ALPES: Duelo de colosos

Duermo a dos kilómetros de Jausiers con la intención de ascender La Bonette a primera hora de la mañana. Ayer decidí cambiar los planes de esta jornada y emprender la vuelta a la conclusión del coloso, dejando el bucle de Barcelonette para otra ocasión. La razón no es otra que la de no dejar una jornada tan solo con el Mont Ventoux y tener que viajar de día con el calor que empieza a hacer tan al sur.


A las 07:30 de la mañana, me pongo en marcha. La Bonette, el paso de montaña asfaltado más alto de Europa, como rezan los numerosos carteles que lo indican en toda la subida, es una auténtica romería. Coincido con grupos y grupos de cicloturistas que también tienen el mismo destino.







Son 24km que se me pasan a una velocidad de vértigo de lo entretenido que voy. Subida constante, con kilómetros seguidos al 7% y nunca demasiado exigente, apta para todos los públicos. Tal es así, que hasta veo a varios niños de unos 10 años con bici de carretera ventilándose al coloso.







Por fin, la zona sombría de primera hora de la mañana va dando lugar a un paisaje más abrupto.







Obviamente, un laguito no podía faltar en un puerto de esta embergadura.







Tampoco los refugios en la zona alta que, más que de montaña o de ganaderos, parecen asentamientos militares.







Y por fin, ahí está, La Cime de la Bonette. El paisaje es majestuoso y unos kilómetros prácticamente llanos facilitan el disfrute. Tan solo queda coronar rodeando la montaña por la rampa más dura de toda la ascensión.







El ambiente en la cima es de cicloturismo total. Hombres, mujeres, niños, ..., el amor de los franceses por esta afición es acojonante.





Echo un buen rato allí mismo charlando con un francés que habla un perfecto español. Acaban de estar en el Ariège y conocen también la costa cantábrica y algún que otro puerto de Iparralde. Otro me presenta a su hija al conocer mi procedencia, ya que es profesora de español en Lyon. La verdad es que mucho español no sabía, jejeje

Me despido y me voy para abajo. Me han avisado de que en Barcelonnette están de fiestas mejicanas dado el gran número de franceses de la localidad que emigraron a Mexico en su día por la falta de trabajo. Poco después, tengo el placer de divisar el Lac de Serre-Ponçon desde otro punto de vista.



Y camino de Bédoin, admiro un paraje sorprendente: las Gorges de la Méouge, con un montón de coches y autocaravanas apostados en la carretera que transita por el desfiladero y un montonazo más de gente bañándose en sus charcas y disfrutando de las cascadas que forma el río en este tramo.




Poco después, llego a Bédoin. La primera impresión es la misma que se tiene siempre cuando vas a afrontar una subida archifamosa y petada de ciclistas por todas partes. Un cosquilleo en el estómago previo a la salida indica que estás ansioso por comenzar a subir, en esta ocasión, el Mont Ventoux.



Nada más salir del casco urbano de Bédoin, el objetivo aparece en la distancia. La parte árida de la montaña genera la ilusión óptica de tratarse de una cumbre nevada, pero nada más lejos de la realidad. El agua en esta ascensión brilla por su ausencia.



Para el segundo kilómetro, aún sin empezar a subir realmente, ya me he bebido medio bidón a causa del calor que hace por aquí abajo. Este ambiente mediterráneo, tan diferente del alpino que he estado disfrutando días atrás, me reseca la boca rápidamente.




Otro par de kilómetros, metido por los viñedos, siguen siendo muy suaves, pero hacen mella en el nivel de mi bidón. Estoy sofocado por este calor que hace.





Me hace mucha gracia el paso por una casa con un viejillo y una viejilla sentados a la puerta viendo pasar a los ciclistas. A mi paso dice él: ¡Cela va facile!, que me arranca una sonrisa al tiempo que pienso en que tengo que encontrar una fuente o subiré ¡difficile!



A partir de ahí, la subida comienza realmente, con muchos kilómetros duros, uno detrás de otro. Se va por el medio de un bosque sin ninguna vista en varios kilómetros y ... ¡sin fuentes! Me detengo un par de veces para buscar alguna en dos zonas con bancos ... pero nada. Mi velocidad baja drásticamente al tiempo que voy viendo cadáveres en bicicleta. Varios holandeses petan bruscamente junto a mí.

En otro descansito con bancos, me vuelvo a detener. No encuentro fuente, pero una belga flirtea con dos botellas de agua en la mano. No voy a pedírselas, pero intento dar algo de lástima chupeteando el pezón de mi bidón en busca de la última gota. ¡Qué hija puta! En breve llega lo que sería su chico, al cual he adelantado hace bastante tiempo, y se baja de la bici cargándola en el coche y renunciando a la subida. Se bebe "mi agua" el muy cabrón sin reparar en que me bebería un charco si lo tuviera delante.



Continúo poco a poco y, a pesar de ir muy lento, voy alcanzando a algún inglés de los que aún miden los puertos en pies y cuando ven lo que son mil metros de desnivel caen desplomados. ¡Vaya escabechina de puerto! ¡Caen como moscas!



La subida no me está gustando nada, aunque el espectáculo es grandioso. La llamada que tiene este puerto es bestial, nunca había visto nada igual. A 7km de la cima, aparecen un par de chabolas. Voy decidido a colarme por las ventanas y a coger lo que sea del frigorífico, pero no he debido ser el primero al que se le ocurre eso porque tienen un cartel en varios idiomas avisando de la presencia de agua potable 800 metros más arriba, en el Chalet Reynard.



Es increíble lo rápido que se deshidrata un cuerpo. Me entran ganas de echar un meo y no me sale ni gota. En el baño del chalet, casi me bebo el grifo. Quedan solo 6km para coronar pero, por si acaso, lleno el bidón hasta la última rosca del tapón.



Tras reponer líquido, mi rendimiento cambia totalmente. A pesar de tener aire de frente, como no podía ser de otra forma en este puerto, mantengo un pedaleo muy alegre.



Y parece que los turistas lo agradecen porque me convierto en la atracción de la subida, supongo que como todos los demás. Por si fuera poco, que me parece una subida tirando a fea, la parte final es un auténtico circo. Esta bien haberlo visto y vivido por una vez, pero no creo que me vuelvan a ver por esos lares. No me apetece volver a ser el mono de feria de nadie. En una curva unas holandesas se vuelven locas cuando me echo medio bidón por la cabeza, un pringao se pone a correr junto a mí como si se tratase de Contador en el Tour, realmente patético. En la cima, un inglés me quiere enviar una foto a mi correo y se queda un poco cortado porque le digo que ya tengo muchas, ..., no sé, fueron demasiadas cosas.







En el descenso me quedo alucinado. Son las 18:00 de la tarde y ya no sube nadie más, por lo menos por esta vertiente. El dato es curioso, ya que he adelantado a muchísima gente que subía aún más despacio que yo. Sin duda, todos ellos han ido abandonando en el empeño.

La semana alpina toca a su fín. Me aseo un poco, me visto y me voy pitando a Carpentras antes de que cierren las gasolineras a las 19:00. Tengo que echar lo suficiente como para llegar a España, ya que voy a conducir toda lo noche. Encuentro un Supermarché y los 50€ que meto me permiten llegar hasta Bilbao... ¡a las 12:00 del medidodía! ¡Qué palizón de viaje!

Un gran viaje, una gran semana de cicloturismo. He disfrutado muchísimo.

Gracias Amaia.

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2 Comentarios

  1. Genial la semana que te has cascado!

    Ahora ya entiendo porque no te gusta el Ventoux... por la sed que pasaste! Aun podía haber sido peor, por la vertiente de Malaucene ni hay fuente ni hay chalet, jejeje.

    Pero eso de las gasolineras... todas (o casi todas) aceptan VISA, yo no tuve problemas en repostar a cualquier hora de la madrugada con la tarjeta.

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  2. Bueno, el agua ... y que tampoco me gustó mucho. El principio no ves nada y el final es una recta. Para mí muy sobrevalorado, pero como el Alpe d´Huez, que todavía me pareció menos.

    Te pregunto lo de las gasolineras por correo por no dar datos de bancos por aquí, vale?

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