Así no se puede

Primera etapa de las cinco que tengo planeadas por Cantabria para estos días libres de Carnavales. No hace buen tiempo para estar tantos días de tirado en el coche y no estoy demasiado convencido y, por si acaso me rajo, no me voy demasiado lejos de casa. En Laredo, parto rumbo al alto de Candina para seguir subiendo hasta Seña.




Nada más salir, estando el piso mojado por culpa de la lluvia nocturna que ha estado cayendo hasta hace unos minutos, el paso de un par de camiones y de unos cuantos coches me dejan con la ropa medio embarrada.




Dejo atrás la rotonda de acceso a la A-8 y el tráfico desaparece por completo. A buenas horas porque ya llevo la bicicleta completamente llena de mierda. Incluso noto cómo rasca un poco el cambio de la cantidad de barrillo que se me ha metido por la cadena.




Sigo con la cómoda subida hasta obtener unas vistas muy majas de la bahía de Laredo. Para hoy no había previsión de lluvia pero no acabo de tenerlas todas conmigo porque el cielo está muy encapotado.




Tras otro par de curvas más, completando una bonita subida aunque sea tan modesta, se accede a la localidad de Seña. Se pasa el pequeño núcleo hasta empalmar con la carretera de las otras dos vertientes: Limpias y Liendo.




Yo tomo la derecha para dejarme caer a Limpias y la bajada me muestra la cruda realidad: hace un frío húmedo que te corta la cara en las bajadas. Llego a orillas del Asón con una capa de rocío helador sobre la ropa y con unas ganas locas de empezar a subir de nuevo.



Un par de kilómetros llanos me llevan hasta Ampuero, desde donde tomo el camino de La Aparecida para subir a Campo El Hayal.




Nunca me ha gustado demasiado este puerto. La media docena de kilómetros con que cuenta son bastante sosos, con un inicio con carril de paseantes por la derecha hasta llegar a La Aparecida.



Lo mejor es el rato que paso observando las nieblas matinales que hay hacia las montañas. Muy a lo lejos, incluso se ve algo de nieve en las montañas más altas.



Sin más, llego a la altura del santuario. Tengo la comida bien racionada para toda la etapa y aquí, en el mirador, cae el primer plátano del día.





Los verdes valles del oriente cántabro son espectaculares y más aún repletos de nieblas mañaneras marcando el curso de los ríos.




Una vez dejado atrás el santuario, viene el tramo más chulo de esta subida. La carretera deja de tener señalización horizontal y el trazado curvea algo más.





La segunda subida del día termina sin más historia y me tiro para San Pantaleón de Ares para darle a Fuente Las Varas, mucho más atractiva.



El descenso de Campo El Hayal, con la carretera mojada y el ambiente muy húmedo, me hace pasar mucho fresco en la cara. La ropa que llevo es muy buena y no tengo nada de frío en el cuerpo pero se siente que está ahí. Apenas se puede uno detener un instante para echar un meo sin que se te congele el nabo.



Al contrario que Campo El Hayal, Fuente Las Varas es una subida bien maja. Aunque no tanto como antes. Han arreglado la carretera y se ha ensanchado bastante y ya no es lo mismo. Se agradece que el asfalto sea de estos negros con líneas blancas que parecen salidos de un Scalextric pero esta vertiente ha perdido cierto encanto.




Nada más empezar a subir en Llueva, las vistas del valle que dejamos atrás son espectaculares, con una profundidad muy grande.





En el inicio, se suceden las curvas. Me viene el recuerdo de la primera vez que subí por aquí y de lo durísimo que se me hizo este mísero 6%. Fue una de primeras incursiones en Cantabria cuando empezaba en esto de dar pedales por los puertos.





La segunda parte de esta subida, también de media docena de kilómetros de longitud, es menos revirada y se suceden tramos de recta más amplios.




Cuando ya estoy próximo al cambio de valle, la niebla hace acto de presencia aunque de forma muy sutil. Eso sí, se nota la bajada de temperatura y es que la zona de Matienzo es un auténtico frigorífico.





Llego a Matienzo con ganas de empezar a subir el coqueto Cruz Usaño, el pequeño puerto que me llevará al valle de Arredondo.




La carretera sigue estando húmeda pero se ve que pronto se abrirá algún claro y asomará el sol. De todas formas, sigue haciendo un frío tremendo.




Tan solo cuatro kilómetros de subida al 5% no terminan de hacer que entre en calor. El paisaje está muy bien pero la jornada empieza a hacerse bastante desagradable.




Corono Cruz Usaño con muy pocas ganas de bajar a Riba. Me entretengo un rato comiendo una barrita del Carrefour y me pongo el buff a lo bandolero del oeste para que no me entre aire por ninguna parte.



Ya en la carretera de Arredondo, tiro unos kilómetros en dirección a Ramales de la Victoria hasta encontrar el inicio de la subida a Alcomba.



Este puerto es de lo poco nuevo que me queda por conocer del oriente cántabro. Son siete kilómetros al 6% de media que lo convierten en una muy buena piedra de toque.





El trazado inicial es muy revirado y se hace muy entretenido. Además, las cumbres nevadas de la montaña cercana permiten disfrutar de una belleza sin igual.




Se atraviesan un par de núcleos rurales en los que el aroma a vaca suelta de vejiga es lo más destacable. Ya llevo unas cuantas subidas y el ritmo es mejor de lo que pensaba que iba a ser a estas alturas de preparación.





A medida que voy subiendo, parece que el sol va a terminar de hacer acto de presencia de una santa vez. Pero nada, ha sido solo una ilusión.





La parte final de la subida es muy chula, con una carretera estrecha curveando entre la roca y los verdes prados adornándola.





Desde luego, se trata de un puerto precioso, de esos que no esperas que sean tan bellos y que te sorprenden muy gratamente.





Con una pendiente más o menos constante desde el inicio, la parte final va suavizando poco a poco hasta llegar a un collado sobre Alcomba.







Desde allí, la subida nos regala unas vistas magníficas, todo un descubrimiento. Hay un camión en la cima junto a un par de tractores y pregunto a los paisanos por la otra vertiente. Parece que la carretera continúa y que desciende hacia la zona de Ramales de la Victoria y me lo confirman. Para otra ocasión, puede ser un puerto de paso muy a tener en cuenta a la hora de diseñar otro recorrido por estas tierras.




De nuevo toca la cruz de toda la jornada: descender y chuparme el frío en toda la jeta. Así llego a Arredondo y, parece mentira, con ganas de empezar a subir de nuevo.



Ya son innumerables las ocasiones en las que subo Alisas y casi me lo conozco de memoria. Aún así, siempre es una delicia de puerto.





A la parte inicial que discurre entre árboles, le sigue una segunda mucho más aérea y mucho más interesante, con unas vistas magnificas de la vecina subida al Collao Espina.





Una última paella me enfila para la cima de este puerto. Sus nueve kilómetros al 6% no son mayor problema pero la temperatura está empezando a bajar de golpe y ya no me apetece demasiado seguir chupando frío. La bajada va a ser mortal, ya lo veo.





Corono con el ánimo de aquel que sabe que las va a pasar muy putas durante un buen rato. La tarde va cayendo y ya no tiene remedio.




Llego a La Cavada con la cara congelada y con los ojos llorosos. Mi siguiente objetivo son las Tetas de Liérganes y me meto por el camino que lleva a Rucandio.



Pero, tras un kilómetro y pico de subida, me encuentro con que la carretera termina cuando ya tengo las Tetas a tiro de piedra. Me tengo que dar la vuelta y regresar hasta el cruce de La Cavada.




Cuando llego a La Cavada decido dejar las Tetas de Liérganes y Peña Cabarga para otra ocasión. Ha bajado mucho la temperatura, me quedan aún muchos kilómetros de etapa y puede ser muy fuerte pedalear en la noche. Prefiero intentar llegar a Laredo aún de día.



Camino de Riaño, voy celebrando el atajo que he tomado porque el aire es gélido y corta la cara. Con ésta, voy a pasar por la tercera vertiente de Fuente Las Varas en una misma jornada.




La carretera es perfecta para la práctica del cicloturismo. Hay momentos en los que se encuentra un poco estropeada pero no pasa ni un coche por estos lares y el paisaje es precioso.



Conecto con la carretera de Solórzano a unos pocos kilómetros de coronar Fuente Las Varas y continúo para arriba por ella. Las vistas desde aquí empiezan a ser increíbles.





A poco de dar matarile a la subida, me desvío a la izquierda por una pista asfaltada que lleva al radar de Garmellana. La primera rampa es lo más fuerte que me he topado en toda la etapa y me hace apretar bien el culo.




Por suerte, esta parte va a escalones y, a cada dura rampa, le sucede un buen descanso. Con la bola del radar ya a la vista, queda una rampa final de doble cifra.




Preciosa esta subida y muy completa si la tomamos desde Riaño. Aunque solo sean media docena de kilómetros y la media final no sea gran cosa, se hace muy entretenida y el paisaje es magnífico.





Ya solo me queda bajar hasta Laredo. La pista del radar de Garmellana empalma justo en la cima del puerto de Campo La Cruz y ya es buena carretera hasta el final.





Este tramo también es precioso pero el frío ya es insoportable y no lo disfruto nada de nada. Tengo unas ganas terribles de llegar al coche. A orillas del río el ambiente es helador.




La vuelta ha sido muy completa. Han sido ocho o nueve subidas y las habido de todos los tipos, pero no me apetece quedarme más días. No me imagino el frío que puede hacer en el coche por la noche y, según me ha dicho Amaia, ahora dan lluvia para el domingo y más bajada de temperatura a partir del lunes. Así no, así no se puede. Esto lo tengo demasiado cerca de casa como para quedarme a sufrir gratuitamente. En poco más de media hora puedo estar en casa disfrutando de una buena ducha caliente.

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