IV. Ruta por las ferrerías, molinos y torres de la cuenca del río Barbadún

Hoy tengo un plan curioso, una marcha de montaña que no es muy de montaña que digamos, carente de desniveles reseñables. Se trata de una ruta de senderismo con trasfondo cultural organizada por el Museo de las Encartaciones y que cubre una distancia de casi 27km siguiendo el curso del río Barbadún desde Muskiz hasta la Casa de Juntas de Avellaneda, en Sopuerta, con la Vía Verde de los Montes de Hierro como trazado a seguir en su mayor parte.



Llego a Muskiz en el tren de Cercanías de Renfe, poco antes de la salida de las 09:00, a tiempo de coger un folleto sobre la ruta y la pulsera acreditativa. La marcha se inicia con puntualidad y salimos por una callejuela que hay por detrás de la iglesia de San Juan.


Cruzamos Muskiz por un caminito muy estrecho en el que tenemos que ir en fila india los 400 participantes que nos hemos animado a participar en el paseo. Tras cruzar el río Barbadún, aparecemos en Santelices, en el inicio de la subida a Peñas Negras.


Este tramo me lo conozco de maravilla y, después de adelantar al grueso de la marcha, me pongo un ritmo majo para no tardar demasiado. He visto en Internet que dan lluvia para el mediodía y espero no mojarme.


Me da vergüenza ponerme a correr en una marcha tan liviana porque llegaría a meta demasiado pronto y tampoco es plan. Nos metemos por la Vía Verde de Galdames, una pista perfecta para la carrera, y no termino de animarme.


Por delante veo a un compañero de marcha que lleva un ritmo muy bueno y, pasada la mitad de esta pista, me adelantan dos o tres parejas a trote muy suave. Estoy por arrancar a correr pero tenía decidido no hacerlo hasta el paso del avituallamiento del kilómetro seis.


Apenas hemos subido un poco sobre la carretera de Sopuerta y casi es la subida más intensa de la jornada. Es una marcha muy liviana, para todos los públicos.


Llega un momento en el que nos salimos de la pista para bajar hasta el río a la altura de la Ferrería El Pobal, donde está situado el primer avituallamiento. La bajada pone al trote al chico que llevo por delante y no puedo evitar trotar yo también hasta el pequeño puente sobre el río.


Llego a la ferrería y, antes de coger el avituallamiento, me meto dentro para ver un poco cómo funcionaba.


Han encendido los fuegos y tienen abierta la zona de museo donde paso un buen rato tirando fotos y observando los aparejos.


Cuando llego a la zona de papeo, me ofrecen un plátano y la posibilidad de elegir un botellín de agua o una lata de refresco. Los voluntarios son muy majos y muy atentos.


Me cojo un botellín de agua que me servirá para llegar hasta el segundo avituallamiento, a donde tengo pensado llegar corriendo. Está bien ir andando pero, a estas alturas, me divierte mucho más ir corriendo.


El tramo que va bordeando el río es una preciosidad. Un sendero estrecho da paso a una pista más amplia sin apenas desniveles pasando por las ruinas de la ferrería-molino de La Olla (S XVIII). El GPS con el track de la ruta me salva en un par de puntos confusos. Hay marcas de pintura pero son más bien escasas.


El final del camino coincide con la ferrería-molino de Valdivián (S.XV). Me encuentro con otro compañero de ruta y, junto a otro más que se nos une, llegamos al cruce de la carretera.


Al pasar al otro lado, camino de La Linde, me uno a una parejita que va corriendo y hacemos juntos la subida por el camino que lleva la Vía Verde al inicio y, después del barrio de El Castaño en Sopuerta, por la carretera por la que se sube en bici hasta los Hornos de Calcinación.


El segundo avituallamiento está situado en una pequeña carpa pasados los hornos. Nos dan una botella de Gatorade y un par de chocolates tipo Toblerone muy ricos.


Van llegando compis de marcha y decido seguir por los Hornos de Calcinación. Al parecer, el camino de subida era una pista de tierra que pasa por ellos y el de bajada era la carretera, al revés de lo que yo voy a hacer.


Me entretengo un rato sacando algunas fotos de los hornos, con sus dos imponentes chimeneas.


El descenso hasta el cruce lo hago caminando porque me voy encontrando a toda la marcha que viene de frente y porque está lleno de charcos y con algo de barro.


De nuevo en el cruce, me toca volver a enganchar con la Vía Verde y no dejarla hasta la estación de tren de Traslaviña.


Sopuerta va quedando ahí atrás y, con el botellín de Gatorade en la mano, es hora de empezar a trotar sin parar.


Hace años que tenía ganas de hacer esta ruta y no terminaba de ponerme con ella. Mira por dónde, hoy es el día de recorrer esta vía y no lo voy a hacer en bicicleta.


La pista es una gozada para ir trotando por ella. Hay una temperatura ideal para pasar la mañana y, si no me entretengo demasiado, puede que no me moje.


La vía va mejorando a cada paso que doy. Un camino estrecho se adentra entre rocas y me imagino lo que sería pasar por aquí en ferrocarril.


A cada kilómetro, un poema adorna la marcha y la hace más entretenida. Muy curiosos estos mojones.


Llegamos a la zona de túneles, la parte más espectacular. Carecen de iluminación y, en el más largo de todos, hay que pasar con cuidado porque vienen muchos ciclistas de frente.


Empiezo a ver por debajo la carretera del puerto de Humaran, tantas veces recorrido en bicicleta. La perspectiva es nueva para mí y eso me agrada.


La vía apenas sube y la carretera lo va haciendo progresivamente, lo que conlleva a su intersección.


Un pequeño túnel bajo la carretera me deja en el otro lado, ya camino de la estación de ferrocarril de Traslaviña.


La estación marca el punto final de la vía y tomo una pista que se adentra en el bosque por la izquierda.


Al abrigo de los árboles me caen unas gotitas. A pesar de que este tramo sea en subida, avivo un poco el ritmo para llegar pronto al Museo de Las Encartaciones.


Los espacios cerrados de la vía dan paso a otros más amplios, donde las campas y praderas toman relevancia.


Es cuando llego a Beci, otro de esos lugares que tantas y tantas veces he atravesado en bicicleta.


El punto de más altitud de la ruta da lugar a un pequeño descenso por una pista cementada en perfectas condiciones, donde me topo con unas amazonas a lomos de sus monturas.


Magnífico lugar para ir a la carrera. A mi derecha queda el Kolitza y la subida a La Herbosa.


A eso de las 13:00, llego a Avellaneda y me encuentro con la parejita que dejé en el segundo avituallamiento y que debieron bajar por el mismo sitio que subimos.


Una chica voluntaria sale a mi encuentro y me lleva a donde está situado el avituallamiento y me ofrece un txoripan y un plátano. Ahí nos quedamos charlando un rato los que estamos y los que van llegando.


Junto con el avituallamiento, nos dan de regalo una braga de la marca Buff con membrana Windstopper® con un diseño personalizado de la Casa de Juntas. Para ser una marcha gratuita, el regalo es una pasada, mucho mejor que la que tengo yo para la bici. Nos quedamos todos alucinados por el detalle.


Hemos llegado tan pronto que queda casi una hora para que lleguen los autobuses que nos tienen que devolver a Muskiz. Me lo pienso y, como allí también tengo que coger un tren para ir a Bilbao, decido bajar corriendo hasta Zalla y hacerlo allí. De esta forma, antes de que lleguen ellos a Muskiz, yo ya estoy en casa. Con todo ello, me salen 35km pero solo 600m de desnivel, lo que indica claramente la suavidad de este recorrido.

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