Mi maratón independiente

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Llevo un tiempo queriendo hacer un maratón para saber de primera mano lo que se siente corriendo 42´195km del tirón pero me parece absurdo apuntarse a uno oficial y pagar un pastón por participar. Ya pude ver en directo la mierda de maratón nocturno que hicieron en Bilbao así que, como solo estoy interesado en la experiencia y me la traen al pairo los chips, las marcas, los aplausos, los trofeos, y todas las bobadas esas para sentirse corredor profesional por un día, me marco una independiente con un recorrido lo suficientemente atractivo como para que sea un aliciente y no un suplicio añadido.

La ruta que elijo va desde casa hasta Plentzia por todos los acantilados y así, con unas vistas espectaculares, me aseguro de que el recorrido no vaya a ser excusa. También planifico una jornada conjunta con Amaia para tenerla de apoyo en los kilómetros finales y, lo más importante, para obligarme a llegar a Plentzia y no darme la vuelta antes.

La preparación no es que haya sido escasa, es que ha sido inexistente. Tres días a primeros de año con 10km, 7km y 4km cada uno no es lo que recomienda la peña. En el último mes y medio solo he hecho 8km de trote borriquero el pasado domingo, lo que supone todo un desafío para mis piernas.

Con este desolador panorama preparatorio, la noche la paso pensando en la jugada y, en vez de ir con un bidón en las manos, se me ocurre cargar con mochila para llevar el depósito de isotónico de dos litros a la espalda y poder mantenerme perfectamente hidratado en todo momento. Como tendremos que regresar en el metro, también llevo una sudadera para la vuelta, además del gps con la ruta marcada por los senderos del tramo final y con la cámara de fotos para ir entretenido.

A las 7:45 salgo de casa. Está amaneciendo y hace un poco de fresquillo, pero corriendo nunca se pasa frío. Yendo en solitario, acojona un poco el hecho de pensar la burrada de kilómetros que hay por delante. El mp3 con música bien cañera cumple sobradamente la función de entretenimiento en los primeros kilómetros.



La primera decena de kilómetros discurre por la orilla de la ría y me entretengo observando a los numerosos cicloturistas que van hacia Getxo. No suelo fijarme en sus bicis pero, en esta ocasión, es algo que me permite no pensar en la carrera a pie. Por delante, a unos 50m de distancia, llevo a otro corredor desde que salí de Deusto y, como llevamos un ritmo similar, también lo utilizo de ayuda moral.



Getxo me recibe en el km.15 con los primeros rayos de un tímido sol y puedo ver que la torre derecha del Puente Colgante ya está andamiada para que le den una manita de color. El corredor que me precedía se ha dado media vuelta a la altura de la gasolinera de Leioa, así que terminará haciéndose un medio maratón si regresa corriendo a Deusto.



A estas alturas, ya estoy un poquito hasta los huevos de correr y es aquí donde se confirma lo acertado que es el diseño de la ruta de mi maratón independiente. No me apetece una mierda seguir corriendo pero sí que me motiva mogollón disfrutar de los acantilados en un día nublado de invierno como el de hoy.



Llego al puerto deportivo corriendo acompañado por los paseantes y cicloturistas que frecuentan el carril bici de la playa. Se me está acabando el llano.



Llegando al puerto de Algorta ya se empiezan a oir las olas rompiendo. Lo hacen con fuerza, así que podré disfrutar del sonido en los acantilados. Con 18km ya en las piernas, ahora empieza lo mejor de la ruta.



El ascenso a la zona alta de Algorta lo hago por las escaleras del puerto que, si las sigues, terminan empalmando con un sendero que lleva a un mirador sobre El Abra. Es una parte exigente para las piernas pero la pendiente se lleva bien.




Justo en la mitad de la subidilla, hay una fuente que me viene de cine para echar un trago largo sin el dulzor del isotónico. Aprovecho para echar una mirada hacia atrás y apreciar el superpuerto a los pies del Serantes.




El mirador dispone de un pequeño parque infantil. Lo dejo a un lado para callejear un tramo por Algorta hasta llegar a la base de Aixerrota.




Un pequeño sendero me deja en la base del molino de Aixerrota, desde donde ya continúo por el paseo de Punta Galea. Las vistas desde aquí son amplísimas. Se aprecia perfectamente toda la bocana de la ría y parte de la costa cántabra, aunque por allí se acercan las nubes cargaditas de agua que suponen una amenaza para lo que me resta de jonada.




Tras un ligero ascenso, viene una bajadita muy cómoda hasta la zona del campo de golf. Son numerosos los beteteros con los que me cruzo en este tramo, que está perfecto para la bici.



A punto de cumplir el medio maratón, empiezo a disfrutar de los acantilados. Esta zona de la costa vizcaína me parece preciosa.



Continúo por la senda embaldosada, con muchos caminantes por ella, hasta llegar a la altura de la playa de Azkorri. Ya llevo la mitad de recorrido, cumplido el medio maratón, y el tiempo transcurrido me parece una pasada.




Me encuentro estupendamente, llevo un ritmo crucero muy majo y estoy muy entretenido. Ha sido todo un acierto venir con el pulsómetro y guiarme por él para fijar un ritmo constante. Las 150 pulsaciones por minuto son la medida que me está yendo bien y, cuando veo que me embalo y se acercan a las 160, aflojo un poquito, que todavía queda mucho.




El terreno de costa es un contínuo sube y baja. A cada pequeño alto le sucede una bajada hacia la siguiente playa. La de Barinatxe, también llamada "la salvaje" por su tradición nudista, aparece la siguiente de la lista. Se entra, en este momento, en el municipio de Sopelana.



El búnker de Azkorri, uno de los restos que quedan de la guerra civil, adorna este alto. Aprovecho el abrigo de sus paredes para echar una meadita.



El descenso hacia Sopelana, con el núcleo urbano bien visible, esconde unas cuantas trampas en forma de escaleras.




Está chulísima la playa desierta y con este fuerte oleaje. Dan ganas de bajar y sentarse en la arena a escuchar cómo rompen las olas.



Un verde estupendo adorna el siguiente alto, entre "La Salvaje" y la playa de Arrietara, la de Sopelana de toda la vida.




La salida de Arrietara esconde una trampa morrocotuda. Una durísima rampa en la que me adelanta un betetero retorciéndose al máximo. Aprovecho para subir la mitad andando mientras llamo por teléfono a Amaia. Llevo 28km y ella ya lleva un rato corriendo por Plentzia. Quedamos en que la llamaré de nuevo cuando esté en Barrika para que se acerque a la zona por la que bajaré yo y, de esta manera, seguir corriendo juntos.




La rampa continúa hasta acceder a la carretera que lleva al núcleo urbano de Sopelana pero yo, en mi afán de seguir bordeando la costa por los acantilados hasta llegar a Barrika, la abandono por un sendero que sale hacia la derecha y que convierte este tramo en el más duro de la jornada, con varias ascensiones montañeras no muy habituales en los maratones tradicionales.



Se ve que la marea está alta porque la playa de Sopelana, siendo la más larga de toda la zona, aparece dividida en pequeñas calas que se van sucediendo. También destaca la poca arena que hay en todas ellas.





La vista de toda la playa de Arrietara, desde su extremo más oriental, es espectacular. El oleaje es tremendo y se convierte en un deleite visual.




Llevo más de 30km en las patas y ni un atisbo de cansancio a pesar de lo ondulado del recorrido en estos últimos kilómetros. El entorno es tan maravilloso que ni me acuerdo de pensar en el esfuerzo.







El sendero se estrecha notablemente. Como me entre una flojera de piernas en este tramo... ¡me voy para abajo! Aparece frente a mí la pequeña playita de Meñakoz. Se trata de una pequeña cala rocosa frecuentada por nudistas y que está sin acondicionar, lo que hace que esté muy poco poblada en verano.







La subida desde Meñakoz encierra otro subidón tremendo. El sendero atraviesa una trialera en la que tengo que ponerme a andar durante unos pocos metros por culpa de la pendiente elevada y de un par de moteros que andan haciendo el cabra por ahí.



El sendero, en la parte alta, gira un poco hacia el interior y me deja sin las vistas de la playa de Barrika. Se pone a llover suavemente en este momento y algún que otro charco embarrado se interpone en mi camino. Estoy en un terreno más propio de botas que de zapas, aunque se puede correr estupendamente.



En el alto, a donde llego con las pulsaciones por encima de 160, tengo la primera visión del núcleo urbano de Barrika, todo un soplo de moral para mí.



Finalizo el sendero para acceder de nuevo al asfalto del aparcamiento de la playa de Barrika, donde solo hay un par de furgos de surferos y algún que otro coche.




Una carreterita tiene comienzo por aquí y bordea las primeras casas de Barrika por la parte de atrás. Fiel a mi idea de seguir lo más pegado posible a los acantilados, continúo por ella.




De nuevo por un senderito estrecho, pegado al mismo borde de la montaña, diviso por primera vez la bahía de Plencia.




Ahora llueve algo más y me encanta. Disfruto muchísimo del paisaje del mar enbravecido y el sirimiri calándome hasta los huesos. Las olas golpeando en las cavidades de la roca de la pequeña playa de Muriola, también llamada La Cantera, son un estímulo increíble para un animal cantábrico como yo. Así no me puedo cansar de correr. Si ni siquiera pienso que voy corriendo.




Desciendo este nuevo altillo hasta el camino asfaltado que lleva a la playita de Muriola y, no lo puedo remediar, me acerco hasta ella para disfrutar del sonido del oleaje mientras doy la media vuelta.





Doy la media vuelta y me dirijo hacia Barrika para tomar un caminito que me tiene que llevar por el monte hacia el puerto de Plentzia pero... ¡está cortado! Una valla metálica me cierra el paso y tengo que cambiar el plan de los dos próximos kilómetros. A la altura del campo de fútbol de Barrika, con casi 36km recorridos, le llamo a Amaia para que se vaya acercando a la zona del metro. Solo son dos kilómetros de bajada por la carretera, así que enseguida estaré por allí.



En cuanto llego a la curva de acceso a Plentzia, veo a Amaia corriendo hacia mí. Llevo 37´8km en este momento y, en su compañía, sé que tengo la distancia a huevo. Nos damos un morreo y seguimos por el paseo que lleva al metro.




Ha sido llegar a Plentzia y se está intensificando la lluvia. Cruzamos el puente para dirigirnos hacia la playa y terminar en el muelle de Gorliz.



Mientras vamos por el paseo de la ría, voy comprobando la distancia que me marca el GPS. ¡¡39 km!! Ni en mis mejores sueños pensaba que iba a llegar a esta distancia con estas piernas. Comienzan a pesarme un poco pero lo achaco más a la dureza de los kilómetros que iban del 30 al 36 que a otra cosa.



¡¡40km!! No sé, como no me está costando mucho, no tengo la impresión de estar haciendo nada fuera de lo normal. Amaia alucina, jejeje.



Llegamos a la playa de Gorliz con 41km y ahora llueve con fuerza y el aire de cara se nos hace muy incómodo así que, como tenemos que volver andando hasta el metro, decidimos darnos media vuelta y terminar la distancia más cerca de la estación.





Voy con el GPS en la mano, comprobando la distancia. ¡¡42km!! En cuanto marque 200 metros más me paro y no doy un paso más. A la altura del embarcadero se cubre la distancia. ¡Hasta aquí! ¡Ni un metro más!



Estamos empapados, sobre todo Amaia, que yo llevo una sudadera seca en la mochila, así que nos metemos a tomar un café y un colacao calientes en una cafetería para hacer tiempo hasta que nos salga el metro. Ahora tenemos 45 minutos hasta casa. Por eso cancelamos esta historia el sábado pasado. Porque llovía a mares.

Ya he hecho un maratón, ya poseo la experiencia. ¡Pues vale!, que diría aquel.

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4 Comentarios

  1. En dos palabras IM PRESIONANTE.
    ¡ que acierto el recorrido!

    ENHORABUENA CAMPEON. ¿Que tal la experiencia, las patas, ...?

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  2. El recorrido es una pasada.

    Pues la experiencia... ni fú ni fá. No sé, creía que me iba a costar más y tampoco le doy mayor importancia. A mí correr no me supone demasiado esfuerzo. Cualquier salida larga con la bici me parece mucho más meritoria.

    Y las patas, muy sorprendido porque la preparación ha sido nula. El domingo anterior hice 8km y tuve un dolor increíble hasta el miércoles. Sin embargo esta vez, solo me molestaron las piernas el domingo, que me lo pasé tumbado en el sofá. El lunes a currar como si nada. Es algo que aún no me explico.

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  3. pero que makinon!!!! yo nunca habia visto nada igual, ni siquiera lo habia leido ,sin preparalo ni entrenar, ni nada, encima solo y lo mejor sin un ápice de sufrimiento como si nada....Espectacular maratoniano!!! jajajaja
    La cronica resulta como un paseo, guapisima la ruta!!!
    ZORIONAK TXAPELDUN!!!!

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  4. Gracias guapetona!! Si no fuera por tí...

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