III. Picón Castro

Este año ha sido fructífero en cuanto a marchas de montaña de largo recorrido, con una primavera que me ha cundido bastante. Es algo que me gusta mucho. Me divierte y me permite descubrir nuevos parajes con ese puntito de esfuerzo que acaba enganchando. El problema es que los ultratrails son excesivamente caros y cuesta encontrar alguno apetecible y asequible al mismo tiempo. Y La Picón Castro de Espinosa de los Monteros es uno de ellos y, aunque llevo dos meses largos sin correr por la montaña, me inscribo sin dudarlo. Veinte euros para una carrera de montaña de cincuenta kilómetros está en el límite de lo que considero razonable.

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III. Picón Castro Espinosa 50 km 2200 m+ IR

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La organización permite dormir en las colchonetas del gimnasio del CEIP Santa Cecilia, así que me acerco el día anterior para coger la bolsa del corredor y el dorsal-chip. Dentro de una mochila de tela meten una camiseta, una barrita, dos geles y un libro turístico de Espinosa de los Monteros. Ya es mucho más de lo que me han dado en los maratones de Madrid y Barcelona. Junto con otros cinco participantes, bien del ultra o bien de la carrera de BTT, duermo en el gimnasio. Es la primera vez que hago uso de este servicio, muy habitual en las marchas, pero no sé si volveré a aprovecharlo porque un tipo no paró de roncar y yo en el maletero de mi coche estoy de cine.


Tras un buen desayuno, me planto en la salida. La del ultratrail está programada a las 08:00. También hay carrera corta, marcha a pie y BTT, pero no sé a qué horas saldrían. Según el de megafonía, somos 52 participantes.


Se da la salida con puntualidad y sale el grupo disparado. Enfilamos por la carretera de Las Machorras hasta salir de las casas.


Se van haciendo grupos en este primer kilómetro, hasta salir a una pista que sigue el trazado del río Trueba. Viajo con otros ocho corredores, uno de los cuales es una chica. El ritmo de carrera me parece cómodo y me mantengo a cola del pelotón.


Salimos de la pista y sendero a Las Machorras, justo en el km.6 de la prueba. El grupo ya va estirado cuando llegamos al primer avituallamiento, unos metros más adelante.


No me doy cuenta de que había trozos de plátano y me cojo uno entero junto a un vaso de isotónico. Hace calor desde primera hora y más vale que vaya bebiendo con fundamento.


El tramo de carretera es muy breve y conectamos con una pista que ya apunta para arriba, a medio camino entre las carreteras de Lunada y La Sía.


Hemos salido de la sombra del río Trueba y las fotos ya lucen un poco más. El grupo ya está tan estirado que voy en solitario, aunque con la referencia del que me precede para no tener que seguir las marcas.


En cada cruce de caminos hay una persona de la organización. Ya llevo contadas unas cuantas, desde niños hasta mayores. Es una gozada sentirse acompañado en todo momento.


Llego al avituallamiento de La Inmunia, situado en el km.12 de carrera, con una hora y media, más o menos. Hasta ahora ha sido todo muy corredero aunque no estoy acostumbrado a correr con tanta piedra.


A partir de aquí, empieza la parte más interesante de esta carrera, Se trata de seguir todo el cresterío que hace de frontera con Cantabría.


El marcaje es magnífico. Hay banderines amarillos, trozos de cinta, flechas pintadas en las rocas y, sobre todo, los chalecos fosforitos de los múltiples voluntarios. Solo hay que alzar la cabeza para ver a uno que, además, te anima y te señala el camino a seguir.


Bajo de Valdecarneros con sumo cuidado. En este tipo de bajadas me tomo media vida y me pasan varios participantes. 


La ruta sigue en dirección al Picón del Fraile, el cual no se llega a ascender, sino que se transita a media ladera de los picos de La Lusa y Los Porrones. Las vistas desde aquí son muy amplias de toda la región.


Comenzamos un suave descenso por un estrecho sendero, dejando el Picón del Fraile a la derecha y enfilando hacia el portillo de Lunada. Me conozco todas estas carreteras de memoria pero estoy disfrutando muchísimo de esta nueva manera de ver esta zona.


En el km.18 hay un control de paso de chip y marco 02:30:29. El calor está haciendo mella en mi y no llevo un ritmo muy alto que digamos.


La pista cruza la carretera del puerto de Lunada y continua a modo de sendero. Cada vez hace más calor y empiezo a echarme por encima el agua de los bidones porque sé que viene un avituallamiento enseguida para rellenarlos de nuevo.


El sendero es criminal. La vegetación lo cubre por completo y las ramas me arallan las piernas. Delante mío van otros dos corredores y no paramos de quejarnos en este tramo.


Llego al avituallamiento de Lunada y aprovecho a tope la bebida fría que tienen y el agua de las neveras donde guardan las botellas para remojar bien la cabeza. Comer no me apetece mucho y tampoco presto mucha atención a lo que hay, conformándome con un poco de fruta que es lo único que me entra.


Ahora viene lo mejor, la ascensión al Castro Valnera siguiendo el sendero que va por toda la cresta. Las vistas de Cantabria son espectaculares desde este mirador.


Este terreno es el que mejor me va y adelanto a todos los que me han pasado en la bajada, incluida la chica que va primera. Lo sé porque en el avituallamiento se lo han dicho.


Cada poco me encuentro con más gente de la organización. Uno me dice si quiero saber en qué puesto voy y le digo que para qué.


Corono el Pico de la Miel con muchas ganas de seguir hacia arriba. Disfruto mucho más subiendo que bajando y ahora viene otra bajada intensa.


A partir de aquí, voy a coincidir con mucha gente que no sé muy bien si forman parte de la carrera, de la marcha a pie, de la corta o si están pasando la mañana por libre. El caso es que se hace muy entretenido ir saludando al personal.


Se van sucediendo las subidas con algún tramo más sosegado, ya con Castro Valnera a tiro. Cada vez veo más cerca a los referentes que van por delante y empiezo a hacer bastante brecha con los de detrás.


Llega la cuesta final. Hay gente resoplando y muchos que vienen a la contra me van dando ánimos al verme con dorsal. Cuando estoy a punto de coronar, oigo cómo me confunden con la primera chica. Están pendientes de la que encabeza la carrera femenina y mis pelos les han confundido.


Corono el Castro Valnera entre la multitud a las 11:56 y apenas me quedo un instante para disfrutar de las vistas, ya que han estado muy presentes en todo el cordal. Estamos en el km.25 y me despiden dándome ánimos porque ya está hecho lo peor, a lo que respondo que lo peor viene ahora. En toda prueba de larga duración, independientemente del desnivel, lo más duro siempre será lo que está por delante.


Comienzo a bajar y me detengo en una piedra plana para sentarme y cambiarme los calcetines. No estoy cómodo con los pies. Los tengo muy recocidos del calorazo que hace y empiezo a notar principio de ampollas en el derecho.


Las bajadas fuertes no ayudan y ahora viene una bastante intensa hasta llegar al avituallamiento de El Bernacho en el km.27. Son solo dos kilómetros pero de esos que parece que no pasan nunca.


Siguen estando los voluntarios de la organización por todas partes. No sé cómo pueden aguantar al sol. Uno de ellos me ofrece agua de una botella, algo que, aunque me dé cosa dejarle sin ella, no puedo rechazar porque voy seco como una uva pasa.


El final de esta bajada es sumamente lento, por un sendero lleno de piedras que se adentra por el bosque que termina por destrozarme los pies. Llevo las SALOMON Speedcross 3 y cada vez me convencen menos para los días calurosos porque son muy cerradas y los pies apenas respiran. Hoy los llevo cocidísimos.


El avituallamiento del km.27 en El Bernacho resulta salvador. Me siento en un banco junto a un tipo que ha abandonado y me quito los calcetines para ponerme esparadrapo en las ampollas que están empezando a molestarme bastante. Hacía tiempo que no las padecía pero este calor es demasiado y tenían que salir sí o sí. Mientras me apaño los pies van llegando participantes, incluida la primera chica, y ahí damos buena cuenta de toda la bebida fría que podemos. Nos vuelven a decir que ya hemos hecho lo peor y yo erre que erre, que lo peor va a venir ahora que estamos en el fondo del valle y que la brisa de los altos ni la vamos a oler. Con el sol cada vez más alto, esto se va a volver dramático.


Salgo por la pista corriendo durante varios kilómetros bastantes cómodos pero a un ritmo muy cansino. Me duelen los pies y ya no soporto el calor.


Me pasan tres ciclistas de la prueba de BTT, con los que coincido en un tramo de sendero. Me voy apartando en cuanto les oigo llegar y solo uno me da las gracias. Es algo que no soporto, con lo poco que cuesta ser educado.


La pista sigue bajando y llego a un cruce en el que hay voluntarios con bidones. No hay avituallamiento en un buen trecho pero han tenido a bien acercar agua porque el ambiente ya está demasiado caldeado. Aunque lleno los dos bidones de la mochila, enseguida está tan caliente que solo sirve para echársela por encima.


En uno de estos cruces, me alcanzan dos compañeros con los que sigo trotando pero cuyo ritmo no puedo seguir. Llevo un sofoco tremendo pero lo peor son las ampollas del pie derecho. Ando pisando raro para no pillarlas.


Cruzamos el río Trueba y la carretera de Estacas de Trueba llegando a Salcedilla, donde empieza una subida por pista por las faldas del monte Lalar.


En la primera rampa paso a los dos compañeros que me acababan de pasar y me voy acercando a otro que veo en las curvas. Subiendo no me duelen las ampollas y voy mucho mejor. Además, que se me da bien subir igual que se me da mal bajar.


La pista da paso a un sendero que va por el bosque, donde se agradecen las sombras, aunque resulta bastante agobiante ir por ahí con el calorazo que hace. Al chico que me precedía lo dejo bastante atrás en este tramo porque luego salimos a una pista y no lo veo en muchos metros.


Empalmo con la pista asfaltada que sube a Castríos. La salida de la sombra resulta ser un bofetón en toda la cara. El termómetro del reloj me marca 36,2ºC.


Abandono la pista por un sendero de bajada que me acerca al siguiente avituallamiento. Hay un par de arroyos en los que me puedo echar agua por la cabeza para refrescarme. La zona está resultando tan seca que es difícil ver agua por ninguna parte y estos arroyos bajan casi secos.


Al llegar al avituallamiento del km.40 me preguntan si quiero algo, a lo que solo puedo responder que morirme. Me tiro a por las bebidas y a por el melón y la sandía, que es lo único que me entra.


Quedan diez kilómetros pero pocas fuerzas. Alcanzo a otro chico que va andando en esta pista y lo dejo atrás, mientras voy trotando como puedo, a ritmo muy cansino.


Pero el tipo se recompone y me pasa corriendo mientras aprovecho para llamar a casa. El reloj ya me marca 37,3ºC y voy tan quemado que busco un momento de distracción en cuanto consigo cobertura.


En esas que llego al último avituallamiento. Estaba anunciado para el km.46 pero me lo encuentro uno antes y eso que se agradece. Las chicas están al sol porque se les ha volado el toldo, con la que está cayendo. ¡Pobrecitas!


Salgo de ahí con ganas de que se acabe este sufrimiento. Menos una pequeña rampa, todo es para abajo y voy trotando. Veo a un chico en la rampa y me lo pongo como meta, como objetivo parcial que me sirva para darme ánimos.


Consigo pillarle en plena subida y me lanzo para abajo por una pista llena de piedras en las que las paso putas con las ampollas. De aquí hasta el final voy a ir en un puro grito.


Alcanzo una pista cementada a falta de dos kilómetros para llegar a Espinosa. Cada pisada es tremenda porque siento el calor del cemento por todos los huesos del pie.


Vuelven a aparecer muchos voluntarios dándome ánimos. Al llegar al río dan más ganas de tirarse que de seguir para delante pero ya solo quiero terminar con esta tortura.


Voy mirando la distancia en el reloj y los metros no parecen avanzar nada. Los últimos doscientos metros se me hacen larguísimos.


Hasta que entro en meta con un tiempo de 07:51:57 medio arrastrándome, entre aplausos de los presentes mientras el speaker grita mi nombre y me felicita. Estoy molido, con los pies destrozados.


Un último avituallamiento me espera en la línea de meta y ahí me estoy sentado por unos minutos, en los que solo llegan un par de ciclistas de la prueba de BTT. Luego ya me voy a por la comida. Hay ensalada de pasta fría que entra de cine, junto con un refresco, fruta y yogur. Mientras estoy comiendo entra la primera chica y algunos de los chicos con los que he coincidido en parte del recorrido. Después he sabido que entramos solo 39 participantes, habiendo 13 abandonos.


Iba a aprovechar para quedarme otro día y hacer una ruta de bicicleta, que la tengo en el maletero, pero tengo una llaga en el pie derecho de más de dos centímetros, con el pellejo levantado y ensangrentado. Hasta me cuesta ponerme las chanclas para la ducha en el mismo gimnasio en el que he dormido. Aunque con el calor que se espera para mañana, casi mejor irme a casa, que estoy a menos de una hora y tengo helados en el congelador.

He sufrido mucho en la parte final pero ya estoy buscando otra. Esto de la carrera por montaña de larga distancia me gusta mucho.

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4 Comentarios

  1. Me parece un relato excelente de la prueba.

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  2. Joseba, debiste callar cuando te confundieron con la primera chica y hubieras ganado la prueba femenina.
    50 kms y 2200 de desnivel son palabras mayores. Eres un crack.

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