MAUNA KEA 8: subir +6000

Parece que fue ayer cuando empecé con esto de la preparación del Mauna Kea y ya estoy con el paso ocho, el último de entrenamiento del desnivel acumulado. Me habría gustado hacer esta etapa ayer para no perderme la marcha de montaña de hoy, pero el día no acompañaba y, ahora mismo, la bicicleta es prioritaria. Por delante tengo una etapa de 200km y 6.000 metros de desnivel positivo acumulado, lo suficientemente dura como para enfilarme definitivamente hacia el reto.

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MAUNA KEA 8 Elizondo 200 km 6000 m+ IR

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Que hoy tengamos un día despejado tiene su coste y al poner el despertador, a las 05:30 de la mañana, hace un frío que te cagas, entorno a los 2ºC. Con culote corto con mallas finas por encima y con la chaqueta invernal por arriba, salgo a las 07:00 horas rumbo a Erratzu, con una niebla muy cerrada.


Voy tiritando hasta que empiezo a subir Izpegi, aunque las suaves pendientes de este puerto tampoco me ayudan mucho para ir entrando en calor.


Cuando supero los primeros cuatro kilómetros, a solo dos de la cima, salgo de la neblina y empiezo a vislumbrar un cielo azul que me acompañará ya en toda la jornada.


Aún así, hace mucho frío. El sol está saliendo por la vertiente de Baigorri y voy siempre a la sombra.


Corono Izpegi con un sol de cara muy molesto porque aún se encuentra muy bajo. El valle al que me dirijo también está cubierto por la niebla baja, así que abro el bolsillito que llevo bajo el sillín para sacar el chubasquero para el descenso. ¡Oh, no! ¡Me lo he dejado en el coche! El viernes quedó completamente empapado y lo dejé secando en el asiento del copiloto. Seguirá allí. Con el frío que hace me venía muy bien como capa extra para los descensos.


Los ocho kilómetros de descenso hasta Baigorri me dejan a orillas del río Nive des Aldudes con una tiritona como las de las mejores ocasiones, de pleno invierno.


Menos mal que la subida a Munhoa es de esas que te mantienen siempre por encima de la doble cifra y que suben la temperatura corporal de golpe. Si por algo he diseñado esta etapa, es por estas pedazo rampas que me permiten conseguir acumulado rápido sin tener que hacer demasiados kilómetros.


Metido en una rampa del 18%, justo en pleno esfuerzo, coincido con un camión cisterna que pasa por los baserris recogiendo la leche. No cabemos los dos y se tiene que aguantar tras de mí unos cuantos metros hasta que se detiene junto a unos tanques.


Son pocos los descansos pero muy acentuados, lo que hace que esta vertiente sea muy llevadera.


Ya llevo un buen rato y el sol empieza a calentar, pero no mucho. Las zonas de sombra siguen siendo muy frías.


Una vez que se dejan atrás los caseríos, se entra en una zona de pasto de un verde ácido escandaloso. Hay rebaños por todas partes.


Las nieblas de los valles ya son muy pequeñas, casi inapreciables. Lo que tengo claro es que hoy no me mojo.


La llegada al col d´Ahartza es una toma de aliento, con un kilómetro de descanso antes de afrontar los últimos tres de subida.


En esta parte final repleta de praderas, me encuentro con un par de corredores de montaña. A pesar de un par de rampas al 10%, esta última parte de la subida es bastante cómoda, aunque con algo de grava en el piso.


Tomo hacia la izquierda en el col d´Urdanzia para coronar Munhoa en pleno camino de bajada hacia Arnéguy. Este puerto de Munhoa es una chulada.


La bajada no es tan fría como me esperaba pero llego a Arnéguy muy frío. Me preocupa mucho lo que acontecerá a partir de mediodía cuando la temperatura y mis fuerzas empiecen a bajar.


Empiezo a subir la terrible vertiente de Beillurti con su primer kilómetro al 17% de media con la duda de si podré con estos porcentajes porque hace tiempo que no me enfrento a estos números. Metido en faena, otro camión cisterna aparece ante mí pero, en esta ocasión, se mantiene aparcado en un caserío.


Superado este primer kilómetro, me siento muy motivado. He subido con mucha soltura, con un pedaleo fácil y sin necesidad de ponerme en pie demasiadas veces. Las que lo he hecho ha sido más por relajar la espalda que por notarme exigido.


Es la segunda vez que subo por aquí. La otra la hice con Fernando en un Iparralde Total y no pudimos ver nada por culpa de la niebla, muy espesa hasta la cima de Arnostegi.


Tal es la pendiente que voy ganando altitud con una velocidad asombrosa y sin apenas distancia recorrida. Solo son siete kilómetros de subida pero no se baja de la doble cifra en ningún momento y sin ningún descanso.


Los rebaños andan a sus anchas y se pegan un buen festín con semejante verdura fresca. Tanta lluvia hace que estas tierras, ya verdes de por sí, sean un escándalo.


Empiezo a vislumbrar a lo lejos la nieve del Pirineo y, a pesar de estar bajo el sol de mayo, el aire refresca y no termina de calentar demasiado.


Enlazo Beillurti con la subida que viene de Donibane Garazi rumbo a Arnostegi y los peregrinos forman una caravana increíble.


Tal es así que hay algún que otro salchichauto vendiendo queso de la zona y otras cosas para llevarse a la boca.


Llegando a Arnostegi me cruzo con un despistado en bicicleta de montaña con tantas alforjas que casi la tapan. Es uno de tantos que van con la bici por detrás de los peregrinos que van a pie sin saber que el paso que hacen ellos no es ciclable y que en bicicleta se debe ir por Ibañeta. También tienen la opción de atravesar por Azpegi pero, por no liarle mucho y que se pierda por Orbaitzeta, le envío por el camino que baja a Arnéguy


Aprovecho la llegada a Arnostegi para pimplarme el pedazo bocata de Nocilla que llevo en el maillot. Aunque el pan está un poco seco porque compré la barra ayer por la tarde en Elizondo, me entra de maravilla.


En el descenso me encuentro una estampa poco habitual, con cinco ciclistas de carretera subiendo con mayoría femenina con las que me cruzo en el tramo de subida que hay antes de llegar al desvío de Azpegi.


Retomo la bajada y, esta vez, ya no paso frío. Estamos entrando en el mediodía y la temperatura ha subido mucho.


Llego al desvío de Arthaburu y me quito las mallas finas que llevo sobre el culot. Este es uno de los momentos que más temía, ya que la chaqueta de invierno puede ser un motivo de deshidratación en las duras rampas que se avecinan.


Las rampas se suceden pero haber subido antes Munhoa y Beillurti hace que estas parezcan casi como de juguete.


Como me temía, empieza a hacer calor y voy buscando los pocos espacios de sombra para bajar un poco la sensación térmica.


La tranquilidad es total por estos caminos. Solo me cruzo con algún que otro pastor, que siempre van en unas furgonetillas pequeñas tipo Citröen.


Van cayendo los kilómetros y se van sucediendo los recuerdos de momentos pasados en este puerto. Algunos, como mi primer intento de transpirenaica, serán muy difíciles de olvidar.


Apenas me he encontrado gravilla en toda la subida, como suele ser tan habitual por estos caminos. 


Ya se me empieza a hacer larga la subida cuando aparece Arthaburu y su rampa final, la más dura de toda la susodicha.


Pero parece que toda marcha en orden y supero la rampa con bastante soltura. Luego la cosa se suaviza hasta llegar al desvío de Errozate.


Toca descenso y un enorme temor por el frío que puedo pasar en los próximos descensos. Estamos en el punto central del día y tampoco calienta demasiado.


Como en todas las rutas duras, siempre tiene que haber un momento de duda y el camino hacia el Surzai, con ese tramo pestoso de subes y bajas, es mi punto crítico. Me he quedado sin agua y me vienen pensamientos de acotar la etapa por Burdinkurutzeta que tengo que desterrar como buenamente puedo.


Llego a Iratiko Etxola pero el bar está cerrado y no puedo coger agua en los baños, así que me tengo que ir hacia el arroyo para llenar el bidón. Por suerte, baja agua a raudales y se ve muy limpia. Aprovecho para descansar un buen rato comiendo algo más de lo que llevo. El bocata ya me lo he terminado pero me quedan algunos kit-kat y una chocolatinas con caramelo y cacahuetes que son una bomba calórica.


Comer y beber me sirve para reponer el ánimo y me pongo en marcha para terminar de coronar Irati/Bagargi por esta vertiente corta.


Apenas coincido con nadie. Algún paseante suelto, algún caballo, alguna que otra vaca, ...


Hasta que corono Bagargi y coincido con otros dos ciclistas que llegan por la vertiente de Larrau y que se van por el paso de Ahusky.


En el descenso no paso nada de frío. Son las tres de la tarde y hace calorcillo, lo suficiente como para disfrutar de la bajada con la vista puesta en un Orhi nevado que deja un paisaje excepcional.


Poco antes de llegar a Larrau, tomo el desvío de Bostmendieta. El día que hice este puerto con Fernando apenas hice fotos y me apetecía recordarlo.


Y el caso es que me sorprende lo guapo que es y lo poco que lo recordaba. La subida no tiene nada que ver con las anteriores, ya que es mucho más cómoda. La dureza de la etapa en forma de rampas ya la he pasado y ahora llega en forma de acumulado. Ya se empieza a notar bastante el desnivel que llevo en las piernas.


El fuerte calor de este momento me obliga a ir buscando cada sombra. La chaqueta sobra en esta subida y me voy deshidratando bastante, hasta el punto de quedarme sin agua a media subida.


Las estampas que se producen, con esas verdes praderas adornadas con los picos nevados, son colosales.


Me acerco a la parte final y van apareciendo algunos raíles de esos que cruzan la vía para desagüe. Son bastante anchos pero los recordaba mucho más incómodos.


Un par de rampas de cierta entidad dan por finalizada esta ascensión a Bostmendieta, la más tranquila del día, sin ningún sobresalto.


El descenso me lo tomo con calma por el recuerdo de un pinchazo bajando la otra vez que estuve por aquí. Aún así, creo que han tapado algún que otro raíl porque no me molestan tanto como yo recordaba. De hecho, llego a Alcay sin muchas molestias.


Hace rato que no tengo agua y hace mucho calor a estas horas. Como de costumbre, no hay quien encuentre una fuente en Iparralde. Pero veo a un grupo de chavales con sus motos de trial en la puerta de una casa y me acerco a pedirles agua. Me ofrecen una cerveza helada pero no es plan y terminan sacando una botella de litro y medio de agua de la nevera que entra que te cagas. Relleno el bidón hasta arriba para afrontar Ahusky por esta vertiente mucho más suave que las de Mendive.


Ya de inicio noto que voy justito, con los brazos empapados de sudor. El aire es favorable y hace calor, con lo que apenas hay respiro al no haber sombras en la carretera.


Son algo más de diez kilómetros de subida y decido tomármelos con calma. En cuanto encuentro una sombra me paro en ella para engullir todo el avituallamiento que me resta, incluída una glucosa que me he traído por si me daba un bajón.


Yo no sé qué leches les meten a esas glucosas que me pega un chute y empiezo a dar pedales sin ton ni son. Los kilómetros empiezan a caer más rápido y la cercanía del puerto me devuelve los ánimos que había perdido.


Alcanzo el col de Letxarria y el terreno favorable que le sigue termina de subirme la moral hasta los topes. Ya no queda nada para disfrutar de unos cuantos kilómetros de bajada.


La tarde empieza a caer y el sol se cubre un poco. La temperatura baja muy de golpe, algo que me temía desde primera hora de la mañana.


Llego al poblado de Ahusky y los dos kilómetros hasta el col los voy disfrutando muchísimo, con unas vistas tremendas de Irati hacia la izquierda.


La bajada de Ahusky no es tan fría como pensaba pero llego a Donibane Garazi muy destemplado. Apenas hay que dar pedales en veinte kilómetros y hace poco estaba sudando en un charco.


Relleno el bidón en la fuente que hay en los baños públicos y me dispongo a pedalear hasta Baigorri con el pensamiento puesto en el último descenso. Voy tocado de fuerzas pero con las suficientes como para hacer Izpegi. Lo que más me preocupa es el frío que voy a chupar hasta Elizondo.


Entro en Baigorri y una pizzería llama mi atención. Es un pequeño local situado en una lonja y, como ya no me queda comida, decido entrar a comer algo, más por aportar calorías para el descenso que por otro motivo. Pero no venden porciones, solo hay pizzas completas y me limito a tomarme una lata de cocacola.


Con poca luz, corono Izpegi. Hace un frío de cojones y no tengo chubasquero para ponerme de protección, así que ya sé lo que toca. Son unos catorce kilómetros de descenso hasta el coche en los que tendré que apretar los dientes.


Llego a Elizondo temblando y, como suele suceder en estos casos, con ganas de vomitar por el frío que se coge en el estómago. Miro el desnivel del GPS y los cálculos han sido correctos, con 6.037m de desnivel positivo acumulado en 200km clavados. Estoy muy contento a pesar de estar hecho polvo, nada que ver con cómo terminé los 5.000 hace tres semanas. La moral por las nubes...

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1 Comentarios

  1. Que bestia!!! jajajajaja....
    Yo veo esas campas verdes...y solo pienso en correr por ahi.....que guapa es esa zona......

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