El delta del Ebro

Tengo unos días libres y empieza para mí la temporada de bicicleta. Me apetece ir a donde haga calor, sea donde sea. Mi primera opción era el sur, hacia Cazorla y Segura, pero el día antes de salir veo en la web de la DGT que hay puertos en rojo con advertencia de cadenas, algo que no me esperaba. Ni por asomo quiero pasar frío, así que miro el tiempo e improviso cuatro etapas de 200km en Tarragona. Pocos puertos y mucho llano ... pero solo una salida en dos meses. ¡A ver en qué queda! 

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El delta del Ebro Tortosa 150 km 2075 m+ IR

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La primera jornada quiero subir al Mont Caro. Cuando lo subí hace unos años me quedé con ganas de verlo, pues estaba cubierto y se estaba haciendo de noche. Llego a Tortosa la noche anterior, a eso de las once. Duermo en el primer sitio en el que encuentro aparcamiento, junto a un colegio. A eso de las 08:00 me pongo en marcha. Hace fresco pero es muy soportable, nada que ver con las bajas temperaturas que estamos sufriendo por el norte en los últimos tiempos.


El sol me acompaña de inicio y me siento muy a gusto. La temperatura es agradable. Dejo atrás Roquetes y enfilo la recta que me lleva a los pies del coloso. No dejo de acordarme de Dioni y Fernando acompañándome en este tramo. Dioni nos dejó aquí y nos quedamos solos los dos frente a las inclemencias de aquel día.


La aproximación me permite entrar en calor y me sobran los guantes a las primeras de cambio. Enseguida se pone la cosa seria. Este puerto es un buen pepino y subirlo así a bote pronto me va a costar bastante.


Hay un momento en el que estoy por tirar la bicicleta en el arcén porque me entran unas ganas tremendas de tumbarme al sol para empaparme de vitamina D a tope. Estamos teniendo un invierno duro y los rayos de sol en las manos son una delicia.


La pendiente se incrementa y soy consciente de mi baja forma. Llevo una salida en bici en lo que va de año y eso se tiene que pagar en un puerto de estas características.


Voy ganando altitud y a los 700 metros no he subido ni la mitad. Me estoy enfrentando a un Tourmalet pero sin el respeto debido. Y esa osadía se paga.


Menos mal que el cicloturismo de puertos permite, cuando los puertos son como éste, mitigar el esfuerzo con el disfrute de los sentidos. Subí a ciegas la otra vez y todo es nuevo para mí.


Las herraduras se suceden hasta llegar a un pequeño mirador desde donde disfrutar del trazado hecho. Voy muy cascado pero henchido de gozo. Este es uno de esos puertos que, por sí solo, bien merece el viaje.


Llega un descanso por encima de los mil metros de altitud y hay escarcha en el piso en una zona sombría en la que hace un frío tremendo que contrasta con el calorcito de toda la subida. Me sale vapor de la boca como si estuviera rodeado de espectros acechando.


El tramo dura lo justo para no quedarme frío y tomo el desvío final que me llevará a las antenas, con casi cuatro kilómetros de dura subida.


El asfalto está bastante agrietado en esta parte, con varios baches que se solventan bien en subida. Empiezan a aparecer las vistas de costa que están ocultas en toda la ascensión hasta esta parte final.


El sol cada vez calienta más y yo cada vez voy más caliente. Las antenas están ahí mismo y solo el recuerdo de lo mucho que me costó la primera vez hace que sea más llevadero.


Por lo que se ve, por aquí también ha nevado. Hay un pequeño rastro de nieve en las cunetas. Esto me recuerda que estoy muy por encima de los mil metros de altitud.


Llego a la cima y me planto junto a un vértice geodésico que hay en un pequeño mirador para disfrutar de las vistas. Todavía es muy temprano y hay mucha bruma mañanera en la costa que me impide gozar más aún. Estas montañas tan cercanas al mar tienen algo especial.


Como la ascensión es de sube y baja, no me he subido nada para comer porque tengo que pasar otra vez por el coche. Y bien que me arrepiento porque estoy vacío completamente. Demasiado puerto para tan poca preparación.


El descenso es rapidísimo, casi tanto como aquella contrarreloj que me marqué para coger el coche por el pinchazo que tuvo Fernando mientras bajábamos casi a oscuras. El piso lo han arreglado desde entonces y no hay comparación posible. Un buen avituallamiento en Tortosa y me pongo rumbo a Rasquera, remontando el Ebro, para buscar la subida a Cardó.


Solo llevo cinco o seis kilómetros y soy consciente de que me he pasado con el planning de los cuatro días. Hacer cuatro etapas de 200kms se me antoja, a día de hoy, fuera de mis posibilidades.


Aún así, pienso aprovechar al máximo estas jornadas. El tiempo es magnífico y en Bilbao no podría haber salido tanto sin chupar agua y frío.


La remontada del Ebro me hace ganar algo de altitud. Cuando llego a Rasquera decido pasar de subir a Cardó. No estoy para más y bastante será con hacer unos 120km o así, pienso.


La carretera asciende un poco más durante unos cuantos kilómetros, de forma muy suave, hasta llegar a un alto coronado por aerogeneradores. Es un paseo tranquilo, en donde el único tráfico que me encuentro es el de otro ciclista que me adelanta a toda pastilla.


Desde ese alto, situado a algo menos de trescientos metros de altitud, desciendo a gran velocidad hacia el mar, hasta llegar a la localidad de L´Ampolla.


Me encuentro a cota cero con poquito más de cien kilómetros recorridos. Tengo la opción de seguir directo hacia Tortosa pero decido dar un pequeño rodeo para divisar las tierras del delta del Ebro desde más cerca.


Me sigue costando mucho ponerme en marcha cada vez que me detengo en alguna de estas calas. Me dan ganas de tumbarme en la arena y transformar mi colesterol en la vitamina D que sea posible.


Ritmo tranquilo, brisa suave, ... Las bicicletas son para el verano y no se equivocaban.


Dejo atrás las playas para enfilar hacia Deltebre entre campos atravesados por canales. Las rectas son interminables y doy gracias porque hoy no sopla viento fuerte.


Van cayendo los kilómetros y mis fuerzas se desploman. Me empieza a doler el culo porque he perdido el callo. El cómodo paseo hace un rato que ha tornado en suplicio, casi sin darme cuenta de cuándo se ha producido la transformación.


Cruzo el río Ebro un par de veces, aunque en Amposta lo hago solo para ver el puente. Ya hace rato que la etapa se me está haciendo demasiado larga.


Apenas son una decena de kilómetros para llegar a Tortosa pero me paro para comer algo porque no llego. Voy fundido y solo es el primer día del stage. Eso de hacer 200km me parece que va a ser que no.

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4 Comentarios

  1. Vitamina D...buaaaaa ...yo quierooooooo!!!!...ya tengo apuntado ese puerto para subírmelo...tiene muy buena pinta.....
    Un etapón como no vas a terminar fundido!!!! si es que queremos hacer las cosas silbando jajajajaja

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  2. Que subida más buena tuviste! Que diferencia de la que hicimos la última vez, pasando miserias y sin ver nada, jeje. Un saludo!

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    Respuestas
    1. Parecida a la que tuvimos aquel día, eh?! Ya me acordé de ti varias veces ;-)

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