Lake District National Park

Son las nueve de la mañana y ya estoy en Penrith, donde tengo diseñadas dos etapas circulares. Puedo hacer la larga o la corta y, como dan empeoramiento del tiempo para mañana y todavía es temprano, decido hacer la larga, la de la zona occidental, la que recorre el Parque Nacional del Distrito de los Lagos, el parque más grande de Inglaterra y uno de los puntos de interés turístico más importantes del Reino Unido.

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Lake District Penrith 180 km 3100 m+ IR

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Salgo de Penrith con rumbo al oeste por la A66. Ya de inicio, la cosa apunta para arriba con la suave subida a Baron's Hill, una pequeña tachuela para calentar porque hay que salir cuanto antes de esta vía rápida.


Enseguida se ve que me voy a meter en una de las zonas más montañosas de la isla y me preocupa un poco que el día está muy nublado por las montañas.


Un rápido descenso hasta Keswick me saca de la carretera principal y me meto por una mucho más interesante que se dirige al interior del parque.


Alcanzo el primero de los lagos de los muchos que voy a ver en este precioso recorrido: Derwent Water. Desde el primer instante me encuentro con varios fotógrafos haciendo time-lapse.


Bordeo Derwent Water y no puedo dejar de hacer fotos del lago y de sus reflejos. No me extraña que haya tantos fotógrafos apostados en las pequeñas playas de piedra que hay en la orilla.


Van cayendo los kilómetros casi sin darme cuenta, sin ser consciente de lo que me espera en cuanto penetre en los entresijos de este entorno montañoso. Al abandonar el lago, sigo el curso del río Derwent, hasta llegar a Rosthwaite.


Es un momento de tranquilidad, rodeado de verdes praderas. Me estoy acercando a los cuarenta kilómetros y me espera una sucesión de subidas duras que no me espero.


Llego a Rosthwaite. Los niños practican el tiro con arco mientras cojo una carretera estrecha que ya va apuntando hacia arriba de golpe. Honister Pass me espera con sus dos kilómetros y medio al 10% de media.


A partir de este momento, la ruta se vuelve de una belleza increíble, impropia de unas altitudes que no superan los cuatrocientos metros. Cualquiera diría que estoy en Pirineos y eso hace que disfrute de la etapa como hacía tiempo que no pasaba.


Mire para donde mire, solo se ven montañas, verdes pastos y arroyos bajando por las canales. Por fin una etapa británica que merece la pena de verdad.


Corono Honister Pass con el esfuerzo que suponen estos dos kilómetros y medio, con una rampa máxima del 20% que no es más que un adelanto de lo que me espera hoy.


El paso es magnífico y la bajada espectacular, impropia de una altitud de trescientos metros sobre el nivel del mar. La carretera serpentea por la canal de igual manera que el arroyo, resultando un descenso muy divertido.


El valle se va abriendo y acabo junto al lago Buttermere, rodeado de montañas en un paraje que no deja de sorprenderme.


Resultan espectaculares los juegos de reflejos en el agua y no me extraña que haya tanto fotógrafo haciendo time-lapse por la zona porque el lugar se presta para ello.


Llego a la pequeña localidad de Buttermere que da nombre al lago. Solo son tres casas y cojo un desvío que apunta al cielo de nuevo.


Son otros dos kilómetros al 10% para coronar en Newlands Pass, un puerto que no tenía en los planes pero que debo pasar para ir enlazando los BIGs.


El valle de esta subida es muy cerrado y la carretera va a media ladera de la montaña, con una pendiente mantenida de doble cifra que resulta muy exigente porque casi resulta como una recta interminable, ciega en su final.


En Newlands Pass hay una señal que me avisa de la pendiente que me voy a encontrar en la bajada. Me tomo un instante para disfrutar del sonido del agua antes de seguir con el precioso recorrido por el que estoy transitando.


El descenso me lleva hacia Braithwaite, con el valle abriéndose ante mi. El verde explota con los rebaños de ovejas disfrutando del frescor de la hierba.


Braithwaite queda a un lado y tomo el camino de Whinlatter Pass. Se trata de un puerto más suave, con cuatro kilómetros por encima del 7% sin las duras rampas de doble cifra que llevo escalando en los pasos anteriores.


La carretera de Cockermouth tampoco es que lleve mucho tráfico. Apenas pasan dos o tres coches en todo el trazado del puerto. Aparte de estar siendo un recorrido precioso, está resultando sumamente tranquilo.


Me estoy acercando al mar y eso hace que las nubes que cubrían las montañas se vayan desvaneciendo, apareciendo grandes claros. Poco antes de llegar a Cockermouth, giro hacia el sur.


El giro de 90º me deja con las montañas en el lado izquierdo de mi marcha y con un panorama que no había contemplado hasta este momento. Mientras avanzaba hacia el oeste, la nubosidad iba creciendo tras de mi y, ahora que giro, veo una nubosidad de tormenta amenazando mi vuelta. Se está poniendo muy negra la cosa.


El camino hacia el sur está repleto de repechos, terminando es la ascensión a Cold Fell, un paso de montaña de aspecto pirenaico, muy parecido a las subidas que se suelen ver por Iparralde, con carretera estrecha por el verde con los rebaños de ovejas pastando a sus anchas.


Las nubes empiezan a dar miedo. Por ahora no me preocupan porque voy a bordear el parque pero, en unos cuantos kilómetros, tendré que pasar por el medio de esos nubarrones.


Me acerco a los cien kilómetros por estas pistas, por porcentajes suaves que rondan el 4-5% como mucho. Las ovejas marcadas de colores me recuerdan otros lugares.


Tras coronar Cold Fell, desciendo hacia Calder Bridge, con intención de llegar hasta el mar. Pero las chimeneas de Sellafield me quitan las ganas y decido seguir el camino hacia las montañas.


Este nuevo giro hacia el este me va a devolver al centro del parque nacional y, por tanto, al meollo montañoso. Las nubes ya están frente a mi y me temo una tormenta de verano de las gordas.


Llego a Gosforth y me caen unas gotas. Me temo un chaparrón y decido hacer una pequeña parada a resguardo, junto a unos baños públicos. He pasado de los cien kilómetros y aprovecho para comer algo. Todavía me quedan muchos kilómetros y doy gracias por haber sido previsor y haber puesto el guardabarros y cogido la chaqueta de Goretex.


La nube ha sido pasajera y no han caído más que esas dos primeras gotas. Es más, el panorama parece que se aclara bastante, cosa que me alegra enormemente.


Sigo yendo por una carretera estrecha, con pequeños repechos que me llevan de río en río, a través de una sucesión de colinas que van minando las fuerzas. Y todavía me quedan tres de los cinco BIGs de que consta esta etapa.


Llego a un cruce en Eskdale Green, a dos kilómetros de Boot, donde me encuentro una señal que acojona bastante. El triángulo avisa de rampas del 30% mientras un aviso azul advierte del peligro a los vehículos pesados. El muro de Hard Knott Pass me espera al finalizar esta pequeña carretera.


Por aquí ha debido estar lloviendo porque la carretera está mojada. Son muy malas noticias de cara a esas rampas que se avecinan. Si la señal no miente, un 30% puede resultar insalvable con el piso húmedo.


Empiezo a ponerme nervioso. El collado que hay que salvar parece asomar a lo lejos y conozco lo que supone un 30%. Me he enfrentado a rampas así en algunas de las subidas extremas y hay que estar muy concentrado y predispuesto para el sufrimiento extremo si se quiere pasar montado.


A poco de llegar al inicio de las hostilidades, me adelanta un camión bastante grande. Me alegro de no habérmelo encontrado en plena subida. Entre unos árboles, ante mi asombro, aparecen las zetas de la subida a Hard Knott Pass. La primera impresión asusta bastante.


Tiro del enorme zoom que tiene la cámara y veo que hay bastantes coches negociando la subida, tanto de subida como de bajada. Me espero un rato para ver si sube el camión y veo cómo avanza con muchísima lentitud.


Avanzo y la carretera está seca. Es una gran noticia. Son dos kilómetros en los que se va subiendo ligeramente, de forma inapreciable, pero en los que la tensión se palpa y se puede cortar con cuchillo.


Ya está aquí. Hay un cruce junto a un arroyo, con cabina de teléfonos incluida para poder pedir socorro si te rajas en el último momento. Bajan dos chicas andando y me aplauden dando ánimos, como advirtiéndome de lo que me espera.


Hard Knott Pass son algo más de dos kilómetros al 15% de media y eso no deja mucho margen para ir haciendo fotos, así que aprovecho los pequeños descansos que hay para poder seguir haciéndolas en marcha. Me voy cruzando con varios coches que se apartan amablemente, incluso echándose fuera de la carretera y tirándose a la hierba, al tiempo que los que van en ellos bajan las ventanillas y me animan y aplauden al ver la tensión del esfuerzo que hay que hacer para no irse al suelo.


Tengo curiosidad por ver el porcentaje máximo que marca el reloj. 20-22-26-...- ¡29%! en una herradura en la que dos senderistas no paran de gritarme para que siga adelante. Con ese apoyo, y con los coches apartándose a mi paso, no puedo dejar de dar pedales.


En la cima del puerto hay una roca con un padre y sus dos niños gritándome y aplaudiendo. Están con prismáticos y me han visto retorcerme en estas zetas durante un buen rato. Parece mentira que, en una zona en la que hay tan poco tráfico, haya tenido tanto acompañamiento.


He disfrutado de Hard Knott Pass como hacía mucho que no disfrutaba de un puerto. Cuando se juntan belleza y dureza extrema es cuando este hobby que tengo de subir puertos de carretera alcanza su punto más excitante.


Estoy muy satisfecho y, cuando me asomo a la otra vertiente, veo que se va a volver a repetir algo parecido. La carretera baja de golpe para volver a remontar hacia el siguiente collado: Wrynose Pass.


La rápida bajada me deja a orillas del río Duddon, en medio de una pradera preciosa, rodeado de montañas. Es increíble estar a tan solo doscientos metros de altitud disfrutando de un paisaje como este.


Hay un cruce de carreteras y tomo el camino de Wrynose Pass. Según me voy acercando, la perspectiva va cambiando y descubro que, por esta vertiente, no va a ser tan duro como Hard Knott Pass.


Tras un acercamiento muy suave, me enfrento al kilómetro final, con un 10% de media y una máxima del 16%. Esto es como los descansos que he tenido hace un rato y no me supone ningún problema superar este puerto. Las piernas se amoldan fácilmente a los esfuerzos menores.


La vertiente de bajada de Wrynose Pass es, en este caso, la más dura de las dos. Tras una señal de advertencia de la pendiente, me encuentro a un conductor empujando su coche para dar la vuelta, con un olor a embrague quemado tremendo. Hay otro tipo echándole una mano y, como están a punto de acabar, no es necesario que me meta a ayudarles.


Ha sido una combinación de pasos preciosa, de esos lugares que da pena abandonar. La única pena es que no luzca el sol aunque, viendo cómo estaba de negro hace un par de horas, suerte tengo de que no llueva.


El río Brathay es mi compañero hasta llegar a Ambleside que, Penrith aparte, es la localidad más grande de todo este recorrido. Llevo 140km y la sucesión de subidas, aunque sean cortas, va haciendo mella en las piernas.


En Ambleside hay bastante meneo, con mucha gente por sus calles, muchos de ellos turistas. Solo me lleva unos minutos cruzar de lado a lado aunque, antes de seguir camino, me paro para un último avituallamiento.


Solo me queda un puerto: Kirkstone Pass. Van a ser cinco kilómetros al 8% pero muy engañosos, ya que los dos primeros kilómetros y medio se van a un 10% de media.


La exigencia vuelve pero con más kilómetros encima y con las piernas castigadas por las fuertes pendientes que me estoy encontrando en casi todos los puertos. Están siendo muy cortos pero explosivos.


La estrecha carretera vuelve a perderse entre praderas hasta que el valle se va encerrando a medida que se acerca el collado de paso. La parte final, tras un kilómetro y medio totalmente llano, vuelve a ponerse al 10%.


Corono en un cruce de carreteras, donde se unen las tres vertientes del puerto, junto a la posada de Kirkstone Pass. A partir de aquí, ya no me queda ninguna subida más.


El descenso hacia el norte vuelve a ser por un estrecho valle, acompañado por un pequeño torrente, hasta desembocar en el lago Brothers Water. Ya he perdido la cuenta de la cantidad de lagos que había a lo largo y ancho de este recorrido.


El lago no era más que una pequeña charca en comparación con el siguiente. Cuatro kilómetros llanos me separan del lago Ullswater.


Bordear el lago Ullswater ya me lleva algo más de tiempo, ya que son casi quince kilómetros. Se hace duro rodar por el llano pero hacerlo con estas hermosas vistas no lo es tanto.


Dejo atrás el lago y solo me quedan otros diez kilómetros llanos hasta llegar a Penrith. Tan solo los dos últimos kilómetros, otra vez por la A66, son un tanto incómodos.


Llego al aparcamiento del centro comercial en el que he dejado el coche con 180km. y más de tres mil metros de desnivel positivo acumulado. Este lugar va a servirme de centro de operaciones por dos días. No tener que mover el coche es una gran ventaja, ya que me permite descansar suficientemente. La etapa ha sido magnífica y espero que la de mañana no le vaya a la zaga.

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