El occidente asturiano

La preparación del Mauna Kea sigue su curso. El plan es hacer cinco mil metros de desnivel positivo acumulado y Asturias me ofrece, como siempre, la posibilidad de alcanzar esos números disfrutando de una magnífica etapa. No me veo con esta exigencia en puertos de casa, así que toca viajar. Aviso a los astures y Javier tiene planes parecidos en el occidente asturiano, así que no me lo pienso y, echándole un poco de morro, me acoplo a su grupeta del G.C. ENSIDESA.

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El occidente asturiano Navia 200 km 5300 m+ IR

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Hemos quedado a las ocho en Navia. Poco antes de la hora empiezan a llegar los participantes y aparcan junto a mí, bajo el viaducto del ferrocarril. El día luce soleado de buena mañana, lo que augura una buena jornada cicloturista.


Nos ponemos en marcha por la N-634, rumbo a La Caridad. Me pongo el último del grupo y me voy enterando de que la mayoría no van a hacer la ruta completa que hay planeada. Esto me hace mantener una táctica muy conservadora de inicio, ya que ya sé lo que suele pasar en estos casos, que los que van a hacer menos marcan el ritmo y los demás les siguen como corderos, pagándolo más tarde.


Aún así, el ritmo me parece perfecto para lograr nuestros objetivos. Yo me voy entreteniendo mucho haciendo fotos, ya que esta zona de Asturias es la que tengo menos trillada.


Enfilamos para la primera subida del día: Las Rozadas. La elección de puertos es perfecta para acumular esfuerzos sin pasarse, ya que todos los puertos son suaves (a excepción del coco del día). Durante unos once kilómetros nos iremos manejando en torno al 5%.


El grupo se mueve muy compacto y se suceden los momentos de charla, sobre todo con Mario, quien debe andar por el foro que antes frecuentaba yo y comentamos algunas cosas. Es alucinante la de foreros que he conocido después de mi marcha.


Sin apenas sobresaltos, a un ritmo muy bien llevado, sin tráfico que molesto, con un solete muy rico, ..., van pasando los kilómetros sin darme cuenta y coronamos Las Rozadas junto a unas mesas que hay en un mirador.


Nos ponemos todos a mear por las campas y aprovecho para comer uno de los muchos plátanos que me voy a tragar en todo el día. Da gusto mirar para donde sea porque el verde es magnífico en estas fechas.


Un rápido descenso nos deja en una carretera estrecha para subir a Couselo. Se trata de una subida de solo seis kilómetros al 6% pero mucho más interesante que la anterior, viajando por un caminito estrecho de estos tan típicos de Asturias.


Aquí el grupo ya se fragmenta algo y empiezo a preguntar quiénes van a ser los valientes que intenten la ruta completa para ver si regulan o si se ceban. Javier conoce mejor a todos y ya se va encargando de reordenar a los más jóvenes.


No sé si por el calor o porque el terreno está un poco bacheado, pero la dirección de la bici empieza a hacer un poco de ruido. Al principio es muy soportable pero cada vez va a más.


La carretera mejora mucho y vamos alcanzando collados, uno tras otro. Tomamos algunos desvíos complicados pero que no tengo que mirar en el GPS porque yo voy por donde me llevan. Así ya se puede.


Estas carreteras estrechas y sin señalización horizontal son una chulada. Yo sigo a lo mío. Sé muy bien qué ritmo tengo que llevar para superar una etapa como ésta y no me da ningún reparo el descolgarme un poco. Le estoy sacando brillo al 34 que acabo de estrenar y levo las piernas como si no hubiera salido del coche.


Volvemos a hacer grupeta y el chirrido de la dirección va a más, llegando a hacerse bastante insoportable. En cuanto lleguemos a Vegadeo intentaré apretarla un poco para ver si se soluciona.


Llegamos a Couselo y tramos para abajo sin apenas detenernos. La carretera vuelve a ancharse y Vegadeo nos espera para hacer una pequeña parada de avituallamiento.


Paramos en la plaza del ayuntamiento de Vegadeo, donde hay una magnífica fuente para rellenar los bidones. Nos metemos en un bar y pido un pincho de pollo con lechuga que parece un bocadillo y por el que solo me cobran un euro y medio. Con dos de estos, comes.


Tengo las herramientas en el bote y es un poco coñazo sacar todo para una simple llave Allen, así que Mario me presta la suya que la tiene más a mano. Javier me ayuda un poco con la dirección y nos ponemos en marcha en busca del siguiente puerto del día: La Garganta.


Pero enseguida noto que la reparación no ha surtido efecto y que ha sido peor el remedio que la enfermedad. Ahora no puedo girar el manillar y voy escuchando unos grillos tremendos. Le vuelvo a pedir la llave a Maro y juntos nos quedamos solos en la primera parte del puerto.


Poco a poco vamos enlazando con los demás. Javier va con Rubén, otro de los que va a intentar hacer la ruta completa y los cuatro seguimos subiendo este anodino puerto, muy parecido a La Gañidoira, un puerto al que me recuerda casi desde el inicio.


La dirección va cada vez peor y empiezo a pensar en abandonar la ruta en el primer atajo que haya porque no puedo mover la bicicleta y me duelen los brazos de sujetarla. Hay ratos en los que lo paso realmente mal porque siento que empieza a ser peligroso.


Por suerte, vamos charlando y me entretengo mucho porque la preocupación va en aumento. No termino de disfrutar este puerto, a pesar de que sus rampas son tan suaves que debería haber sido muy diferente. Por momentos, me estoy hasta estresando.


La parte final llega y espero revisar la dirección en la parada programada en Villanueva de Oscos, pero el grupo se detiene en la rotonda de la cima porque muchos se desviarán aquí de la ruta, dejándonos solos a los que vamos a por el completo. Las despedidas suelen durar un buen rato.


Estamos un buen rato y aprovechamos para soltar la dirección y engrasarla bien. Javier me ayuda a colocar todo de forma que pueda seguir con la ruta, aunque queda tan bien que puedo seguir con la ruta y con todo lo que me echen de lo contento que me pongo. Desaparece el ruido tan odioso que me ha acompañado en dos puertos y la dirección se vuelve más suave de lo que nunca ha estado.


Solo nos hemos quedado cinco para la ruta completa: Javier, Isra, Pablo, Rubén y yo. Paramos en un bar-tienda para comer algo. Mientras los demás se meten unos buenos bocatas, yo me tomo una cocacola y un paquete de patatas.


Antes de salir, cogemos también unos plátanos. Nos espera la parte más complicada de la jornada, aunque La Llanada nos permitirá volver a entrar en calor antes de afrontarla.


La zona es muy tranquila. Vamos solos en todo momento, sin ningún coche a la vista. Parecía que el día iba a ser más caluroso pero el tiempo está cambiando y empieza a soplar un poco de aire y hay unas nubes amenazantes que se van reagrupando tocando a tormenta.


Yo cada vez me encuentro mejor. La bicicleta ha dejado de ser un problema y puedo empezar a disfrutar de verdad de la ruta. Casi siempre vamos cuatro en grupo porque Isra va a su aire siempre muy por delante, esperándonos siempre en las cumbres o en los desvíos complicados.


Superamos esta pequeña cota y el coco aparece a la vista. Tenemos que descender hasta Soutelo por estas carreteras perdidas del mundo. Es una gozada pedalear por parajes así.


El fuerte descenso nos deja en el puente que hay sobre un arroyo, con una primera rampa que avisa de la dureza que tiene La Bobia por esta vertiente de Soutelo, todo un puertazo.


Pero mi flamante 34 me permite subir disfrutando como un enano de estos siete kilómetros por encima del 10% de media, con los tres primeros rondando el 13%.


Las vistas de esta parte del mundo son tremendas. Se respira aislamiento por todas partes. Por suerte, la carretera está en muy buenas condiciones. Tan solo recuerdo algún pequeño tramo con algo de gravilla suelta, pero muy poca cosa.


Hay algún buen descanso, lo que baja la media de los kilómetros. Alguna vez rondamos el 20% aunque no creo que llegáramos a él.


Uno de los tramos más fuertes tiene un piso de hormigón rallado fino que se sube muy bien, mucho más cómodo que esos rallados separados en los que vas botando continuamente y que te joden los hombros. Aquí el rayado apenas se nota y desliza fácil.


Superada la parte más difícil del puerto, la subida se vuelve sosegada y permite disfrutar del estupendo paisaje que hay en el entorno. Esta vertiente no tiene nada que ver con aquella mierda por la que me trajeron la otra vez y que hizo que La Bobia me pareciera una gran castaña cuando este un señor puerto de la leche.


La amenaza de tormenta se acrecienta y empezamos a pensar que nos vamos a mojar en el final de la etapa, algo que no apetece mucho. Este tramo lo estoy disfrutando como un enano.


Mientras mis compañeros siguen ascendiendo por la dura parte final, yo me quedo haciendo fotos y aprovecho para echar un meo.


El puerto se abre y el paisaje cambia bastante. Los aerogeneradores empiezan a cobrar importancia mientras disfruto de las amplias vistas que se tienen desde esta cota.


Esta vertiente de Soutelo es una pasada. Tiene una dureza tremenda en la parte inicial y un trazado precioso en la segunda mitad que te permite disfrutar del esfuerzo realizado.


Nos volvemos a reagrupar en los últimos metros, a punto de cumplir los primeros cien kilómetros de la etapa y los tres mil metros de desnivel positivo. Paramos un momento en el alto para hacernos una foto de grupo y tiramos para abajo, hacia el embalse de Doiras.


Esta bajada ya me suena porque es por donde me bajaron la otra vez, aunque hoy me gusta más porque estoy disfrutando mucho del recorrido. No la recordaba de esta manera, aunque tampoco me acuerdo de en qué época estuve. Hay un verde precioso en el paisaje.


Nos detenemos en un área recreativa para llenar los bidones. Ya nos queda menos de la mitad de kilómetros y, además, el desnivel de esta segunda parte baja mucho.


Esta zona ya la tengo hecha en bicicleta y recuerdo que, para llegar a Boal, había que subir un pequeño alto.


Bordeamos el embalse de Doiras y nos cruzamos con dos coches, algo que nos llama mucho la atención porque no habíamos visto uno en horas.


Los kilómetros y el desnivel van pasando factura pero decidimos esperar a la bajada de Penouta para tomar un refrigerio en Boal.


El enlazado con Penouta desde la base del embalse hace que sea un puerto bastante largo, llegando a los catorce kilómetros. Como todas las subidas del día, a excepción de La Bobia, no hay rampas duras y solo se trata de tener paciencia para llegar arriba.


Si no estoy equivocado, la vez que subí a La Bobia lo hice por aquí, que no tiene nada que ver con las vertientes de Doiras o Soutelo, mucho más atractivas. El trazado de este puerto es muy soso.


Coronamos Penouta y esperamos un ratillo para que llegue Isra, quien ha seguido hasta los aerogeneradores que hay por una pista que sale a la derecha. En Boal paramos en un bar y hay saqueo de helados y cocacolas.


Estamos teniendo mucha suerte con el tiempo. Parecía que nos íbamos a mojar pero se vuelve a tranquilizar el tema. Yo creo que ya no tendremos problemas, aunque nunca se sabe.


Nos volvemos a meter por carreteras secundarias en la margen derecha del río Navia. La tranquilidad es asombrosa y vamos muy bien de ánimos porque el objetivo se empieza a ver cada vez más cerca y la gente tiene los depósitos llenos después de la parada de Boal.


Se van sucediendo pequeños núcleos de población, aldeas formadas por tres o cuatro casas. La carretera está en unas condiciones inmejorables y vamos disfrutando de las vistas que hay sobre el Navia.


Nos encontramos una hermosa fuente donde rellenar los bidones. Esta parte de la etapa es bastante fácil y hemos recorrido muchos kilómetros sin apenas darnos cuenta.


Nos manejamos siempre en cómodos porcentajes del 3-4%, lo que hace que las piernas no se tengan que exprimir demasiado. Es el momento de sacar temas de conversación de debajo de las piedras para que la gente no se venga abajo.


Llegamos a Valdedo y ya va tocando echar cuentas del tiempo que tardaremos en hacer los kilómetros que nos quedan para ver si podremos llegar de día o habrá que apurar algo para evitar la noche. Para que no nos entretengamos demasiado, habrá que procurar llegar para las nueve, aunque yo ayer estuve atento a ver a qué hora oscurecía y sé que habrá buena luz casi hasta las diez. Estamos en el occidente y aquí oscurece mucho más tarde.


En Villayón volvemos a parar para tomar una cocacola rápida. Hace tiempo que voy tranquilo porque está claro que vamos a llegar sin contratiempos. Tan solo preocupa un poco que la zona de Llomba Carqueixa está completamente cubierta.


Poco a poco seguimos avanzando y pasamos por alguna zona en la que están abonando los campos con estiércol, con un olor insoportable.


Los cinco mil metros de desnivel positivo van a caer de sobra. En estas rutas siempre se acaba haciendo algo más porque los programas de ordenador reducen bastante el acumulado.


Ya solo queda la subida final al Segredal y, por extensión, a la Llomba Carqueixa. El piso está bastante estropeado pero se sube bien. Incluso viene bien que haya niebla para que la gente no vea lo que queda y no se venga abajo en la última subida.


Coronamos esta última subida, junto con un par de repechitos finales, metidos en la niebla. No se ve nada y bajamos con mucho cuidado hacia Polavieja, hasta que las nubes quedan por encima nuestro y podemos ver tranquilamente. Como preveía, llegamos a Navia de día, aunque ya sin demasiado margen. Los cinco mil metros han caído y sin sufrir, lo que me da muchos ánimos para saltar un nuevo paso en unos días. Ahora solo queda buscar en qué zona lo haré porque en casa no me apetece. Esta vez he estado muy entretenido con la compañía y habrá que compensar el ir en solitario con unos buenos paisajes.

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3 Comentarios

  1. Respuestas
    1. Ahora habrá que meter unos textos. A ver si saco un rato que se me acumula el tema, ;-)

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  2. Lo del estiércol que mal lo llevas. Esto ye Asturies

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