XXVI. Sakanako Ibilaldia

Sigo en Irurtzun. Tras la ruta cicloturista de ayer, hoy participo en la XXVI. Sakanako Ibilaldia. He puesto el despertador a las 04:30 porque la salida es a las 06:00 y tengo que recoger antes la tarjeta de control. Me tiene que dar tiempo a desayunar en condiciones. Anoche apenas cené y tampoco es que haya dormido demasiado bien. Solo espero no pagar en la marcha el cansancio con el que me levanto.

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XXVI. Sakanako Ibilaldia Irurtzun 55 km 3250 m+ IR

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Me preparo un café y unas tostadas con miel. No me entra nada más. Llevo muy mal el calor en el coche. Se caldea demasiado y me despierto muchas veces para beber, no pudiendo dormir del tirón toda la noche. Me duele un poco la cabeza pero se me pasa bastante con el desayuno. Me cambio y, un cuarto de hora antes de la salida, me voy al polideportivo desde el que se sale.


Hay más gente de la que me esperaba. Cojo mi tarjeta y me dan un vaso de plástico para los avituallamientos. Me sorprende mucho que me digan que hay que devolverlo al final. Es un cancarro enorme y, si lo llego a saber, ya me traigo yo uno más portable.


La salida es en cajones por orden de dorsal, como hacen en Villabona. Tengo el 405, con lo que sale un montón de gente delante de mi, que lo hago a las 06:06. Saliendo tan temprano, aún no ha amanecido y los dos primeros kilómetros los hacemos todavía a oscuras aunque, al ser bastante urbanos, nos podemos guiar de sobra.


Para no tener un atasco tremendo por delante, me pongo a trotar desde el principio, pero tampoco me sirve de mucho porque casi toda la gente hace lo mismo. A las primeras rampas del Txurregi (1.127m) se llega en fila de a uno y hay que seguir el ritmo que marque el grupo cabecero.


Ya va amaneciendo y se empieza a divisar el valle cubierto de nubes. Se supera un primer escollo y, lo que aparece frente a mi, me deja perplejo. Hay una pared que te cagas y se ve una hilera de gente tremenda, ascendiendo muy lentamente.


Me salgo un poco de la fila para intentar captar la cuesta con una perspectiva algo mejor. Pocas veces he tenido esta sensación de pensar que yo no quiero subir por ahí.


La salida del sol es muy guapa, alzándose entre las nubes, pero no hay tiempo para disfrutarla. Me encuentro metido en una columna de gente que no mira nada más que la zapatilla del que va por delante. No puede ser de otra manera en semejante paredón. Tengo la impresión de que, si me caigo para atrás, se cae conmigo toda la fila.


Impresionante esta subida al Txurregi. Llegamos al collado y solo puedo pensar en qué nos deparará la bajada. Han sido 700m de desnivel muy bestias.


En un principio, la bajada es un poco incómoda, por un sendero estrecho muy pendiente y con muy poca tracción por culpa de un terreno pedregoso. Luego ya se vuelve muy corredero y se estira el grupo hasta llegar al avituallamiento de Iturria, justo cuando se enlaza con la pista de San Cristóbal que sube hacia el Beriain.


Llego al avituallamiento de Iturria a las 07:57. No llevamos más que diez kilómetros y ya han pasado casi dos horas. El control tiene horario de 08:00 a 09:15, así que aún voy con un ligero adelanto. El sol se levanta y avisa de que va a ser una jornada calurosa.


El avituallamiento consta de lo típico: naranjas, plátanos, pepsicola, chocolate y frutos secos. Me tomo un poco de todo, saliendo con el puñadito de frutos secos en la mano para ir comiendo poco a poco.


La pista de subida al Beriain (1.493m) es muy cómoda, sin pendientes excesivas. Son algo más de siete kilómetros continuados en los que empiezo a notar el cansancio de ayer.


Los caballos pastan a placer por estas inmensas praderas. Hay un par de neveros pequeños en la parte más alta, a pesar de que estas explanadas no se mantienen sombrías durante el día. Ha tenido que haber mucha nieve por aquí durante el invierno.


Llevo más de una hora de subida cuando asoma la ermita de San Donato en lo alto de la montaña. Las vistas del valle de Sakana son espectaculares.


En la cima hay sellado de la tarjeta de control y nos vamos cruzando los que vamos con los que vienen. Las vistas son tan hermosas que solo hay que ver las caras de satisfacción que lleva la gente.


En la ermita hay cola para sellar y aprovecho para seguir un poco hasta el geodésico del Beriain, desde donde se tienen unas vistas limpias de todo el valle del Arakil (Sakana) que da nombre a la marcha y que recorreremos por ambas márgenes.


Me acerco al buzón y un compañero de marcha me pide que le haga una foto con su móvil. Hay unas vistas impresionantes, mires para donde mires.


Tras unos minutos de disfrute, me acerco a la ermita para que me sellen la tarjeta, lo que hacen a las 09:18, siendo el horario de este punto de 09:00 a 11:15. Llevo 18km y cerca de 1.500m de desnivel, casi la mitad del acumulado del día. El recorrido está siendo muy intenso.


El tipo que sella la tarjeta nos va avisando de que tengamos cuidado con la bajada. Hay que descender casi mil metros en tan solo dos kilómetros, lo que indica los porcentajes que se van a sufrir.


En la bajada me pasa todo dios. Se me cargan muchísimo las piernas y empiezo a hacerme un roce en los dedos de tanto frenar. El calor aumenta según nos acercamos al fondo del valle y soy consciente de que me he pasado con una brevet200 el día anterior. 


Tras los dos kilómetros brutales de descenso pronunciado vienen otros dos más tendidos donde ya me atrevo a trotar. Se monta un pequeño grupo y sigo el ritmo que marca el chico de cabeza, hasta llegar al control de Uharte Arakil.


Antes de llegar al control, nos tiramos todos a la fuente del pueblo. La mañana avanza y el calor también. A todo ello le sumo la deshidratación que llevo, con la boca muy seca incluso después de beber.


Me sellan la tarjeta a las 10:22. El control es de 09:45 a 12:45, lo que indica claramente lo lentísimo que he bajado los dos kilómetros de pared, acumulando mucho retraso sobre la apertura. No me importan para nada los tiempos pero, en este terreno, me sirven muchísimo para clasificar los tramos y saber dónde no me manejo bien. A veces tienes esa impresión pero no es tal porque a todo el mundo le pasa lo mismo. En este caso no. Soy un zote bajando, algo que no me importa por el tiempo pero sí por la sobrecarga que me genera.


El avituallamiento vuelve a tener exactamente lo mismo. Echo en falta que los organizadores varíen un poco porque me cansa comer siempre las mismas cosas.


Tras cruzar el río Arakil, comienza la subida a San Miguel de Aralar. Me conozco de memoria la subida ciclista pero va a ser la primera vez que suba a pata.


Empezamos por la pista cementada pero enseguida la dejamos para seguir el sendero de subida. Hay un cartel de senderismo que indica que son 4,7km hasta llegar a la ermita.


La primera rampa ya me avisa de que no va a ser una subida nada fácil para mi. Voy sofocado y con las piernas muy doloridas. La bajada del Beriain me ha destrozado muscularmente.


Los tramos a la sombra son un alivio porque, cuando se sale de la protección del arbolado, el sol pega con fuerza. Llevo un ritmo cansino e intento animarme viendo que los compañeros que llevo por delante y por detrás viajan parecido. Es lo bueno que tienen los eventos organizados, que cuando vas sufriendo un poco ves que no eres el único y eso te reconforta de alguna manera y te ayuda a seguir luchando con tu cabeza.


El recorrido está siendo duro pero muy espectacular. No puedo dejar de sacar fotos, lo cual me viene muy bien para seguir entretenido y despistar un poco a la cabeza porque noto que no carburo como lo suelo hacer en este tipo de terreno.


Me voy acercando a la cumbre y empieza a aparecer una ligera niebla que, por momentos, nos tapa el sol. Es como una bendición porque hace que el calor no sea tan intenso. Ya voy muy castigado y empiezo a perder de vista a los que llevo por delante.


El chico que va justo por detrás de mi y yo nos terminamos por juntar en un momento en el que no veo ninguna marca. Los dos íbamos como burros, siguiendo al de delante, casi por inercia. Tampoco es que sea muy difícil seguir el sendero porque se ve con claridad, pero las neuronas ya no responden debidamente.


Llegamos a conectar con la carretera por una pala muy vertical. Llevo un rato con la espalda muy tensa y con unas ganas tremendas de llegar arriba.


Me sellan la tarjeta en el control de San Miguel a las 11:37. El horario era de 11:00 a 14:45, así que mantengo los mismos 37min de diferencia que llevaba en Uharte Arakil. Me voy animando con estas bobadas, pensando que no voy tan mal como mis sensaciones me dictan.


En el avituallamiento de Aralar decido tomármelo con mucha tranquilidad. Me encuentro muy cansado y creo que es mejor parar media hora y recuperar fuerzas que seguir con esa idea de que voy petado en la cabeza. Me como un bocadillito de queso sentado en un banco y me hidrato bien. Hay unos bidones con agua fresca que entra de maravilla.

Salgo fuera para llamar a casa con algo de intimidad, sentándome en la hierba de la ladera del sendero de bajada. Así sigo descansando y aprovecho para cambiarme los calcetines y ponerme un poco de esparadrapo en una heridita que se me ha hecho en un dedo en la bajada del Beriain. Van pasando compañeros de ruta y me divierte mucho ver llegar a ciclistas de carretera. Para cuando me doy cuenta, estoy descalzo medio tumbado, con el teléfono en una mano y con una zapatilla rodando por el sendero abajo hasta que pasa un tipo y le pido que me la lance.


A las 12:13 decido que ya es suficiente descanso y me pongo en marcha. En total, ha sido más de media hora parado que me ha venido de maravilla porque me encuentro muy recuperado.


La bajada es tendida, ideal para trotar, cosa que hago sin parar durante los ocho kilómetros de suave bajada que hay hasta Madotz. El sendero es espectacular por un paraje grandioso.


Se conecta con una pista repleta de senderistas. Entre saludo y saludo voy tan entretenido que van pasando los kilómetros sin darme cuenta.


Hay tramos en los que la alfombra es una delicia para la carrera y voy disfrutando muchísimo. Es increíble la diferencia con lo cansado que me sentía hace tan solo un rato.


Llego a conectar con un grupito que también va trotando y decido seguir su ritmo. Me resulta muy cómodo y así rompo por un momento la monotonía de ir solo.


En Madotz hay avituallamiento. Llego a las 13:08 con ganas de seguir, cosa que no me había pasado antes. Me como una onza de chocolate y un par de gajos de naranja. Hace calor y no me entra comida. Solo apetece beber algo frío y la fuente que hay colma mis ansias. Quien más, quien menos, todos nos refrescamos bajo el caño.


Justo antes de salir, vienen a buscar en coche a un participante que abandona por un fuerte golpe en un brazo. Ya antes había oído que alguien se había lastimado un tobillo en la tremenda bajada del Beriain.


Solo quedan dos subidas. El señor del avituallamiento nos ha dicho que esta que toca ahora es fuerte pero corta y que la última es más larga y tendida.


Calor, mucho calor. La pista carece de sombras y la pendiente va castigando. Aún así, me encuentro muy recuperado y puedo marcarme un ritmo majo de subida.


Creo que el verde se sale del círculo cromático, desbordando por todas partes. A estas alturas del día, llevo hechas una cantidad ingente de fotos.


La pista se adentra en el bosque y se agradecen las sombras. No me suele gustar ir encerrado y sin vistas pero esto es diferente. Hace rato que me ronda la idea de que igual es la marcha del circuito más bonita en la que he participado.


Cada nuevo paraje que asoma me gusta más que el anterior. El sufrimiento de parte del recorrido ha dado paso a un disfrute increíble. La subida está yendo de más a menos y eso ayuda para que las piernas no se quejen nada.


Voy siguiendo un vallado, camino de la cima del Larrazpil (1.069m). No se llega a pasar por la cima y no veo señalización ninguna del alto, a pesar de que la busco por un momento.


Hace rato que me he quedado solo. Me he marcado un buen ritmo y, muy animado, sigo trotando durante todo el tiempo que puedo.


Enlazo con una pista de tierra que desciende hacia Goldáraz. Esto sigue in crescendo el umbral de belleza.


Durante un momento pierdo la pista de las marcas y eso siempre es molesto. La pista sigue y parece muy evidente que hay que ir por ella pero, en muchas ocasiones, hay atajos por senderos y te saltas las marcas y luego hay que volver sobre tus pasos.


Recupero las marcas a poco de llegar a Goldáraz. La zona disfruta de una vegetación asombrosa que deja unos perfiles montañosos más propios de una región selvática.


Engancho la carretera. Hay que bajar por ella durante un buen trecho. Me tengo que detener para disfrutar de las vistas que hay desde esta localidad junto a una pareja que también hace fotos. Comentamos por un momento lo bonito que está todo y me marcho acompañado por sus ánimos.


En ese momento llegan hasta mí una chica y un chico que también vienen trotando. No sabemos por dónde habrá que subir y elucubramos un poco, estando a punto de saltarnos el marcaje que hay para coger un sendero que baja directo a Latasa.


Cruzo la autovía de Leitzaran y el río Larraun poco antes de llegar a Latasa, donde hay un nuevo control junto con el último avituallamiento. No tengo hambre pero sí mucha sed. La bolsa de agua se calienta enseguida y no hay modo de beber de ella.


Llego al control de Latasa a las 14:23. Este control se mantiene abierto de las 12:45 a las 17:45; es decir, ha pasado ya más de una hora y media desde su apertura.


Echo en falta lo más importante: bebida fría. No hay agua y hay que cogerla en el grifo del aseo. Las botellas de pepsi están bastante calientes y no me sacia la sed. Apenas cojo un par de gajos de naranja y me llevo unos frutos secos para el camino.


Según un señor que había en el avituallamiento de Madotz, esta última subida a Trinidad es muy tendida. Pero no me dan los números. Hay que subir unos 700m de desnivel en menos de cinco kilómetros. Se empieza por un camino cómodo pero enseguida nos metemos por un sendero y la pendiente se dispara.


Voy solo y no veo a nadie por delante ni por detrás. Ya pesan los kilómetros pero me encuentro mucho mejor que en la primera mitad del recorrido, con lo que sigo muy animado, aunque con ganas de acabar.


La subida se mantiene por un estrecho sendero repleto de vegetación. En uno de los escasos claros, las vistas de la autovía de Leitzaran son increíbles.


Llevo buen ritmo y alcanzo a un trío que sigo durante un buen trecho, hasta que uno se para para sacarse algo de la zapatilla y los compañeros se quedan a esperarle.


Enseguida me cogen otra vez y juntos seguimos durante otro breve trecho. Llevamos más de tres mil metros de desnivel positivo acumulado y ninguno sabemos cuánto queda ni por dónde vamos a subir los doscientos metros que faltan para llegar a la cifra que marca la organización.


Por fin, llegamos a la ermita de Trinidad (1.015m), a pocos metros de la cima del Erga (1.094m). Aquí esperan dos mujeres para estamparnos el sello en la tarjeta.


Me sellan a las 15:40 en un control que va desde las 14:00 a las 19:15. Tengo muchísima sed y les pregunto si hay fuente por alguna parte. Me indican que hay una bajando, a unos diez minutos. En media hora habré terminado y tampoco me importa tanto pero me habría venido bien refrescarme un poco.


Empiezo a bajar mientras van llegando varios participantes más que me irán pasando poco a poco. El sendero no desciende a lo bestia pero tampoco tengo piernas como para frenar con seguridad. Hace tiempo que pienso que voy a tener dolor durante unos días.


Irurtzun está ahí mismo. Pasamos por la fuente anunciada y me echo un poco de agua por la cara. Solo echo un par de sorbos antes de volver a ponerme en marcha.


Ya estoy abajo. Falta como un kilómetro para la llegada cuando llamo a casa para avisar de que igual no me quedo para la marcha de mañana en Ataun. Creo que va a ser demasiada exigencia para mis piernas y que mañana no voy a poder andar sin molestias. Aún así, me lo pensaré después de la ducha, viendo qué tal se me quedan las piernas.


Llego a meta a las 16:20. El horario marcaba de las 14:30 a las 20:00. He tardado tres horas más que hace dos semanas en Ondarroa para la misma distancia, lo que indica que el recorrido ha sido mucho más duro y que me he tirado a la piscina con una salida previa en bici de varias horas de duración.


En meta me dan dos tickets, uno para recoger unos calcetines de trailrunning de regalo (que ya por sí solos cuestan más de los 12€ que he pagado de inscripción) y el otro para un bocadillito de txistorra. Tengo que devolver el vaso de plástico que he llevado durante toda la marcha haciendo bulto en el bolsillo trasero del chaleco y me marcho al coche para coger el champú y las chanclas para ducharme en el polideportivo de la salida.


Hay que ducharse con agua fría, cosa que tampoco es preocupante un día de tanto calor como hoy pero que habría sido una putada en otras circunstancias. Mientras regreso al coche, soy consciente de que mañana no voy a estar en Ataun. Se me están enganchando las piernas y no quiero hacer locuras. Ya habrá tiempo de doblar marchas este mismo mes de mayo. Me conformaré con quedarme con el gran sabor de boca que me ha dejado esta XXVI. Sakanako Ibilaldia.

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