complicada de la subida, con puntas muy por encima del 15%.


El sol se oculta de nuevo y la brisa permite afrontar esta parte final con más comodidad. Tras un pequeño descanso, llega el kilómetro final al 10%.


Se cruza una barrera canadiense y, con la antena de la cima ya a la vista, no veo el momento de alcanzarla. Este último kilómetro se me hace más largo de lo deseable.


Apenas me detengo diez segundos en la cima, lo justo como para abrocharme el cortavientos y para apurar las últimas gotas del bidón. Hace ya un buen rato que solo pienso en llegar al coche y en la comida que tengo allí.


Me quedan diez kilómetros para llegar a Bergara, con un repechito de nada por el camino que me parece el Tourmalet. Cuando no paras de pensar en comida como yo lo voy haciendo es que hay algo que no has hecho bien.


Termino la etapa sin llegar a los tres mil metros por muy poquito, con ganas de comer algo muy concreto: un palmerón de chocolate del Carrefour. Hay uno en Beasain que me pilla de camino a Tolosa y hasta allí que me acerco, disfrutando como un enano de media palmera que me resulta suficiente, dejando la otra media para mañana.

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4 Comentarios

  1. Jolín con los metereólogos, cómo meten la gamba a veces.
    Dichosos los políglotas. El inglés, conmigo, a base de señas, o en lengua siux.
    Qué simpático el perrillo, jajaja.
    Puertazo, Karakate, supongo que será CIMA.

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  2. Sí, es CIMA. Con el inglés me defiendo bien, sobre todo al hablar, aunque con vocabulario reducido. No debo tener mala pronunciación porque ya han sido bastantes ciclistas los que me lo han dicho, este sin ir más lejos. Lo que no saben es que de oído ando muy cortito y como hablen muy rápido me quedo con cara de tonto. El viaje de hace dos años a Reino Unido e Irlanda me vino muy bien para desatascar. Empecé con el francés a raíz de mi primera incursión en los puertos de Pirineos y me compré toda la colección de Planeta Agostini para estudiar por mi cuenta. Son ocho tomos, con sus correspondientes audios en CD y libros. Lo dejé al terminar el segundo tomo porque ya me daba para lo básico y porque el oído con el francés es tremendo. En cuanto subes el nivel y te hablan a velocidad normal no me entero de nada. He intentado retomar varias veces pero me da demasiada pereza.

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  3. Hablar idiomas, mi gran frustración. Admiro a los que podéis comunicaros en el extranjero. Conocí un día a Peter, un alemán de Vechta, profe y director de un instituto, cuando venía a ver a su hija, que trabajaba cuidando niños en Madrid, para practicar español. Le conocí en un antiguo semáforo de Titulcia, parado con su bici (aprovechaba las bondades del invierno madrileño). Al comprobar que no hablaba español me vi muy apurado. Pero en el francés elemental que tengo y tirando de gestos, logramos saber un poco de nosotros, jeje. Acabaron, su mujer y él, cenando una noche en casa, y nosotros en su apartamento de Ciempozuelos. Nos obsequió con una tabla de quesos belgas y alemanes, de los que uno de ellos olía a pies sudados que te cagas. Jajaja, su mujer no quería que lo sacara. Su hijo y él, llegaron a salir los domingos con nosotros. Le he perdido la pista. Su correo electrónico parece desactivado. Le escribía utilizando el traductor de "El Mundo".

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    1. ¡Qué bueno! Un queso de esos solo se contraataca con un revuelto de criadillas, jajaja

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