Las mesetas del Jura

Magnífica noche la que he pasado en el aparcamiento del Decathlon de Besançon. La temperatura nocturna ha subido mucho y eso hace que aumente mucho la comodidad del coche. Para hoy tengo una etapa circular de distancia muy comedida, lo que me permite tomármelo con calma. He podido ver las previsiones del tiempo y se va a estropear para el fin de semana, así que toca aprovechar estos días que me quedan.

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Mesetas del Jura Besançon 110 km 1650 m+ IR

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Salgo pasadas las ocho de la mañana. Podía haber salido mucho antes pero tampoco me hace falta y así aprovecho el sol al máximo. Casi de salida, cruzo el río Le Doubs, el río que pasa por Besançon.


Me dirijo hacia el sur, camino del Mont Poupet. Toda esta zona está plagada de colinas en lo que es la antesala del Macizo del Jura, la franja montañosa que se extiende por la fronteras de Francia, Suiza y Alemania entre los ríos Ródano y Rín. Los numerosos altiplanos herbosos reciben el nombre de Mesetas del Jura. Me recuerda mucho a los páramos burgaleses pero en verde.


Ha habido un rato en el que han pasado un montón de camiones. La carretera apunta hacia Ginebra y eso hace que soporte bastante tráfico pesado.


Ha habido algunos repechos pero, una vez solventados, el terreno es favorable y llevo el aire de culo, lo que hace que la velocidad de crucero sea muy alta. Se supone que tengo que subir a lo alto de una montaña pero no veo cuál puede ser porque estoy rodeado de lomas por todas partes.


Son cuarenta kilómetros hacia el sur para girar casi 180º a la altura de Salins les Bains. La carretera pasa a ser más modesta y el tráfico desciende. Me adentro en una zona más montañosa mientras remonto La Furieuse.


En Salins les Bains empieza la subida al Mont Poupet. Me quito toda la ropa porque, a estas horas de la mañana, el termómetro ya marca 18ºC.


Van a ser casi diez kilómetros de ascensión pero los seis primeros muy flojos. Hay mojones con algunos datos de la subida pero no son de los que señalan los kilómetros. Estos te los encuentras en cualquier parte e indican el porcentaje medio de un tramo, sea este más o menos largo.


Porcentajes del 2-4% no suponen ninguna dificultad. Desde que he abandonado la carretera inicial, apenas me encuentro coches.


Llego a un cruce en el que una señal marca tres kilómetros al Mont Poupet mientras un mojón dice que son cinco. El caso es que la pendiente se mantiene en un irrisorio 2%.


La carreterita va muy cerrada por bosque y es casi llana. Llega un momento en que me encuentro con otro desvío y las pintadas en el suelo ya me avisan de que la cosa va a cambiar.


Van a ser cuatro kilómetros al 8% de media pero muy engañosos porque hay muchas rampas de doble cifra escondidas en esos datos. Como sucede desde que tomé el primer desvío, no hay vistas por estar siempre rodeado de árboles.


A falta de kilómetro y medio se alcanza un collado y aparece un montículo presidido por una cruz. Hay una pequeña parte llana que sirve para soltar antes del kilómetro final, el más duro de todos.


Este último kilómetro posee alguna rampa por encima del 15%, camino de unas antenas que se intuyen entre las copas de los árboles. El final está resultando bastante digno.


Me sorprende que haya cartel en la cima. Aparte de eso ... dos coches en un rellano y nada más. Lo más interesante parece ser el montículo previo, con una escalinata incrustada en la roca para subir hasta la cruz.


Desciendo hasta el primer desvío y sigo por la estrecha carretera. El día tiene pinta de acabar siendo un paseo entre la masa forestal. La temperatura sigue subiendo y solo me queda regresar a Besançon por el otro lado de esta sierra.


Voy pasando por numerosas poblaciones en lo que es una meseta llena de verdes praderas. Myon, Échay, Cussey, ... Hay pequeñas explotaciones ganaderas con las vacas pastando a placer.


El paso por Cussey esconde una pequeña tachuela cuyo descenso va a desembocar después en el cauce del río La Loue.


Cruzo el río en una zona muy chula, donde se intuyen un par de gargantas. Desde aquí van a ser cuatro kilómetros de suave subida hasta llegar a Épeugney.


Me encuentro otra vez en una meseta donde las verdes praderas destacan sobremanera. Hace rato que ando buscando fuentes y aquí encuentro unos baños públicos donde rellenar el bidón. Hace calor y el líquido escasea.


Las carreteras serpentean por la alfombra y resulta entretenido porque cada dos o tres kilómetros hay una población distinta y la curiosidad ayuda a dar pedales.


Tras un corto paso por el interior de un bosque, toca subir otro poco hasta una loma que hay camino de Morre. Besançon está al otro lado.


Desde el alto de Le Truchot no queda más que dejarse caer hasta Morre y seguir hasta llegar a orillas del río Le Doubs. Basta seguirlo para llegar a Besançon.


La entrada en Besançon es a través de un bonito paso por un túnel de roca y, nada más atravesarlo, puedo ver sobre mí el Fort de Chaudanne, el último objetivo del día.


Me meto por varias calles hasta llegar a la base de la subida, a orillas de Le Doubs. No encuentro cómo acceder a la carretera que va hacia el fuerte y decido atajar por una transversal que tiene una pendiente cercana al 20%.


Después del calentón, empalmo con la carretera de subida, con una pendiente mucho más baja, rondando el 6%. Solo son dos kilómetros de ascensión y me he metido por un camino más directo que ha acortado bastante.


La subida no da para mucho y llego al Fort de Chaudanne en un momento. Arriba hay un mirador con un pequeño jardín para disfrutar de las vistas de la ciudad.


En la Explanada de la 3ª División de Infantería hay un par de chicos haciendo equilibrios sobre una goma que me recuerdan a Philippe Petit. Hace unos días que he visto la peli del equilibrista francés en las Torres Gemelas y la asociación de ideas es inmediata.


Me quedo un rato disfrutando de las vistas y mirando dentro del fuerte desde la verja de la puerta que está cerrada antes de bajar por el camino por el que debía haber subido. En vez de negociar un 20% podía haber disfrutado esta suave herradura.


De nuevo en las calles de Besançon, solo me queda volver al centro comercial en el que está el Decathlon. Mi camino coincide, en gran parte, con el del tranvía.


Voy siguiendo un carril para bicicletas bien diferenciado del de peatones por unos dibujitos bien grandes. Son las dos de la tarde y ya estamos en 25ºC. Ha quedado un día perfecto para comer al aire y hace un rato que no pienso en otra cosa.


Llego al coche con 110km, tras una etapa suave por parajes muy tranquilos. La jornada está resultando excesivamente relajante, algo muy diferente a lo que fue el día de ayer. Tengo que desplazarme cien kilómetros hasta Los Vosgos pero tengo todo el día. Hoy voy a comer bien.

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